Aquilino José Mata 25 de febrero de 2021
@aquilinojmata
Con
su filme “Ventana”, vanguardista y expresión de un nuevo lenguaje
cinematográfico, el realizador venezolano radicado en Estados Unidos Edgar
Jorge Baralt competirá junto a otras 19 producciones en la sección de
cortometrajes del Festival de Berlín, a iniciarse la próxima semana.
Un filme de un venezolano, Edgar Jorge Baralt,
competirá junto a otras 19 cintas, provenientes de 16 países, por el Oso de Oro
en la sección de cortos de la próxima Berlinale, que este
año se celebrará en formato híbrido, con una cita virtual en marzo, para la
industria, y otra abierta al público, en junio, de acuerdo a lo que resolvió la
organización del evento, ciñéndose a las restricciones surgidas por la pandemia
del coronavirus a nivel global.
Nacido en 1988 y residenciado en Estados Unidos desde
que llegó con sus padres cuando contaba 15 años de edad, este realizador hace
cine de arte, de vanguardia, experimental. Ventana, que es el
nombre del corto de 11 minutos con el cual competirá en Berlín, es una
producción novedosa en su concepto, inclusive en la manera como la hizo.
Él mismo la escribió, la dirigió y la pensó. Es una
idea enteramente suya, que rodó el año pasado después de iniciarse la
cuarentena del coronavirus, en su casa, con su esposa -que también es cineasta
y lo apoyó con el audio, la coproducción y en una de las escenas. Lo que se
propone con este, su quinto cortometraje, es mostrar cómo el cine es capaz de
buscar renovadas expresiones en una nueva narrativa, algo que lo obsesiona
desde su época de estudiante de cine, de acuerdo a lo que destaca en nuestra
conversación.
– Cuatro meses después de una orden para mantenernos
seguros en casa, debido a la pandemia, comencé a digitalizar viejos álbumes de
fotografías familiares y encontré una foto de la ventana de la sala del
apartamento donde crecí en Caracas, en la urbanización La Boyera. Por lo
general, esta actividad suscita emociones nostálgicas; pero descubrí que era,
además, un punto de vista privilegiado para mirar la inestabilidad del
presente: un momento de crisis y promesa. En lugar de tener simplemente el
anhelo de revivir el pasado, eso me hizo estar extremadamente consciente del
malestar contemporáneo.
–Ventana replantea esta experiencia a
través de la imaginación de un niño que pasa tiempo libre junto a la ventana
descrita. La película establece el paralelismo entre el pasado y el presente,
al “recrear” la ventana en mi apartamento de Los Ángeles utilizando pantallas
digitales que muestran los colores de los vitrales originales. Es una
recreación imposible que nos exige llenar las lagunas mediante la imaginación,
de la misma manera que el niño y la audiencia pueden visualizar el futuro por
venir.
-¿Cómo llega a competir en la Berlinale?
-Me inscribí por el proceso común. No conozco a nadie
que forme parte del comité de selección, a mí no me contactaron. Ocurre que yo
trabajo en una universidad aquí en Los Ángeles, que se llama California
Institute of the Arts, que como la mayoría de las escuelas de cine tiene
ciertos vínculos con los festivales para que a los aspirantes a competir les
den un descuento por la aplicación. En este caso creo que cuesta 100 euros y a
mí nada más me costó 40 euros. Eso fue lo único distinto a cualquier otra
persona que quiso aplicar. Yo no conocía a nadie de los que hicieron esa selección.
Ya en enero me avisaron que había sido preseleccionado y poco después me
confirmaron que quedé en la final.
Cabe resaltar que los 20 cortometrajes de la
competencia fueron seleccionados de un universo de cuatro mil aspirantes. En
ediciones pasadas solían escoger de 25 a 30, pero este año los redujeron a una
veintena.
-Por el tema del Covid, el Festival de Berlín se
realizará este año en dos partes -explica el cineasta-. La primera semana de
marzo, del 1 al 5, harán una exhibición para la prensa y los profesionales del
mercado de cine. Allí se escogerán a los ganadores de los diferentes rubros del
festival. La segunda parte serán las exhibiciones públicas, a realizarse del 9
al 20 de junio. Ellos esperan que para ese mes se puedan abrir los cines y hacer
exhibiciones al aire libre en Berlín.
-¿Será esta vez a la inversa? ¿Escogerán primero a las
películas ganadoras y tres meses después las presentarán al público?
-Los ganadores de las competencias se anunciarán el 4
de marzo. Es muy raro eso, pero me imagino que es porque quieren mantener ese
aspecto de la premiére. Como habrá otros festivales de aquí a junio, el
anunciar los premios en marzo quiere decir que esa película ya pasó por Berlín
porque ahí fue donde se estrenó.
-¿Cómo le surgió la inspiración para rodar un corto de
las características del que presentará en el Festival de Berlín?
