Por Hugo Prieto
¿La niñez venezolana tiene
dolientes? Diría que no, a menos que el silencio hable. Pero la historia juega
a la ironía con descarnada precisión. Los precios del petróleo, producto de la
pandemia, son similares a los del año 1994, cuando el expresidente Ramón J.
Velázquez le entregó el poder a su sucesor, Rafael Caldera. Dijo entonces la
recién designada ministra de la Familia, Mercedes Pulido de Briceño: “Recibo este
ministerio de las manos pulcras de Teresa Albanes”. Albanes señala una cifra.
Cuando yo entregué el ministerio había 600.000 niños en el programa de Hogares
de Cuidado Diario. Esa no es una pendejada. La democracia había sobrevivido al
golpe de Chávez. ¿Y cuál es el balance? Hoy tenemos escuelas vacías. Escuelas
sin niños. Escuelas sin maestros.
Previamente, durante el
segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, Albanes dirigió una comisión
presidencial, cuyo objetivo fue enriquecer los alimentos de consumo masivo y de
ese modo conjurar la amenaza de desnutrición que se cernía sobre la niñez del
país. No hay otro ejemplo más loable de concertación entre el sector público y
el sector privado en Venezuela. Oigamos a Teresa Albanes*.
Sumergidos en la crisis, acorralados
por la infame cotidianidad a la que estamos sometidos, la pregunta es ¿alguna
vez nos importó la niñez en Venezuela?
Incluso antes de la
democracia había desde el Estado unas políticas relacionadas con la niñez. Una
de ellas se manifiesta, claramente, con la creación del Consejo Venezolano del
Niño durante el gobierno del general Eleazar López Contreras. Era un instituto
que, fundamentalmente, trazaba lineamientos para la infancia con problemas de
conducta y de abandono. Posteriormente, hubo interés en atender a la niñez en
la edad preescolar. A partir de 1958, y a lo largo del período democrático,
Venezuela ha tenido unas políticas públicas que, directa o indirectamente,
tienen que ver con la niñez cuando mejora toda la red de establecimientos educativos,
mejora la red de establecimientos adscritos al Consejo Venezolano del Niño,
mejora los programas de atención primaria de salud para la madre embarazada.
Había unas políticas que percibían al niño como un sujeto importante de la
sociedad. No el más importante. Eso tiene sus altas y bajas. Diría que hay un
mayor interés durante la presidencia de Carlos Andrés Pérez.
¿Se profundizan esas
políticas o hay una orientación diferente?
En Venezuela había
organizaciones como FIPAN (Federación de Instituciones Privadas de Asistencia
al Niño), institución fundada por eminentísimos venezolanos: Eugenio Mendoza,
Luisa Amalia Vegas, Gustavo Machado, Lía Imber de Coronil, entre otros, cuyo
interés –derrocada la dictadura de Pérez Jiménez– era constituir la atención a
la niñez, esa edad de oro de los primeros mil días, como un tema importante.
Esta federación empieza a incorporar pequeñas organizaciones de la sociedad
civil esparcidas por todo el territorio. Igualmente, había instituciones
focalizadas en la atención de niños con dificultades de aprendizaje y
fisiológicos (visión, audición, motricidad). Es decir, había un grupo
diversificado de organizaciones en el sector privado.
Digamos que ese era el
tejido social que había en la sociedad. ¿Cuál fue la intención que manifestó el
expresidente Pérez?
Nosotros solicitamos una
entrevista a través de los buenos oficios de Simón Alberto Consalvi. En esa
reunión le pedimos apoyo a las diversas organizaciones que se ocupan de las
distintas necesidades, exigencias y requerimientos que tiene la infancia. No
necesariamente le pedíamos dinero, sino entender que había un grupo de gente
que estaba haciendo cosas interesantes. Cosas que también se hacían desde el
Estado. En ese periodo, por ejemplo, se multiplicaron las instituciones para la
educación escolar. La idea era conjugar Estado y sector privado, en políticas
de infancia. Pérez lo entendió y además hizo algo increíble. Le otorgó a la red
de instituciones privadas una subvención para que siguieran avanzando. Esto
tuvo una trascendencia muy importante, porque era la concertación posible, en
servicios para la infancia y para el desarrollo social, entre sector privado y
sector público. ¿Qué le pide el expresidente Pérez a Teresa Albanes en ese
momento? Que coordine la comisión evaluadora del Consejo Venezolano del Niño.
