Por Vanessa Davies
“La división cada vez
más espantosa que hay entre sectores que tienen acceso a los dólares y sectores
que no lo tienen es un caldo de cultivo importantísimo para cualquier
inesperado estallido social”, subraya el profesor y dirigente político. “Nadie
puede descartar que cualquier acontecimiento al que no le demos importancia
desencadene algo que cambie completamente la situación”, argumenta. Castillo
critica la política en redes sociales: “Nuestra actual dirigencia política se
acostumbró al selfie, al grupo de Whatsapp, se acostumbró a subir la foto que
sustituye la realidad y sustituye el contacto personal con la gente”
Julio Castillo piensa
que el cisne negro que redefinirá el curso de la humanidad nació en un mercado
de Wuhan. Que el coronavirus cambió el mundo y, también, a Venezuela. Que algo
como abrazarse y besarse se reducirá cada vez más a las familias. Que los más
aptos son los que podrán “colonizar la nueva realidad”. Que hay cisnes negros
que pueden desmoronar lo que parece pétreo. Castillo, político y profesor,
analiza el ejercicio de la política en esta situación y señala que la
dirigencia política venezolana no está a la altura de lo que la sociedad exige.
“Estamos acostumbrados
a los cambios abruptos”, subraya, y tal vez por eso no vemos lo que pasa con la
COVID-19. “Creo que el coronavirus está cambiando al mundo, y a Venezuela
también la está cambiando; no somos ajenos a ese proceso”, explica el exalcalde
de Naguanagua (Carabobo) en conversación por contrapunto.com vía zoom.
“Una de las cosas que está ocurriendo el cambio cultural de las relaciones interpersonales. Pongo el caso de la política. Durante muchos años fue analógica, era el contacto personal de la gente, la visita casa por casa, las reuniones, asambleas, mítines, reunión de la célula y del comité de base. Y todo eso cambió con la revolución digital”, describe Castillo. “Eso tiene una cantidad de ventajas”, porque ya no se necesitan los grandes partidos de masas para comunicar un pensamiento político. Con los medios “podemos sustituir ese papel que hacían los partidos”, plantea.
-¿Hasta qué punto una
política en redes sociales es real?
-El otro lado de la
moneda es que se ha perdido un contacto que hasta ahora ni la ciencia, ni la
tecnología han logrado sustituir, que es el contacto personal. Ese cara a cara,
la radio bemba que funciona con efectividad en nuestras comunidades popular son
se puede sustituir con ningún medio digital. Creo que ese es uno de los grandes
problemas que tiene nuestra actual dirigencia política. Nuestra actual
dirigencia política se acostumbró al selfie, al grupo de Whatsapp, se
acostumbró a subir la foto que sustituye la realidad y sustituye el contacto
personal con la gente. Me tomo un selfie en medio de 10 personas y parece que
estoy haciendo una reunión con 10 personas, cuando en realidad no la estoy
haciendo; pasé un ratico y me fui.
Para Castillo “la
pérdida que hemos tenido en la comunicación política no se puede sustituir con
las redes sociales, ni se puede sustituir con los medios digitales. La política
sigue siendo analógica, y creo que ese sigue siendo uno de los grandes déficit
que tiene la política en nuestros días, y es una de las cosas que está echando
de menos la relación personal y la relación política”.
-¿Lo ve por igual en
todos los sectores políticos?
-Sí. Creo que ese error
está democráticamente repartido en todas las tendencias políticas. Lo único que
a un ser humano lo hace cambiar de opinión es el contacto personal. El contacto
personal genera un tipo de relación que no la genera el contacto digital. Por
ejemplo, en la política es clave la emoción, es clave la confianza, una
cantidad de sentimientos que todavía la ciencia y la tecnología no han
encontrado cómo producirlos a través de un dispositivo.
El acercamiento,
pasarle la mano a la gente, pellizcar las mejillas, abrazar “ya no existe”, y
eso “genera un cisma en la comunicación con la gente” y hace “que la gente
tenga mucha menos confianza en los mensajes”.
-Esto ocurría antes del
coronavirus. ¿Empeoró con el coronavirus?
-Se ha exponenciado,
sin duda. Nuestra dirigencia política, sobre todo los sectores más jóvenes que
han entrado en la política, se han venido acostumbrando a esto y generado una
desviación. Si todo sigue como sigue es posible que en unos años o unas décadas
sea la inteligencia artificial la que dirija las campañas, y que todos los
procesos electorales y los países del mundo estén gobernados por algoritmos,
que son fórmulas matemáticas. Y que la voluntad humana vaya perdiendo espacio
en este quehacer tan importante que es la política. Quedó demostrado que
Facebook y Twitter vendieron información, y eso sirvió para modelar campañas
electorales. No soy partidario de ponerles barreras a la ciencia y la
tecnología, pero sí creo que estamos entrando en unos límites.
Considera que la revolución que producirá la COVID-19 es tan grande, que el regreso de la política analógica se alejará cada vez más. Incluso, si aparece la vacuna, hay cosas que cambiarán, como el teletrabajo, el impacto en el sector de bienes y raíces.
-El impacto sobre
Venezuela puede ser mucho más profundo, porque la industria petrolera nuestra,
que está en condiciones precarias y lamentables, no va a tener oportunidad
siquiera de conseguir quien quiera recuperarla. La movilidad social en el mundo
ha cambiado tanto, que si queremos reconstruir la economía venezolana tenemos
que voltear hacia otro lado; tenemos que voltear hacia el turismo, hacia las
cosas que esta crisis no nos ha podido quitar.