-El corto lo filmé a finales de agosto o comienzos de
septiembre de 2020. Ya habían transcurrido 5 o 6 meses de pandemia, pero en ese
momento se produjo una resurgencia en Los Ángeles del Covid, estábamos en casa
y no podíamos salir. Quise investigar entonces qué tipo de cine podía hacer en
esa circunstancia, sin salir de casa, sin tener club de producción y sin
actores profesionales. También tuve la inspiración de que yo estaba escaneando
fotos del álbum de familia y allí conseguí una del apartamento en donde
vivíamos en Caracas, al cual no he regresado desde que me vine.
-La foto era la de una ventana con unos vitrales de
colores, y en esa nostalgia de ver la foto, me empecé a dar cuenta del
transcurrir del tiempo, de lo distintas que son las circunstancias, de cómo han
cambiado las cosas y quise tomarla como punto de partida para hacer este
cortometraje, que me movió a investigar el tipo de cine que quería hacer en esta
circunstancia: en la casa, sin acceso a muchas cosas. Se puede decir de cierta
manera que es una película generada por la pandemia.
-¿Cómo fue haciendo la película dentro de las
limitaciones de la cuarentena?
-Fue un proceso de adaptabilidad a las circunstancias
que ataron ese proceso de producción. Por ejemplo, no podía usar actores
profesionales y entonces los actores fuimos Christina mi esposa y yo; y la
locación fue mi apartamento y allí busqué la forma de pensar ese espacio que yo
conozco muy bien, un espacio muy cómodo, pero había que verlo de manera
distinta. Fue para mí todo un proceso creativo. Una vez que conseguí la foto,
escribí la narración, con un voice over que narra mis
pensamientos y eso sí lo grabé también en casa. Fue una de las primeras cosas
que hice y ya cuando terminé la traducción me dediqué a conseguir los ángulos,
los puntos de vista, las tomas. Ya tenía algunas tomas en mente, pero cuando
filmaba de repente me venía la idea de filmar otra cosa y así poco a poco se
iba construyendo la película.
-¿En cuánto tiempo se completó esta obra?
-Fue un proceso corto. La producción, la mezcla de
sonido y todo eso terminó a finales de septiembre . Hubo un par de cambios que
le hice a comienzos de este año, pero no de imagen, sino más que nada de
sonido. Pero en realidad el 99 por ciento de la película se hizo entre agosto y
septiembre.
-¿Le sorprendió que le hayan seleccionado para
competir en Berlín?
-Quedé absolutamente sorprendido. Pero es un honor,
porque se trata de uno de los festivales más destacados del mundo, además de
que participo con otros cineastas cuyas películas estoy entusiasmado para
verlas también. Fue una gran sorpresa, que ya procesé y ahora lo que estoy es
dedicado a atender lo relativo al festival.
-Usted habla también de su cine, como una palanca para
una nueva narrativa, un nuevo lenguaje…
-Para mí el cine tiene muchas maneras de manifestarse,
de expresar una visión del mundo, a mí me gusta también hablar de una relación
con el mundo. Como siempre he sido cinéfilo, he buscado directores o películas
que tienen cierto punto de vista original, una manera de hacerlo y de pensarlo
distinta, Y no solamente desde la originalidad de la historia o de los temas,
sino también de cómo filmarlos. Eso es parte de lo que yo admiro y quiero
conseguir con mi cine: nuevas maneras de leer y de relacionarse con el mundo,
porque para mí también eso inspira a lo mismo en la vida de uno, viendo las
cosas desde un punto de vista o desde un ángulo distinto, con una manera
diferente de relacionarse con el tiempo.
-También has descrito Ventana como
“un suave viaje en el tiempo”…
–Estaba pensando
más que nada en las películas de ciencia ficción. El viaje en el tiempo es como
un subgénero dentro de ese género. Es obvio que la mía no es una película de
ciencia ficción, pero pensar en ese concepto, no a la manera de términos
narrativos, sino de cómo puedo yo habitar en el pasado. En este cortometraje
fue un modo de permitir al niño del pasado, a ese niño de 8 años que pasó mucho
tiempo en esa ventana, mirar el futuro, la circunstancia donde iba estar cuando
tuviera los 32 años pasados cuando hice la película.
-Cuando la filmé estaba a dos semanas de casarme con
mi esposa. La película es la relación de un niño que ve a los padres juntos y
se imagina cómo será su vida cuando sea grande y ahora puedo mostrarle a ese
niño ese apartamento en donde vivo en Los Ángeles, la relación donde estoy, un
paso más allá de pensar que el futuro puede ser distinto a toda esa
incertidumbre que teníamos el año pasado con la pandemia.
-¿No te has planteado filmar un largometraje?
