San Josemaría 27 de febrero de 2021
@sJosemaria
Escribió
también el Apóstol que "no hay distinción de gentil y judío, de circunciso
y no circunciso, de bárbaro y escita, de esclavo y libre, sino que Cristo es
todo y está en todos". Estas palabras valen hoy como ayer: ante el Señor,
no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de estado... Cada uno de
nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios:
¡todos somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos! (Surco, 317)
Ante el hambre de paz, hemos de repetir con San Pablo:
Cristo es nuestra paz, pax nostra. Los deseos de verdad deben
recordarnos que Jesús es el camino, la verdad y la vida. A quienes aspiran a la
unidad, hemos de colocarles frente a Cristo que ruega para que estemos consummati
in unum, consumados en la unidad. El hambre de justicia debe conducirnos a
la fuente originaria de la concordia entre los hombres: el ser y saberse hijos
del Padre, hermanos.
Paz, verdad, unidad, justicia. ¡Qué difícil parece a
veces la tarea de superar las barreras, que impiden la convivencia humana! Y,
sin embargo, los cristianos estamos llamados a realizar ese gran milagro de la
fraternidad: conseguir, con la gracia de Dios, que los hombres se traten
cristianamente, llevando los unos las cargas de los otros, viviendo
el mandamiento del Amor, que es vínculo de la perfección y resumen de la
ley. (Es Cristo que pasa, 157)
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/todos-somos-hermanos/
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