Durante tres meses, sin remuneración del Estado, me dediqué a visitar las
instalaciones de esa institución. El gran maestro de la fotografía, José
Sigala, fotografió los sitios de la miseria, los sitios del oprobio, en los que
vivía la niñez venezolana. Le presentamos el informe al expresidente Pérez y se
quedó muy impresionado. A la semana, me llamó y me dijo: «Ajá, ahora que lo
conoce tan bien, ahora lo va a dirigir».
Llegamos a un punto donde hay una visión distinta, un ejemplo de concertación entre el sector público y el sector privado. ¿Estamos en un momento estelar?
Yo diría que sí. Se crea la
Fundación del Niño y la estrella de ese momento es el programa de Hogares de
Cuidado Diario, que vino a dar una respuesta, tanto para Venezuela como para el
mundo, de que se podía hacer –desde un diseño no convencional– una atención
adecuada y de calidad a los niños de las madres solteras trabajadoras. En la
directiva de la Fundación estaban, entre otras personas, Renny Ottolina,
Mercedes Pulido de Briceño y yo. Es decir, personas con inclinaciones políticas
e ideológicas diferentes, pero que compartíamos un objetivo común: ayudemos a
rescatar a los niños del estado de abandono en que se encuentran durante su primera
etapa de la vida –la edad de oro– del ser humano. Se prestaba una atención
modesta, muy modesta, pero con personas capacitadas para cuidar y alimentar;
como decía Lya Imber: «lo primero es que no le pase nada malo al niño». O sea,
el primun non nocere. Eso es lo primero en materia de política infantil.
Cuidar. Pero lo segundo es desarrollar. Y por eso se pone énfasis en la parte
nutricional y en el manejo de las emociones del niño.
Es decir, una atención más
integral. De mayor complejidad y envergadura.
Nace el programa de las
orquestas infantiles. A mí me vino a ver (en el Consejo Venezolano del Niño)
José Antonio Abreu para decirme: «Nadie cree en esto, ¿tú crees?» Yo sí, me
gusta la música, me gustan los niños. «¿Tú me prestas una de las sedes para
ensayar?» Sí, claro. Me encantará. El primer ensayo del sistema de orquestas se
hizo en el instituto Rafael Vegas de Los Teques, donde había niños con
problemas de conducta. Empieza en zonas populares. Esa fue una demostración
adicional del desarrollo con enfoques distintos en el tema del niño. Luis
Alberto Machado –que fue ministro en el gobierno de Herrera– sintonizaba mucho
con estas cosas, creyó en el programa Hogares de Cuidado Diario y en las
orquestas infantiles.
Estamos ante un esfuerzo
concertado de iniciativas, de políticas, de ideas, que muestra resultados
concretos. Pero siempre aparecen fuerzas contrarias que nos retrotraen a etapas
anteriores. ¿También en la atención al niño fracasamos?
En lo absoluto. No diría que
fracasó, lo que se hizo, lo que se probó que era bueno, quedó como un
aprendizaje. ¿Qué pasó? Los dos períodos constitucionales siguientes (Herrera y
Lusinchi) son tiempos de graves fracturas económicas. En 1986 se publica el
estudio Infancia y Pobreza y ahí se ve el deterioro que se estaba produciendo
en los servicios públicos, en la educación, en la salud, en la atención al
niño. Digamos, hay un debilitamiento y, en algunos casos, un deterioro en esos
programas.
Justamente, llegamos al
segundo gobierno de Pérez, al momento más crítico de las vacas flacas. El
precio del barril era de siete dólares y ya sabemos cómo Jaime Lusinchi dejó la
botija. ¿Qué posibilidades había de detener el debilitamiento o el deterioro de
esos programas?