-Por ahora nada más he hecho cortos, aunque quisiera
hacer un largometraje pronto. De hecho, tengo una idea en la que estoy
trabajando, que es como un proceso parecido al que tuve con Ventana,
pero que introduce elementos más de ficción. Quiero procesar esa idea,
desarrollarla y tal vez hacer un largo, aunque todavía no lo sé, porque tengo
que empezar la producción. He filmado un par de cosas, pero todavía debo
desarrollarlo más y espero poder terminarlo en 2022. Pienso titularlo Hace
mil años y espero que sea un largometraje, pero a veces las películas
terminan determinando por ellas mismas lo que serán.
-¿Cómo llegas al cine, fue una vocación de siempre o
algo que se dio a tu llegada a Estados Unidos?
-Mis padres (los periodistas venezolanos
Elizabeth Baralt y Edgar Jorge Larrazábal) son gente de cine y en Venezuela,
del cine nacional en su momento, en los años 80. Pero cuando yo nací no había
mucho cine nacional y ellos trabajaron más que nada en publicidad cuando
vivíamos en Caracas. Yo crecí en ese ambiente de los sets de filmación, los
conocí de muy pequeño, pero nunca lo consideré como una vocación, sino hasta
después que nos mudamos a Estados Unidos.
-Tenía 15 años cuando nos vinimos y fue como un
proceso de adaptabilidad cultural, de shock cultural, que es común cuando la
gente entra a una cultura nueva. Para mí, el cine fue como un refugio y un
hogar en ese momento de adolescencia ante ese cambio tan grande. Me enamoré del
cine, no tanto como vocación, sino casi como una obsesión de ver películas. Ahí
empezó mi cinefilia, por decirlo de alguna manera. Eso me animó a aplicar en escuelas
de cine. Primero fui a una en Orlando, en la University of Central Florida,
donde estudié producción de cine y después hice una maestría de cine y video
aquí en Los Ángeles, en el California Institute of the Arts (Cal-Arts). Desde
que tenía 15 años, el cine ha sido mi trayectoria y mi guía.
-¿Cineastas que te hayan servido de inspiración?
-Es una pregunta difícil de responder, porque son
muchos. Del cine europeo, me gustan las películas de Michelangelo Antonioni y
Jean-Luc Godard. Y de Estados Unidos las de un cineasta que se llama Charles
Burnett. Del cine clásico me gustan las películas de Nicholas Ray. Del cine
experimental, que también me fascina, hay cineastas con los que yo estudié que
también me introdujeron mucho a ese mundo, como Christopher Harris, uno de mis
profesores, y James Bennings, además de Lucrecia Martel y Deborah Stratman.
-¿Te visualizas definitivamente como cineasta de cara
al futuro?
-Sí, eso ya es parte de mi identidad personal.
-¿De qué manera están tus cortos anteriores inmersos
en esa búsqueda personal de una nueva narrativa?
-Cada corto ha sido un intento distinto de encontrar
ese nuevo lenguaje, esa nueva manera de ver. Son respuestas distintas a esa
pregunta. No es que una sea más válida que la otra, sino que reflejan momentos
y circunstancias de la vida a través de una manera inesperada de entender el
cine.
-¿Qué puedes decirnos del recorrido internacional que
han tenido?
-Hubo un programa que se organizó en Los Ángeles en
2017, que fue como la primera retrospectiva del cine experimental de toda
Latinoamérica, desde los años 50 para acá. Yo formé parte de ese programa, que
hizo un tour mundial por España, México, Colombia… Otros de los documentales
que he hecho han pasado también por distintos festivales, pero el de Berlín es
el primer festival de gran reconocimiento donde voy a participar.
Sustanciosa oferta de cortometrajes
De los 20 filmes, procedentes de 16 países, que este
año optarán al Oso de Oro en la sección de cortos de esta atípica 71 edición
del Festival de Cine de Berlín, condicionada por la pandemia del coronavirus,
además de Ventana, del venezolano Edgar Jorge Baralt y seleccionado
en Estados Unidos, participarán uno mexicano y uno panameño. El del país azteca
se llama Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje, de
Gabriel Herrera, y el de la cinta franco-panameña, A Love Song in
Spanish, cuestiona a la sociedad al procesar sus instituciones.
La brasileña Bárbara Wagner y su colega Benjamin de
Burca -Premio Audi de Cortometraje en la Berlinale
de 2019 con Rise-, regresan al festival con la
coproducción franco-alemana One Hundred Steps, al igual que el
portugués Diogo Costa Amarante -Oso de Oro en 2017 con Cidade Pequena–
con Luz de Presena (A present light).
Los veinte cortometrajes reflejan diferentes lenguajes
expresivos y van desde formatos de ficción hasta formas híbridas y
documentales, pasando por la experimentación y la animación.
Está previsto que la gala de entrega de premios se
celebre en junio, durante la cita abierta al público.
La edición del año pasado, entre el 20 febrero y el 1
de marzo, fue el último gran festival europeo que aún pudo celebrarse sin las
restricciones que ha obligado a imponer la pandemia.
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