Carolina Espada 28 de noviembre de 2020
El Emperador abrió los ojos y se sintió un tanto
perezoso. Por un momento no supo si comerse un higuito maduro (que le hacía
guiños apetitosos desde la mesita de noche y de mármol), o estirar el brazo,
tomar su lira y ponerse a tocar: tirulín… tirulín… ¡Suspirar y meditar! “¡Qué
solo se puede estar en una autocracia!”. ¡Suspirar y cavilar! “Si tuviera un
fosforito capaz que le pegaba candela a la ciudad”.
Esta mañana no se iba a bañar. El día anterior había
pasado varias horas en una tina repleta de leche de burra y hoy se sentía un
tanto yogurt (lo que era mejor en comparación a cuando se remojaba en leche de
cabra, que se sentía quesito). Además, ¿quién lo iba a mandar a bañar a Él si
Él podía hacer exactamente lo que le daba la gana? Otro suspiro. Uno muy hondo.
Un sirviente, casi arrastrado, se le acercó con
cautela y osó susurrarle: “¡Salve, Oh, Su Divinidad!… Desde hace seis horas
todos los ciudadanos lo esperan en el Coliseo”.
Suspirando y sin mucha prisa, el Imperator Rex se
apersonó –cincuenta y siete minutos más tarde y eso que era ahí cerquita– en el
lugar en donde su presencia era tan anhelada. La multitud calló. Los
gladiadores hincaron las rodillas en tierra. Los leones que estaban en la arena
se sentaron guau. Los cristianos tragaron grueso y pensaron: “¡Oootra cadena
maaás!…”. Y el Supremo los vio a todos con un quesquecé de fastidio y dijo:
“¡Yo, Claudio, como se acerca la época decembrina y es obligatorio celebrarme a
mí y a los dioses di penates protectores del almacén del
hogar… ¡Yo, Claudio!, vuelvo a decir para escucharme y deleitarme con mi voz,
voy a dar Mi receta de Mi pan de jamón!”. Y las masas lo aclamaron: “¡Ave,
Claudio! ¡Comensalis te salutant!”. Era justo lo que querían: ¡pan de jamón y
circo!
¡¡¡Pero yo nuuu!!! ¡¡¡Nuquieruuu!!! ¡¡¡Otra vez
nuuu!!! Desde que tengo (mala) memoria, año tras año, Claudio Nazoa sale dando
su receta del impepinable pan de jamón. ¿Será acaso su receta? ¿Será cierto que
sabe cocinar? Como eso puede ser un mega invento (recordemos que él es
sumamente ocurrente y divertido), ya no me calo el despotismo, la dictadura, la
hegemonía, el monopolio, el acaparamiento y que ese señor tenga la exclusiva
navideña del pancito.
Por lo tanto hoy, por vez primera, Yo, Imperatrix
Regina Urbe et Orbi et Universum, voy a dar Mi Receta Mía de Mi Pan de Jamón de
Mipersona (Míper, para los allegados). Oui, mi même. Yes, myself. “¡Soy
la redOndez del mundO, sin mí nO puede haber DiOs, papas, cardenales, sí, perO
pOntífices, nO!”.
De entrada no lleva jamón. Y aceitunas, tampoco.
Alcaparras, menos.
La masa es igualita a la de Nazoa, pero usted la
prepara sin necesidad de entorcharse el bigote ni poner los ojos pepúos.
Advertencia con el relleno: sale bien caro. Pero
total, es un solo panecillo el que se hace al año, así que muy bien se puede
permitir el gustazo. Los que puedan. Los que cobraron en dólares. Los que van a
los bodegones a comprar alimentos de la cesta básica tales como la Nutella.
Ingredientes: ciruelas pasas, pasitas y orejones picaditos; Torontos –que no se
le vayan a olvidar los Torontos- y taquitos de chocolate; nueces y almendras
machacadas; piñones; ¡maní, no!; un chorretico de sirope de panquecas y/o miel.
¡Ay, si se pudieran conseguir los caramelitos Kraft aquellos que eran como
marroncitos claros! Nunca le he puesto trocitos de dulce de lechosa con ese. Si
usted gusta, hágalo. Yo no. Recuerde que para que le quede espectacular,
póngale o quítele lo que usted quiera. Será mi receta, pero es su pan de jamón.
Sin jamón. Y grite: “¡Fin de la opresión!”.
El resto es igual a lo que hace Nazoa. Sírvase y
tómese una copita de ponche crema casero. En la licuadora vierta una lata de
leche condensada. Llene la lata vacía de ron. Añada a la licuadora. Comience a
licuar. Añada un huevo crudo, por supuesto. Espolvoree un poquito de nuez
moscada. Agregue leche completa de vaca mu. Un poquito. A discreción. Pruebe y
añada más ron si a usted le gusta el ponche borrachito. Lleve a la nevera. Deje
enfriar bien. Tómese ese mismo día. Completico. No lo deje para después. Existe
una receta de unas monjitas gozosas en la que el ponche no lleva ron sino
brandy. ¡Mírenmelas a ellas! ¡Embriaguez mística e imagínese cuánto podrá
costar!
Intente pasar una Feliz Navidad. ¿Cómo será eso de
cuarentena no tan radical entusiastamente flexible como vaya viniendo navideña?
Yo le deseo mejores cosas por venir.
Carolina
Espada
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