Bernardo Guinand Ayala 29 de noviembre de 2020
@bguinand
“¡Epa primo! En unas semanas debo estar en Caracas ¿crees
que puedas apoyarme coordinando unas visitas a La Vega para mi tesis de grado?” Debía ser 2014 y algo así era el mensaje que recibía de
Roberto quien viajaba desde Harvard a la parte alta de La Vega para realizar
una serie de entrevistas a propósito del duro tema que escogía para su tesis de
post grado: la violencia.
A Roberto no le gustan los retos fáciles; decidió meterse
en lo social, en la política, abordar el tema de la violencia en Venezuela y
escoger como foco de acción el complicadísimo municipio Libertador de Caracas.
Como buen millennial y miembro de la generación 2007 ha sabido
“vender” muy bien su trabajo, solo que a diferencia de muchos otros, no es solo
fotos y redes sociales, sino que sus propuestas llevan mucho en la bola y los
resultados están a la vista.
Caracas Mi Convive - su organización madre - propone vías
de erradicación de la violencia en Caracas con base a las mejores prácticas del
mundo, con programas concretos, con un equipo multidisciplinario y con
investigaciones que, más allá de mostrar resultados y desnudar este tema tan
álgido, ofrece orientaciones para el resto del país con una rigurosidad
académica.
Alimenta La Solidaridad - su consentida - es un programa
convertido en organización que nace sin tenerlo previsto, dando respuesta al
terrible drama del hambre presente en el país. Ha crecido vertiginosamente en
cada parroquia del municipio Libertador, sirviendo también como franquicia
social que ha sido exitosamente implementada en otros 13 estados del país con
apoyo de líderes y aliados regionales.
Recuerdo, cuando eran muy pocos los comedores, fuimos
como familia a preparar hallacas por estas fechas en el Colegio Andy Aparicio -
Fe y Alegría - en conjunto con las familias de la comunidad de La Vega, lo que
derivó en una de las primeras propuestas de auto-sostenibilidad del programa.
De ese primer comedor y menos de un centenar de niños, ahora el programa se
extiende a 239 comedores dando de comer a decenas de miles de niños todos los
días.
Esta semana, regresando a casa para almorzar, me percato
que una camioneta del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional SEBIN - que
todos sabemos al “servicio” de quien está - le hacía “la visita” a los padres
de Roberto. La persecución, el hostigamiento y hasta el miedo se nos hacían más
tangibles como familia. Y a pesar de lo obvio, es decir, que sabemos que los
sistemas totalitarios no necesitan excusas para perseguir a quien le provoque,
muchos se preguntarán por qué Roberto aparece como nuevo objetivo. Me atrevo a
especular que Robertico - como le solíamos decir en familia - combina un par de
características que aterran al régimen: talento y legitimidad.
El talento de Roberto no viene por lo académico. O no
solo viene de allí. No depende de sus estudios y reconocimientos en la USB o
Harvard, sino que tiene una gran capacidad para estar siempre un par de pasos
adelante. Cuando le dicen que Alimenta La Solidaridad es un proyecto
asistencialista, él tiene rato pensando y ejecutando como se transforma en un
proyecto de formación y desarrollo comunitario. Cuando le dicen que será
difícil la sostenibilidad a largo plazo, ya Roberto y su equipo han dado varias
vueltas ejecutando programas de autofinanciamiento - como Sustento - u otras
iniciativas. No han sido programas oportunistas o puntuales, sino que siempre
pone la mirada en el largo plazo, incluso demostrando que el éxito del programa
– así como del país – será cuando desaparezcan los comedores. Y trabaja para
ello.
Por otro lado, la legitimidad de Roberto, sobre todo en
las barriadas donde trabaja, generando cimientos de tejido y compromiso social
en lugar de visitas esporádicas tipo campañas politiqueras, es quizás el mayor
temor de quienes hoy controlan el país.
En 2018, preparaba con Roberto una intervención para un
congreso internacional de fundraising; congreso al cual no pudo asistir en ese
entonces por una señal de alerta que provenía desde el nefasto programa del
fulano ese del mazo. Mientras trabajábamos en ello, analizamos los elementos de
éxito que habían hecho de su programa alimenticio un caso exitoso desde el
punto de vista de la consecución de recursos. Destacamos muchos factores: una
cartera diversa, la constante innovación, acceso a financiamiento, mensajes
claros con vías de comunicación adecuadas, inversión en campañas; pero Roberto
siempre tuvo claro que el pivote central del proyecto, el verdadero motor de
Alimenta La Solidaridad no es el financiamiento internacional o las alianzas
desarrolladas, sino la gente de la comunidad, el aporte voluntario de las
madres de cada comedor. Ese, indiscutiblemente, es el mayor aporte en recursos
y representa la verdadera sostenibilidad del programa. Pagar por ello, lo haría
sencillamente imposible, así que esas madres no son - solo - beneficiarias o
voluntarias, sino las principales contribuyentes de ALS. Destacar, trabajar y
profundizar en ello ha repercutido en la legitimidad que hoy
tienen.
La
solidaridad es una fuerza poderosísima. Justo porque no se sustenta en la
dependencia o la sumisión. La solidaridad no es una vía o calle angosta de un
solo sentido, sino una autopista con múltiples canales de ida y de vuelta; el
que da también recibe y el que recibe puede compartir también lo que tiene. Eso
genera pavor para aquellos que desean que la pobreza siga reinando y que las
relaciones sean unidireccionales. Hoy se criminaliza a la solidaridad, como se
hizo con las protestas, con el que produce, con el que sueña, con el que piensa
distinto. Otra piedra en el camino. Contra el atropello y hostigamiento, que
siga siendo la solidaridad, esa fuerza que nos mueve. ¡Contigo
primo!
Bernardo
Guinand Ayala
@bguinand
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