Es muy importante el tema de
los recursos, es indispensable. Pero más importante aún es el tema de la
voluntad política. Los recursos puedes redirigirlos a sectores prioritarios. No
se trata solamente de recursos sino de deseo, intención y voluntad. Yo estaba
en FIPAN en el primer gobierno del expresidente Caldera. Recordará que los
primeros ingresos extraordinarios por el petróleo llegaron a finales de su
mandato. Vamos a visitar al presidente Caldera. Le dijimos qué bueno sería que
parte de esos ingresos extraordinarios pudieran ser dirigidos a la niñez.
Caldera nos oyó y dijo que eso era una materia que tenía que ver y decidir el
ministro de Hacienda, que para el momento era Pedro Tinoco. Fuimos a hacerle un
planteamiento similar –el dólar que usted invierte en la educación preescolar
es mucho más rentable que el dólar que invierte en la educación superior.
Aprovechemos, esta es la mejor inversión–. Amablemente, concesivamente, me puso
una mano en el hombro, yo era una mujer muy joven, y me dijo: «¿Doctorcita,
usted no sabe que los preescolares no votan?» Esa frase fue cierta (y
quizás sea el momento para citar una de las frases que Albanes ha escrito en un
papel. ¿Por qué invierte tanto en educación? –le preguntaron a Ángela Merkel,
canciller de Alemania–. Porque los ignorantes nos salen muy caros).
¿Qué acciones, qué
decisiones políticas, se tomaron durante el segundo gobierno del expresidente
Pérez, que demuestren el compromiso que tenía con la niñez?
Viene el golpe de Chávez. El
expresidente Pérez me llama. «Ahora sí la necesito. ¿Me va a volver a decir que
no?» Lo pensé y lo hablé con varias personas importantes para mí. Fue una
decisión muy difícil, en términos emocionales y, si usted quiere, en términos
económicos también. Renuncié a UNICEF.
¿Usted se arrepiente de
haber tomado esa decisión?
Jamás. Mi vida ha sido
floreciente desde entonces. No. Todo lo contrario. Llamé al
presidente. «¿Y bueno?» Sí, sí. ¿Cuándo debo irme? Y dijo: «Mañana».
Y lo hice. Llamé al director de Unicef, James Grant, un hombre brillante, quien
había sido subsecretario de estado con Kennedy, quien hablaba mandarín, porque
su padre había sido uno de los iniciadores de los médicos descalzos en China,
una personalidad fascinante. Grant le escribió una carta de apoyo a Pérez en
esa circunstancia, no sólo porque lo conocía, había estado en Caracas, sino
porque el presidente era promotor de los derechos del niño. Yo lo llamé. Mire,
está pasando esto. Me dijo: «Go and serve your country». Como quiera que
yo tenía ese contacto con las organizaciones de la sociedad civil fue muy bueno
que yo llegara al ministerio de la Familia a buscar y a abrazar a esas
organizaciones y que se viera, nuevamente, este deseo de vinculación, de
enriquecimiento mutuo y de apoyo del Estado. Yo llamé a los niñólogos –esa red
de personalidades brillantes que para ese momento tenía el país, entre otros:
Miguel Layrisse y Hernán Méndez Castellanos–. ¿Pueden decirme cuál es la
prioridad para ustedes? ¿Cuál debería ser la prioridad de este ministerio? Los
niños están sufriendo un problema severo, deficiencia de hierro y anemia.
Ya no eran tiempos de vacas
flacas, de estrechez económica, sino una clara amenaza de desnutrición
infantil. ¿Qué hicieron ustedes?
