Por Fernando Pereira
El 20 de noviembre se
conmemoran 31 años de la aprobación de la Convención
sobre los Derechos del Niño por parte de la
Organización de las Naciones Unidas. Hace 100 años, en la década de 1920, a
alguien se le ocurrió que era injusto que los niños fueran explotados como
fuerza de trabajo más barata y a la cual se le podía exigir más sin que se
resistieran.
Tuvieron que pasar 70
años para que la comunidad internacional se planteara que los niños debían ser
tratados con dignidad. Finalmente, en 1989, se aprobó el tratado de derechos
del niño que reconoce que los niños y adolescentes tienen derechos humanos.
Se dice fácil; es
el tratado más ratificado en la historia de Naciones Unidas; pero costó 10 años
de discusiones llegar al consenso en la redacción de sus 54 artículos.
Allí se reconocen los derechos más obvios (vida, salud, educación) hasta los
más controvertidos (libertad personal, de conciencia, religión; participación
en todo lo que le afecta; debido proceso en causas judiciales). Hay que
destacar que fue el primer instrumento que incorporó el abanico de derecho
internacionales (civiles, culturales, económicos, políticos y sociales), así
como aspectos de la legislación humanitaria.
Algunos no se han
enterado
A pesar de haber
transcurrido más de 3 décadas, la vida de miles de niños y adolescentes sigue
desdiciendo el mandato del texto que es de carácter vinculante. Muchos Estados
perdieron el entusiasmo generado en la década de los 1990 y la de los 2000
argumentando que las limitaciones financieras impiden asumir los compromisos
requeridos.
De hecho, el artículo 4
de la Convención establece que “en lo que respecta a los derechos económicos,
sociales y culturales, los Estados partes adoptarán esas medidas hasta el
máximo de los recursos de que dispongan y, cuando sea necesario, dentro del
marco de la cooperación internacional”.
Suena lógico el texto,
lo que no se previó es que los mismos Estados priorizan gastos de equipamiento
militar, seguridad y defensa, burocracia, sin contar los porcentajes que se van
en corrupción. Los niños no votan y el populismo que mueve el entramado de las
decisiones en nuestros países necesita contar con la aprobación de los
beneficiarios en las urnas electorales.
¿Derechos confinados?
La crisis generada por
el Covid-19 complejiza la situación de amenaza y violación de los derechos de
la niñez y adolescencia en Venezuela. Mencionaremos solo algunos aspectos que
así lo demuestran:
Brecha educativa. La
modalidad de educación a distancia está aumentando las desigualdades y
amenazando con dejar fuera del sistema a miles de estudiantes que no cuentan
con los medios indispensables para continuar formándose en sus hogares.
Aumento de la
malnutrición y desnutrición como consecuencia del impacto de la pandemia sobre
la economía familiar y la imposibilidad de asistir a los centros educativos
para recibir alimentación complementaria.
Incremento de la
violencia intrafamiliar, castigo físico y humillante, maltrato y abuso sexual.
La cuarentena prolongada ha sobreexpuesto a los niños víctimas de hogares con
relaciones violentas y aumentado el número de niños agredidos a consecuencia
del estrés y presiones a los que están sometidos los adultos cuidadores.
Restricciones para
contar con documentos de identidad porque no están operando oficinas de
identificación para cédulas y pasaportes y horarios restringidos para acceso a
los registros civiles (certificados y partidas de nacimiento)
Sistema de Protección
debilitado. El coronavirus ha continuado el efecto de la Emergencia Humanitaria
Compleja que se traduce en la desinstitucionalización, desprofesionalización y
ausencia de programas para atender los casos y denuncias. Es limitada la
posibilidad de asistir a un espacio físico y no hay líneas telefónicas
especializadas en temas de niñez.
Separados de sus
padres. Miles de niños y adolescentes “dejados atrás” por los padres que
debieron migrar, antes de la pandemia, hace que estos hijos deban vivir las
dificultades del momento actual sin contar con la presencia y acompañamiento
emocional tan importante y, en muchos casos, sin las remesas para su
manutención o en montos menores.
Participación constreñida.
La voz y opinión de los niños y adolescentes no es tomada en cuenta para tomar
decisiones que los afectan en la vida familiar, escolar, comunitaria, mucho
menos para decisiones públicas que toman las autoridades.
19-11-20
https://efectococuyo.com/opinion/derechos-de-los-ninos-confinados/
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