Juan Guerrero 27 de noviembre de 2020
@camilodeasis
A mediados del siglo pasado era inmenso el caudal de
trinitarios que transitaban por la frontera entre Trinidad y Venezuela, al este
del país continental. Hasta Güiria iban a dar los migrantes trinitarios en
busca de mejores oportunidades para vivir. Era el tiempo de un país relegado y
olvidado. Trinidad y peor, Tobago, no importaban a nadie, así como su
empobrecida población, que vivía soñando conel paraíso venezolano, y, mientras
ello ocurría, se dedicaban, gran parte de su población, al contrabando del güisqui
y cigarrillos.
La frontera este venezolana siempre ha sido una zona
sin mayor interés económico ni político, hasta mediados del siglo pasado,
cuando, por litigios de límites con la naciente república de Guyana, despierta
cierto interés la isla olvidada de Trinidad.
Uno de los miles de trinitarios que fueron a terminar
viviendo en Güiria, antes, pasando por las peligrosas aguas de Bocas del
Dragón, y los caseríos de Chacachacare y Macuro, fue el sastre, Cirilo de la
Fayette, el padre de mi cuñado, Hermes Bravo Brito. Como todo trinitario de
esos tiempos, Cirilo, una vez en ‘territorio de nadie’ cambió su afrancesado
apellido y se rebautizó como, Eusebio Bravo.
De la isla de Trinidad se trajo después a su esposa,
EstílitaBritto (apellido asentado después en los registros notariales
venezolanos, como Brito) con su primogénito, a quien le decíamos cariñosamente,
Filo. La familia transitó por Güiria, Pedernales, Tucupita, Ciudad Bolívar
hasta asentarse en Maracaibo, donde Eusebio terminó trabajando en la industria
petrolera como la inmensa mayoría de sus paisanos. Al final de su vida, montó
una agencia de festejos en Cabudare, y luego, terminó sus días en Paso Real,
cerca de Cubiro, en el estado Lara.
Esta historia como otras más, ilustra la dinámica de
una sociedad separada por límites impuestos por poderes externos a la
cotidianidad de los espacios naturales donde los seres humanos ancestralmente
se han desenvuelto. Este es el caso de un territorio arrebatado por un imperio
a otro, donde han sido los naturales habitantes quienes al final terminan
divididos y hasta enemistados por decisiones ajenas a sus vivencias.
Es
que Trinidad y la otra isla, Tobago, pertenecieron hasta finales del siglo
XVIII a la Capitanía General de Venezuela, por lo tanto, espacio territorial
del imperio español. Tanto es así, que en su inicial desarrollo allí de asentó
la primera imprenta y se editó el primer periódico de que tengamos información,
El Correo de la Trinidad Española (1789) en español y francés.
Hasta mediados del pasado siglo, como hemos comentado,
por el estrecho de las Bocas del Dragón, en el golfo de Paria, y en la parte
sur, hasta Pedernales, existió una afluencia de migrantes que desde Trinidad
iban y venían, igual los venezolanos, en unas tierras que, desde mediados del
siglo XVI, eran transitadas como un solo y único espacio.
Por ello asombra la frialdad de un acto tan monstruoso
que por estos días ha ejecutado el gobierno trinitario, al devolver, en dos
endebles embarcaciones, a 16 menores de edad (varios de ellos con apenas meses
de nacido), solos, apenas acompañados por los motoristas mientras sus progenitores
permanecen detenidos, por entrar ilegalmente a su territorio.
Ya en meses recientes las organizaciones de defensa de
derechos humanos, entre ellas ACNUR, han advertido sobre la delicada situación,
(tráfico de seres humanos, mujeres, para la prostitución), donde se está usando
a menores de edad como mano de obra en condiciones de semi esclavitud. De igual
manera, varias embarcaciones han naufragado mientras intentaban llegar a
territorio trinitario, y decenas de personas se han ahogado o se encuentran
desaparecidas. Es significativo resaltar que la ONU, a través de sus agencias
de socorro, efectuaron donaciones para que el gobierno de Trinidad atendiera y
diera refugio temporal a los migrantes venezolanos por razones humanitarias.
Resulta insólito que al momento de escribir estas
líneas (ya han pasado más de 24 horas desde que el gobierno de Trinidad-Tobago,
decidió ‘deportar por mar’ a esos 16 menores de edad), no se sepa si llegaron
vivos a territorio venezolano. Peor aún, ninguna autoridad venezolana,
institución e incluso, líderes de partidos políticos, han alzado su voz para
denunciar semejante crueldad contra ciudadanos venezolanos.
Atrás quedaron las naturales y hasta familiares
relaciones, (muchas consanguíneas) que existían entre nacionales trinitarios y
venezolanos, cultivadas por siglos. Las aberrantes decisiones de gobernantes,
lanzan a seres humanos al extremo de aventurarse a la mar, en frágiles
embarcaciones para salvar sus vidas. De donde proceden es peor la vida, pero en
este caso, el resultado es doblemente aterrador e inhumano.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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