Pedimos una audiencia y
vamos todos. El jefe del Estado había invitado al presidente del Instituto
Nacional de Nutrición, al ministro de Agricultura y Cría y al ministro de
Salud. A esa reunión también asistieron los niñólogos que le dicen al
presidente: «El recurso más importante de Venezuela no es el petróleo, sino sus
niños, porque son ellos los que mañana van a dirigir el país». Advierten el
severo problema que era la deficiencia severa de hierro, que comenzaba a actuar
evitando el crecimiento de los niños. El presidente Pérez pregunta ¿qué habría
que hacer? Dice Layrisse: «Ya hay algunos estudios y ensayos que está haciendo
el Instituto Nacional de Nutrición». ¿De qué se trata? «De enriquecer un
alimento de consumo masivo y de bajo costo con cuatro micronutrientes, de forma
tal que en el mediano plazo disminuyan la deficiencia de hierro». A Pérez
le fascinó la idea. «¿Cuánto tiempo va a tardar eso?» Presidente,
necesitamos reunirnos con el sector privado. Vamos a crear una comisión que se
llame… ahí lo interrumpí y dije Cena, «¿Por qué Cena, Teresa?» Comisión de
Enriquecimiento Nutricional de los Alimentos. «Esta comisión la va a
presidir Teresa Albanes por una razón. Este es un problema de la familia
venezolana. Este no es un problema de la salud, este no es un problema
nutricional, este no es un problema de la producción agrícola. Este es un
problema de la familia venezolana.
¿Y cuánto tiempo tardó eso?
A partir de ese día nos
reunimos todos los miércoles, por veinte semanas, sector público y sector
privado. Invitamos a todos los productores de harinas precocidas del país.
«¿Cuál es la política del Estado?», preguntaron los empresarios. La
política del Estado es iniciar una ruta de enriquecimiento de los alimentos
para atacar el problema de la desnutrición infantil. Y en este momento la
deficiencia mayor es la deficiencia de hierro.
Mientras ustedes están en
este proyecto, se tiende el cerco para buscar al culpable del Caracazo. Tiene
que aparecer, porque esta sociedad no necesita resolver los problemas. Necesita
un culpable. Y, por supuesto, el culpable está en Miraflores. Se llama Carlos
Andrés Pérez. En ese lapso, ¿no vio el proyecto que dirigía en peligro?
Acuérdese que el Caracazo
fue en 1989 y estas conversaciones se hacen a partir de abril de 1992.
El Caracazo fue el
dispositivo que puso en marcha el golpe de Hugo Chávez. Entre 1989 y 1992 se activa
el cerco que le tienden al expresidente Pérez los medios de comunicación, su
propio partido, Acción Democrática, el grupo de los Notables y las
instituciones del Estado.
Pero el Gobierno no se paró.
Los ministerios no se pararon. Todas las semanas, en ocasiones dos veces por
semana, teníamos reuniones de gabinete. El Ministerio de la Familia estaba
metido en este proyecto y multiplicando los esfuerzos, los aportes, para meter
a más niños en los Hogares de Cuidado Diario. Yo le entregué a Mercedes Pulido,
cuando ella asumió como ministra del presidente Caldera –luego de la transición
que presidió Ramón J. Velázquez– a 600.000 niños dentro de ese programa social.
Eso no es una pendejada. Estábamos inventando cosas. Nos importa el tema
nutricional porque el recurso humano es el más importante que tiene un país. Yo
fui invitada junto con Ricardo Hausmann a una reunión en el BID, en Washington,
y en una de las sesiones alguien dijo que en Venezuela se había producido un
madrugonazo nutricional, porque el Estado había sacado un decreto obligando a
las empresas a enriquecer la harina precocida de maíz y la harina panadera.
¿Por qué? Porque eran los productos de mayor consumo –la arepa, el pastificio
popular– de las familias venezolanas. «No reacciones ahora», me dijo Hausmann.
«Después, hable». Llegado el momento, dije: «Mire, el madrugonazo nutricional
lo exige el primer recurso que tiene nuestro país que son sus niños. Nosotros
tenemos que cautelar esa responsabilidad».
Una vez que la vendetta
política tiene éxito y defenestran al expresidente Pérez, ¿cómo vivió usted el
relevo ministerial?
