Por Gregorio Salazar
Como a golpes de cincel
y martillo que hacen saltar en pedazos un bloque de hielo, entra cada párrafo
de la recriminadora carta del exministro de Finanzas, economista y exdiputado
Rodrigo Cabezas en lo más hondo de los saldos de la llamada revolución
bolivariana, a la que finalmente termina caracterizando como “una autocracia
política que terminó siendo, como proyecto socialista, un descomunal fraude”.
Un descomunal fraude,
así concluye su carta-denuncia-llamado a la izquierda democrática del mundo.
Suena, viéndolo bien, casi idéntico a “la colosal estafa política” de la que
advirtió Teodoro hace 22 años en su última intervención en una convención
nacional del MAS, sin poder evitar que la gran mayoría de sus copartidarios,
incluyendo al propio Rodrigo, sucumbiera ante los cantos de sirena del hoy
difuntísimo y nefasto caudillo del Socialismo del Siglo XXI.
Cabezas, pues, nos habla
desde la anunciada “bajadita” donde, adelantó Teodoro, esperaría a sus
encandilados compañeros. Pero al menos lo ha hecho y sin que pueda señalarse ni
las corruptela ni el envilecimiento de los compañeros de ruta de los que se
apartó hace años.
Como diputado electo
para la legislatura 1988-1993, académico de LUZ vinculado a las luchas
políticas del tempranamente fallecido Luis Hómez, el economista zuliano tuvo su
bautizo de fuego en una Comisión de Finanzas del viejo Congreso que en aquellos
tiempos era escenario de los cerrados forcejeos bipartidistas que libraban
Armando Sánchez Bueno (AD) y Haydée Castillo de López (Copei), en cada
discusión del presupuesto nacional.
La ardua puja comenzaba
por la estimación del precio del barril de petróleo para el período entrante,
dos o tres dólares de diferencia, pero que significaba una suma ingente en el
total de los ingresos a disponer, dados los niveles de producción petrolera.
Nada que ver con las
absurdas estimaciones aprobadas durante el período chavista, donde la
diferencia entre lo que iba a ser el precio y la base del cálculo de los
ingresos llegó a veces a un 50 % menos de lo real. Lo demás, claro, vía de
jugosos créditos adicionales para el Ejecutivo.
A Cabezas le tocó
terciar con su bicicleta anaranjada entre esas dos gandolas, figura utilizada
alguna vez por Petkoff, para lograr que la gobernación de Aragua, la primera
ganada por el MAS en una elección directa, saliera lo menos desfavorecida
posible. Una lucha por recursos que se fue vigorizando con el correr del tiempo
a medida que la oposición minoritaria de partidos como el MAS, Proyecto
Venezuela y La Causa R ganaban otros gobiernos regionales y la sociedad civil
acudía al propio recinto parlamentario con sus justificados clamores.
Más de una vez el
presupuesto llegó a aprobarse al filo de la medianoche, justo antes del vencimiento
del lapso constitucional.
Cabezas registra ahora
en su condena que “en los últimos cuatro años no se conoce la Ley de
Presupuesto y de Endeudamiento de la República, esto raya en lo insólito”. Más
todavía, en lo increíble, en lo inaudito, lo inconcebible.
En nichos como los
derechos humanos y el respeto a las garantías sindicales, tradicionales
espacios de lucha de la izquierda internacional sobre todo cuando está en la
oposición, Cabezas consigna un párrafo en sintonía con el informe de la ONU, “desgarrador
desde lo humano”:
“Cientos de víctimas
han sido sometidas al terror del Estado. Lista larga de la ignominia disfrazada
de socialismo: detenciones arbitrarias, desapariciones forzosas, burlas al
debido proceso y derecho a la defensa, tortura, trato cruel, inhumano,
degradante y humillante, actos de violación y amenazas sexuales”.
Recuerda también los
más de 120 jóvenes asesinados en las protestas del 2017.
Y en cuanto a las
garantías sindicales, el régimen chavista —de los cuales Cabezas solo evalúa
los siete de Maduro—, lodo de los polvos caudillistas, dice que “fracasó al
ofrecer un gobierno ‘obrerista’ y terminó arrebatando la libertad sindical,
pulverizando el salario real, eliminando la conquista de los contratos
colectivos y las prestaciones sociales y encarcelando a los dirigentes
valientes que reclaman los derechos obreros. El fracaso en dolor mayor fue
ofrecer una patria para todos y, por sus acciones, terminan negándosela a más
cinco millones de sus hijos que escapan a otras tierras para encontrar el
horizonte que en su país extraviaron”.
La epístola de Cabezas
al mundo de la izquierda me trajo la memoria las palabras de una colega
uruguaya al comienzo del “proceso”: “Ché, no discuto más con mis amigos
chavistas uruguayos, ¡porque Chávez maneja todos los íconos, la revolución
cubana, Fidel, el Ché, pero además tiene mucha guita…!”.
La guita que compró
adeptos, aliados y voluntades se acabó con el hundimiento de Pdvsa.
Los íconos delirantes
adornan la fachada de una burla macabra. Un descomunal fraude. Una estafa
colosal. Sin valores, sin ética y para los venezolanos una vida en condiciones
abyectas sin derechos ciudadanos. Un crimen de gigantescas dimensiones contra
todo un pueblo y del cual una izquierda democrática no puede ser cómplice.
Gregorio Salazar es
Periodista. Exsecretario general del SNTP.
21-02-21
https://talcualdigital.com/cabezas-en-la-bajadita-por-gregorio-salazar/
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