El dinero del turismo
“corre sin intervención del Estado, lo cual es muy importante para países como
nosotros”, reflexiona.
-La desconexión que,
según las encuestas, hay entre la gente y Maduro o Guaidó, ¿se debe a la falta
de ese contacto cara a cara?
-En la política a veces
pasa como con la salud o la medicina. Hay enfermedades de las que la gente no
se muere y puede vivir toda la vida con ellas. En las sociedades pasa lo mismo.
En las sociedades se consiguen enfermedades crónicas de las que la gente ve que
no se puede morir, que no ve que pueda salir en el corto plazo, y se acostumbra
a vivir con ellas. En Venezuela este desinterés por la política es multicausal,
pero una de las causas es que la gente no ve perspectivas a corto plazo de
salir, y no se empeña. La gente humana es una especie de computador que va
decantándose por las soluciones de las más fáciles a las más difíciles. La
gente ve como prioritario resolver el problema de la cotidianidad, la familia,
el vestido, los niños en la casa. Y pone en segundo y tercer lugar sus
responsabilidades políticas. ¿Esto siempre fue así? No, llegó un momento en que
la política era la primera prioridad. Eso ha pasado porque no se vieron
resultados en lo inmediato. ¿Eso quiere decir que siempre va a ser así? No lo
sabemos nunca.
El cisne negro vuelve a
la conversación con Julio Castillo. “Los desenlaces de los acontecimientos
sociales ocurren por causas inesperadas”, recuerda. “La historia está llena de
ejemplos: el pistoletazo de Sarajevo, el famoso chisme del collar de la reina
de la Revolución Francesa, el tamaño de la nariz de Cleopatra que determinó la
lucha entre Antonio y Julio César… hay elementos muy coyunturales que
contribuyeron a cambiar la vida de la sociedad. ¿Qué se podía imaginar
Ceacescu, que convocó una manifestación frente al palacio presidencial, que esa
manifestación de la gente suya se iba a meter en el palacio, que su propia
guardia presidencial lo iba a poner preso, que le iban a hacer un juicio
sumario en la noche y al día siguiente amanecía fusilado? ¿Quién iba a creer
que el Muro de Berlín no se cae por una manifestación, sino que un guardia
entendió mal una orden que le dieron por teléfono, dejó una puerta abierta y ya
no pudieron volverla a cerrar?”.
-¿Eso podría suceder
aquí? ¿Un evento inesperado que precipite acontecimientos?
-Que precipite
acontecimientos. Exactamente. ¿Y eso qué lo determina? Uno nunca sabe cuál es
el collar de la reina, ese chisme de que a la reina le regalaron un collar, la
gente se está muriendo de hambre. Alguien seguramente hizo correr el chisme,
dijo “vámonos a la Bastilla”. Nadie lo va a saber nunca. Esas son cosas que no
se puede descartar en Venezuela. Nadie puede descartar que cualquier
acontecimiento al que no le demos importancia puede desencadenar algo que
cambie completamente la situación.
-¿Puede haber un cisne
negro aquí?
-Claro. Recuerda la
famosa teoría del caos: el aleteo de una mariposa en Singapur puede generar un
cambio.
-¿Cuál sería el aleteo
que puede generar una situación diferente en Venezuela?
-Como son inesperados
no podemos predecirlos. Pero si uno ve la experiencia histórica puede ir
acumulando datos. Por ejemplo, la situación social del país es explosiva. Las
carencias, la división cada vez más espantosa que hay entre sectores que tienen
acceso a los dólares y sectores que no lo tienen es un caldo de cultivo
importantísimo para cualquier inesperado estallido social. ¿De qué magnitud? No
lo sabemos. ¿En qué momento? Tampoco lo sabemos. ¿Cuáles son los hechos
desencadenantes? No lo sabemos, pero allí hay un caldo de cultivo a partir del
cual se puede producir cualquier acontecimiento en el país. La situación geopolítica
mundial es otra. Los factores de poder en el mundo que tienen a Venezuela como
peones en el tablero de ajedrez pueden ser otra razón. Recuerda la crisis de
los misiles en Cuba en los años 660, que puedo desencadenar la Tercera Guerra
Mundial.
En su escrito sobre el
cisne negro en Wuhan Julio Castillo plantea que habrá burbujas en el mundo que
se salvarán de las consecuencias de las crisis causadas por el coronavirus,
pero estas burbujas “se van a ir degenerando” y habría que buscar en otros sectores
la esperanza para la humanidad. ¿Quiénes se adaptarán mejor? “Hago una
apuesta”, responde, “por la nueva solidaridad”. Y lo argumenta: el capitalismo
fue, en su momento, un avance para la humanidad, que se desnaturalizó “cuando
dejó de producir bienes y servicios y se puso a especular” con los “lobos de
Wall Street”.
La verdadera
competencia, expone Castillo, convivirá con la solidaridad. “Lo que a nosotros
nos hizo seres humanos y nos hizo sociedad es precisamente ese sentimiento de
solidaridad con el otro”, apunta. Si el ser humano es capaz “de construir un
nuevo humanismo societario” basado “en la competencia sana y en la solidaridad
podemos crear una nueva civilización”. Es probable que el coronavirus sea “el
cisne negro” que llevará al mundo a ese cambio.
24-11-20
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