Uno de los días más tristes
de mi vida es cuando dos notarios llegan a Miraflores y el expresidente Pérez
firma los documentos de su destitución delante de todos sus ministros. Ver que
eso podía pasar. Llegó el presidente designado, Octavio Lepage, Octavio el
breve, y llamó a consejo de ministros. Yo me quedé despidiendo al presidente.
Entró a su carro negro junto con su hija Sonia. Las mujeres éramos las que
estábamos. Su secretaria. Todos los ministros se fueron y yo me quedé allí
despidiendo al jefe del Estado, un hombre que, a mi juicio, había hecho cosas
muy importantes. Él bajó la ventanilla. «Teresita, ¿la veo esta noche?» Sí,
presidente. Me fui al consejo de ministros. Lepage me dijo: «Doctora, llega
tarde». Es que estaba despidiendo al presidente. Creo que tuvimos dos sesiones
con Octavio Lepage. Con la llegada del presidente Velázquez, me pide que
continúe. Mire, yo soy amiga del presidente Pérez. «¿Y usted cree que yo no?» Y
yo le dije, vaya y pregúntele. Imagínese que un presidente le consulte a otro
que, además, está con una orden penal. Fue muy difícil para mí al comienzo.
Todos mis compañeros ministros no estaban. Me tuve que acostumbrar a ver
algunas caras nuevas, algunas
conocidas.
El gobierno de Velázquez fue
un periodo de transición, cuyo principal objetivo fue organizar elecciones
transparentes, verificables, creíbles.
Hubo muchas dificultades
económicas.
¿Hubo tiempo para ocuparse
de la infancia?
La instrucción del
presidente Velázquez fue que continuara con todo lo que estábamos haciendo. Que
siguiéramos adelante con el programa de enriquecimiento de los alimentos. Una
vez que Caldera gana las elecciones y nombra a Mercedes Pulido, ella me dice: «Recibo
este ministerio de las manos pulcras de Teresa Albanes». Lo que más admiro es
que en tiempos tan difíciles, con una grave crisis bancaria, el presidente
Velázquez fue capaz de conducir el país bajo esa tormenta.
¿Usted tiene información
sobre cuál es la situación actual de la infancia en Venezuela? ¿Cuál es su
impresión? ¿Qué siente usted en este momento?
Agobio, tristeza,
impotencia. Escuelas vacías. Escuelas sin niños. Escuelas sin maestros. La
farsa total. La promesa incumplida. Una esperanza insatisfecha. Eso es lo que
es la infancia venezolana hoy. Eso es lo que es el sistema escolar. Déjeme
decirle que cuando Chávez anunció el programa de las escuelas bolivarianas… ¡Yo
me alegré! Porque era volver a la escuela de tiempo completo, que incluía la alimentación
–el PAE, programa de alimentación escolar–, que venía de atrás. Lo importante
de la escuela bolivariana era la extensión del horario. Yo me alegré muchísimo
y todo el mundo se horrorizó. Era el sueño de volver a tener al niño, sobre
todo en su primera escolaridad, atendido, estimulado, desarrollado, alimentado,
protegido. Eso no duró. No lo pudieron hacer. Unas progresaron, otras no. La
situación hoy es de absoluta desesperanza. Pero al mismo tiempo yo veo cómo la
solidaridad está trabajando. Y frente a este descontrol total, frente a esta
apatía, esta inercia, este crimen continuado, profundizado día a día de este
régimen, que se ha amparado en el covid para, prácticamente, desactivar al
país, los sectores populares están reaccionando y se está desarrollando una
solidaridad comunal, popular, familiar. Yo tengo una esperanza enorme en un
cambio.
* Abogado por la UCAB. Directora Ejecutiva de
FIPAN. Presidenta del Consejo Venezolano del Niño. Directora Regional de UNICEF
para América Latina. Ministra de la Familia. Presidenta de la Comisión
Electoral de Primarias (2011-2012). Actualmente es la directora ejecutiva de la
Fundación Proyecto Paria.
29-11-20
https://prodavinci.com/teresa-albanes-la-infancia-hoy-es-esperanza-insatisfecha/
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