Por Ángel Alvarado
“No creo haber visitado
nunca un lugar tan inagotable en situaciones pintorescas…” Así describió a
Petare sir Robert Ker Porter, pintor, escritor y viajero escocés
quien después de recorrer el mundo entero (Armenia, Georgia, Persia, Antigua
Babilonia, España, Portugal y Rusia) terminó siendo el cónsul británico de
Venezuela (1825-1841) durante la formación de la república. Sus impresiones
quedaron recogidas en un diario personal en el que narra aquellas vivencias
Una de las
descripciones más emotivas del diario es su visita a Petare, lugar de “gran
belleza y exuberancia” con “numerosos pueblos y residencias campestres de los
distintos propietarios de las haciendas”. Su descripción de Petare muestra la
exquisita sensibilidad de quien es el pintor histórico del zar Alejandro I de
Rusia.
Petare cumple 400 años
y se me vienen a la memoria tal cantidad de recuerdos, anécdotas y vivencias
que se me hace difícil plasmar la fuerza con la que retumban en mi interior.
El leviatán petareño
Cuando me sumergí en
Petare, en la década del 2000, palpé que una de sus características principales
era la ausencia del Estado, este solo existía en el papel. Petare tenía su
propia ley, sus propios códigos con los que se autogobernaba. Esta
característica no es singular de este barrio, de hecho, es compartida con otros
en Venezuela y en América Latina.
Los antiguos poderes
coloniales ibéricos y su élite crearon en el continente americano un Estado con
poca participación de la sociedad, especialmente la más vulnerable. Ese patrón
ha mantenido su inercia y ha marcado nuestra sociedad actual.
La evidencia
arqueológica muestra que la mayor parte de la historia, incluso antes de la
aparición de la agricultura (prehistoria), los hombres vivían sin Estado. Las
muertes (tasas de homicidios) estimadas durante ese período eran de 500 por
cada 100 mil habitantes. Ese número es el doble de Petare actual, 100 veces más
que Estados Unidos y 1.000 veces más que en Noruega. Sin Estado no hay como ejercer
las leyes, resolver los conflictos, regular y pechar la economía, proveer
infraestructura y servicios públicos.
No es casualidad que
los principales problemas de Petare el día de hoy estén asociados justamente a
la ausencia del Estado: inseguridad (34,1%) seguida del escaso suministro de
agua (29,8%). Sin embargo, esta ausencia del Estado es compatible con el
petro-Estado represivo y totalitario del socialismo del siglo XXI, incapaz de
prestar servicios de calidad, garantizar calidad de vida y de generar
mecanismos liberadores de participación ciudadana.
El ciudadano petareño
Aunque la libertad
necesita de las capacidades del Estado y del imperio de la ley, esta nunca ha
sido una concesión del Estado y sus élites. La libertad siempre la arrebata la
gente común. La libertad es un proceso que requiere organización, participación
y empoderamiento; necesita una sociedad movilizada, con ciudadanos que
participen en política, en las protestas cuando sea necesario y que voten para
sacar al poder cuando es posible hacerlo.
Para el mundo clásico
griego, el ciudadano es el hombre que expresa lo que piensa, el que puede
hablar con libertad. Los esclavos, para los antiguos griegos, eran aquellos que
no dicen lo que piensan por algún motivo.
Los últimos meses he
estado trabajando en un diagnóstico sobre las creencias del petareño. En
concreto, sus creencias democráticas profundas y su conciencia ciudadana.
En mis encuentros sobre
una platabanda, o en la sala de un ranchito, es frecuente oír decir que mucha
gente no dice lo que piensa: “No es conveniente decir lo que uno piensa”, “hay
que ser prudente, se puede convertir en un problema”.
Esto es especialmente
importante cuando están en presencia de los que tienen control de la
distribución y venta de las bolsas CLAP. No cabe duda que, sin condiciones
mínimas de subsistencia, es difícil decir lo que se piensa. Esta ausencia de
ciudadanía junto a la incapacidad del Estado termina por recrear las
pintorescas situaciones que otrora contemplara bucólicamente sir Robert Ker
Porter.
No obstante, existe un
grupo que es bastión de esperanza: los que no se quedan callados, los que
todavía exigen sus derechos, los que expresan lo que piensan. Estos que
han tomado conciencia de ser ciudadanos y jamás dejan de obedecer a su
conciencia. Normalmente ellos pertenecen a algún grupo organizado de la
sociedad, confían en los demás y son capaces de movilizar a sus vecinos. Este
número debe crecer para que la sociedad se haga fuerte en la misma medida que
el Estado adquiere capacidades y funcionalidad.
El gobernante es como
un bote que navega sobre unas aguas que son los ciudadanos. Si el agua quita su
apoyo, el bote se hunde. Hay gobernantes que muestran gran habilidad para negar
a la sociedad su participación en la toma de decisiones políticas, el reto del
ciudadano es tomar conciencia de su poder y organizarse para democratizar la
sociedad y mejorar al Estado. La libertad se conjuga con el fortalecimiento de ambos: Estado y sociedad.
Llevar a cabo ese
fortalecimiento en Petare requiere dividir ese espacio en pequeñas zonas, más
manejables por sus propios ciudadanos. Fue Thomas Jefferson quien
escribió Land Ordinance (1785), allí dividió las tierras federales de
los Estados Unidos en municipios de 36 millas cuadradas, los cuales dividió a
su vez en 36 secciones.
Hace más de una década
me dediqué a hacer ese inocuo trabajo a lo Jefferson en Petare, eso me dio la
oportunidad de conocer todos sus rincones. Ha pasado el tiempo y he visto
grandes avances en la organización social conjugados con bastantes retrocesos
en capacidad estatal. Me llena de orgullo ver cómo Petare esté avanzando con
una ciudadanía empoderada y motivada a tomar control de su destino.
¡Feliz cumpleaños,
Petare! Los años que vienen serán mejores si ustedes siguen hablando alto y
claro, exigiendo y movilizándose.
Ángel Alvarado es
Economista-UCAB con Maestría en Estadística-USB. Electo diputado a la Asamblea
Nacional en 2015.
18-02-21
https://talcualdigital.com/petare-400-anos-inagotables-por-angel-alvarado/
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