Por Ramón Guillermo Aveledo
Somos el país más pobre
de América Latina. Nuestro perfil nutricional se asemeja a países africanos. Es
el título obvio del más reciente informe de la Encuesta Nacional de Condiciones
de Vida (ENCOVI). La pobreza de ingresos afecta al 96 % de los hogares.
El Instituto de
Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello,
en alianza con la Universidad Simón Bolívar, lleva varios años estudiando los
cambios en la vida de los venezolanos, con rigor científico y sensibilidad
humana. Su informe publicado en julio, no ha tenido la difusión debida en
virtud de la pandemia y la situación comunicacional del país, cuya opacidad
sirve para disimular verdades mientras se acentúan los dramas sociales,
agravados por el contraste entre el conocimiento público y el sufrimiento de
las personas.
La falta de información
pública oportuna y confiable acerca de los profundos problemas que nos afectan
como sociedad, es un serísimo obstáculo para poder emprender con éxito
iniciativas de reforma que vayan cambiando las cosas, como Venezuela puede y
debe. Ignorar la realidad o atribuirla a factores externos como las sanciones,
como nos propone –e impone– la versión oficial de la propaganda, aparte de
falso, es criminal. Más gente sufrirá por más tiempo mientras no asumamos
plenamente la realidad que es y mientras más tardemos en iniciar el camino,
duro, empinado, en absoluto breve, hacia la realidad que debe ser y que puede
ser.
Los datos publicados en
julio, son recabados hasta marzo, de modo que son anteriores a la pandemia, no
pueden explicarse por ella y seguramente se han agravado a lo largo de este
año.
La pobreza
multidimensional, esa que va más allá de los ingresos, llegó a 64.5 % de las
familias un dato que entre 2018 y 2019 creció en 13.8 %. Eso, mientras la
población venezolana disminuía en cuatro millones. Se calcula que se han ido
cinco, pero hay nacimientos y me parece lógico pensar que la inmigración se ha
reducido radicalmente si no ha dejado de fluir. ¿Quién se va a sentir atraído a
venir? Los venezolanos comen menos y comen mal. Sus servicios de agua potable,
energía eléctrica, abastecimiento de gas, han retrocedido hasta niveles
decadentes. Sus oportunidades de empleo digno se cierran, porque cada vez hay
menos empresas formales, muchas de las que había cierran y casi no abren nuevos
establecimientos.
El panorama escala
hacia una crisis humanitaria. Allí radica la explicación de que por primera vez
los venezolanos se sientan compelidos a irse del país, aún en condiciones muy
riesgosas, para buscar la supervivencia en otras latitudes. Aunque algunos lo
hagan por mar hacia las vecinas Curazao, Aruba, Bonaire o trinidad y Tobago, la
versión criolla de los “balseros” cubanos son los caminantes que salen
por Colombia y Brasil hacia el resto de Sudamérica.
“Para cerrar la brecha
de la pobreza extrema harían falta cinco mil millones de dólares para un
programa enfocado en transferencias”, explicó el sociólogo Luis Pedro España.
Tal cantidad de dinero ¿De dónde va a salir? Sabemos el cuadro internacional
que tenemos y que éste sólo puede mejorar con iniciativas desde aquí.
La respuesta, tan obvia
como urgente, consiste en estrategias adecuadas en políticas y programas
sociales que deben formar parte de una visión general de país próspero y justo,
con políticas económicas tan sensatas como ambiciosas. Eso, lo sabemos, no será
posible sin un cambio radical en lo político-institucional, el cual amerita,
para producirse, una transformación sustancial en la política. Salir de la
negación y la exclusión, para entrar en los predios abiertos y complejos, no
siempre fáciles, de la convivencia plural. Es decir, de la democracia que hoy
nos es negada.
23-11-20
https://elnuevopais.net/2020/11/23/ramon-guillermo-aveledo-pobreza-crisis-humanitaria/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico