Por Gregorio Salazar
Tal vez convencidos de
que los niveles de rechazo y repudio que reciben de la población han llegado a
topes insuperables, el régimen madurista arremete sin disimulos ni contemplaciones
contra toda forma de actuación que desnude su incapacidad, su corrupción, su
ineptitud y, sobre todo, su esencia autoritaria y antidemocrática.
Como un vendaval que no
cesa y sobre el mantel de cenizas en que han convertido al país desencadenan su
furioso aparato represivo contra todo lo que estorbe: periodistas y medios,
dirigentes sindicales, defensores de derechos humanos y organizaciones no
gubernamentales, entre otros blancos predilectos, que se desvelan por atender y
darle supervivencia a quienes ellos han condenado al hambre y la pobreza
extrema.
Sin ética, valores ni
principios orientados hacia el bien colectivo, sin instituciones que los
sancionen ni organizaciones políticas con suficiente fuerza ni posibilidades
organizativas y libertades para cobrarle en las urnas de votación el costo del
holocausto al que llevaron a la población venezolana, la cúpula madurista se
permite desmanes dictatoriales sin importarle que tenga a las puertas una
medición electoral, ni las denuncias de organismos internacionales de derechos
humanos ni el escrutinio de la comunidad democrática mundial.
Todo atropello, todo
vejamen, toda persecución y encarcelamiento tiene un sello, especie de tabla
rasa o denominador común con el que pretenden justificar ante el país y el
mundo todas sus tropelías: terrorismo. Lo dicen, para mayor precisión, quienes
aparecieron en el concierto nacional hace 28 años a punta de fuego y metralla.
Terrorista es el
periodista Roland Carreño que, a decir de sus inquisidores, decidió cambiar el
micrófono y las revistas de etiqueta por el fusil de asalto. Y va preso.
Terrorista es el
sindicalista Eudis Girot porque no pudo permanecer callado ante el rosario de
patrañas con las que han pretendido ocultar la generalizada y profunda destrucción
de nuestra industria petrolera. Y va preso.
Terrorista es el joven
Roberto Patiño que a través de las ONG Alimenta la Solidaridad y Mi Convive
Caracas atiende —o atendía porque contra él ha sido la última embestida
represora— a más de 25 mil niños y familias en
situación de inseguridad alimentaria, madres lactantes, mujeres embarazadas y
personas de tercera edad, actividades que tienen respaldo de la ONU. Y no ha
ido preso todavía pero le allanan la vivienda de sus padres.
Lo acusan de que en el
2017 visitó, junto con Julio Borges, gobiernos europeos supuestamente “para
solicitar sanciones y bloqueos” a la dictadura “con el argumento de la
existencia de una crisis humanitaria”. ¿A quién se le ocurre, verdad? El
eficiente aparato de inteligencia del régimen se ha dado cuenta tres años
después. Justo cuando más necesita la gente empobrecida de esa ayuda
humanitaria.
Tiene Patiño, Ingeniero
de Producción egresado de la USB, una agravante imperdonable: realizó una
Maestría en Políticas Públicas en la Kennedy School de EEUU que, a decir de la
atolondrada cúpula que desgobierna Venezuela, “es el principal centro de
formación de los líderes políticos al servicio de los grupos empresariales del
mundo”. ¿Cómo no encarcelar a semejante amenaza?
Estamos a una semana
escasa de unos comicios legislativos y no hay que llamarse a engaño. Ya lo
asoman quienes aspiran a sacarse el clavo de la mayoría calificada, que es
decir los amos del poder: lo que viene es más intolerancia, persecución y
represión. Ya lo asoman sus principales candidatos, las mismas caras, por
cierto, de hace más de 20 años: legislar para castigar y hasta despojar de sus
bienes a las próximas víctimas.
No obstante ello, vea
usted que la fogosísima ministra, diputada, exdiputada, exconstituyente,
constituyente y nuevamente candidata a diputada, Iris Varela, prometió en un
debate, apenas el jueves en la noche, “devolverle la majestad a la Asamblea
Nacional”.
Si lo dice ella, así
será. Credenciales tiene. ¿O acaso no se recuerda las patadas en las espinillas
y arañazos que dejó en la cara del diputado César Pérez Vivas o las trompadas
en el rostro y rotura de los lentes en plena transmisión televisiva al
periodista Gustavo Azócar?
De modo que no solo
majestuosidad, sino hasta pompa y circunstancia habrá a torrentes como para
desbordar el hemiciclo. Cuidado y no derriba en su avalancha, como precaria
flor de azalea, a la añosa Ceiba de San Francisco.
Gregorio Salazar es Periodista.
Exsecretario general del SNTP.
29-11-20
https://talcualdigital.com/el-vendaval-represivo-de-nicolas-maduro-por-gregorio-salazar/
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