Américo Martín 22 de noviembre de 2020
En
tiempos de obligatoria reflexión, como este que nos aplasta, proliferan las
demasías de vocación maximalista. Aclaro, antes de seguir, que para mí es ese
el emblema venezolano del error. Por maximalismo entiendo la tendencia a
salirle al paso a la crisis humanitaria compleja en la que estamos sumidos, con
fórmulas que quieren alcanzar, de una sola vez y mediante un solo acto, la
totalidad de las soluciones propuestas, “arrebatones”, fórmulas únicas,
preferiblemente violentas, rápidas y hasta súbitas.
El maximalismo no tolera gradualidades, parsimonia,
“saber esperar” y en fin, todo aquello que suponga diálogo o negociación.
Por eso, en la ejecución de actos maximalistas los
héroes son necesarios. Las ejecuciones sumarias le van a la perfección a
líderes capaces de actuar ahora mismo y comprometiendo en la operación la
plenitud de recursos y reservas.
Ana Teresa Torres precisa otros rasgos definitorios
que me gustaría hacer del conocimiento de mis lectores. Les recomiendo la
lectura de su obra, La herencia de la tribu, Editorial Alfa,
noviembre 2009.
El problema es que los héroes no circulan libremente
por la calle, ni están a la mano para el despliegue de políticas matizadas o de
inteligente diseño. Por lo general, tampoco son indispensables y a veces más
bien sus ansiosas demasías pueden dañar estrategias si son capaces de
supeditarlas a aquellas. En cualquier caso, nunca es malo tener héroes
disponibles para lo que pueda ocurrir y en el marco de la política que se esté
aplicando.
El tema de esta columna se refiere más a las
negociaciones que a las animadas heroicidades individuales, a propósito de la
interesante iniciativa del presidente de Fedecámaras, Ricardo Cussano, de hacer
del conocimiento colectivo la importancia del camino de negociación en varios
lugares críticos del planeta, incluidos Colombia y Venezuela.
La presencia como ponente del experimentado
colombiano, Humberto de la Calle resultó una garantía de seriedad e
información. Invitado yo también por Cussano, a ese importante foro, pude
intercambiar provechosas ideas con Humberto.
Las negociaciones de esta índole pueden ser
complicadas, arduas o de apariencia infinita y precisamente por eso, suelen
agitar impaciencias que despiertan a los héroes dormidos o aburren a los
pacientes despiertos.
Para que las FARC aceptaran negociar su
desmovilización y desarme hubo que pasar por momentos agrios y frustrantes.
Pero lo cierto e inocultable es que firmaron la paz, entregaron armas pagando
el precio de dividirse, mientras sigue pendiente la prometida reinserción a la
sociedad civil.
Como pocas cosas transcurren conforme a lo previsto,
el cuadro se volvió a complicar con la presencia del paramilitarismo
—Autodefensas Unidas de Colombia—, dotado de una estrategia abierta a
negociaciones.
- Nacimos para
combatir la insurgencia izquierdista, anunció su jefe fundador Carlos
Castaño.
- Exigimos al
gobierno cambios pero no vamos contra él.
Con todo, la reaparición de este factor, emanado de
clásicos carteles de la droga pero con un lenguaje desconcertante, parecía el
cuento de nunca acabar.
No obstante, estos vericuetos iluminaron flancos
aprovechables por la tenaz democracia, que no se rinde ni deja de aprender de
las nuevas realidades. En algunos ensayos y columnas he subrayado la
importancia de descubrir el origen de la renuencia a mover piezas en el tablero
y de los motivos que paralizan a los renuentes.
Subrayé lo siguiente: mientras las FARC creyeran que
vencerían al igual que Fidel en Cuba y Ortega en Nicaragua, usarían los
diálogos para ganar espacio y aprovisionarse, sin avanzar ni un paso en la
negociación misma. ¿Para qué negociar pedazos de una torta que pronto tendrían
en su totalidad?
Todo cambió al sobrevenir la serie de derrotas
políticas y militares, después de la Operación Jaque, que no solo debilitó
material y moralmente a las FARC, sino que arruinó la reputación de
invencibilidad que pregonaban Marulanda y su Secretariado.
El fuerte viraje lo anunció Alfonso Cano, sucesor del
fallecido Marulanda, al ordenar el regreso de las FARC a la formación
guerrillera, paso inevitable, puesto que ya no podían mantener la guerra de
movimientos y posiciones. El sueño de la victoria había desaparecido.
Cuando leí la orden dictada por Cano supe que el juego
había terminado. Declaré entonces que a las FARC solo les quedaba negociar.
¿Por qué? Simplemente porque las guerrillas no están para ganar guerras sino
para distraer y fastidiar al otro. No liberan y ocupan territorios pues su
movilidad y su desconfianza son constantes.
Retroceder a esa forma primitiva de guerra solo les
dejaba retomar lo que desdeñaban para ofrecer paz, desarme a cambio de
legalidad.
Lección para los negociadores de la acera democrática:
mucha, pero mucha atención a las señales expresas o implícitas que provengan de
la otra acera. La información básica puede ser la de las errantes luces de
cocuyos y luciérnagas.
Américo
Martín
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