Francisco Fernández-Carvajal 21 de febrero de 2021
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— Sentido de la fiesta.
— San Pedro en Roma.
— Amor y veneración al Romano Pontífice.
I. El Señor dice a Simón Pedro: Yo he pedido por
ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus
hermanos1.
La voz cátedra significa materialmente
la silla desde donde enseña el maestro, en este caso el Obispo, pero ya los
Santos Padres la utilizaban como símbolo de la autoridad que tenían los
Obispos, y especialmente la sede de Pedro, la de Roma. San Cipriano, en el
siglo iii, decía: «Se da a Pedro el primado para mostrar que es una la
Iglesia de Cristo y una la Cátedra», es decir, el magisterio y el gobierno. Y
para recalcar aún más la unidad, añadía: «Dios es uno, uno el Señor, una la
Iglesia y una la Cátedra fundada por Cristo»2.
Como símbolo de que Pedro había establecido su sede en
Roma, el pueblo romano tenía un gran aprecio a una verdadera cátedra de madera,
en la que, según una tradición inmemorial, se habría sentado el Príncipe de los
Apóstoles. San Dámaso, en el siglo iv, la trasladó al baptisterio del
Vaticano, construido por él. Durante muchos siglos estuvo bien visible y fue
muy venerada por los peregrinos de toda la Cristiandad llegados a Roma. Al
levantarse la actual Basílica de San Pedro, se creyó conveniente guardar como
una reliquia la venerada cátedra. Al fondo del ábside se encuentra, a manera de
imagen principal, la llamada «gloria de Bernini», un gran relicario en el que
se conserva la silla del Apóstol cubierta de bronce y oro, sobre la que el
Espíritu Santo irradia su asistencia.
Entre las fiestas que se encuentran en los calendarios
anteriores al siglo iv, las primeras de la Iglesia, se cuenta la de hoy,
con el título de Natale Petri de Cathedra, es decir, el día de la
institución del Pontificado de Pedro. Con esta fiesta se quiso realzar y
señalar el episcopado del Príncipe de los Apóstoles, su potestad jerárquica y
magisterio en la urbe de Roma y en todo el orbe. Era costumbre antigua
conmemorar la consagración de los Obispos y la toma de posesión de sus
respectivas sedes. Pero estas conmemoraciones se extendían solo a la propia
diócesis. Solo a la de Pedro se le dio el nombre de Cátedra, y fue
la única que se celebró, desde los primeros siglos, en toda la Cristiandad. San
Agustín, en un sermón para la fiesta del día, señala: «La festividad que hoy
celebramos recibió de nuestros antepasados el nombre de Cátedra,
con el que se recuerda que al primero de los Apóstoles le fue entregada hoy la
Cátedra del episcopado»3.
A nosotros nos recuerda, una vez más, la obediencia y el amor al que hace las
veces de Cristo en la tierra.
II. Sabemos por la
tradición de la Iglesia4 que
Pedro residió durante algún tiempo en Antioquía, la ciudad donde los
discípulos empezaron a llamarse cristianos5.
Allí predicó el Evangelio, y volvió después a Jerusalén, donde se desató una
sangrienta persecución: el rey Herodes, después de haber hecho degollar a
Santiago, viendo que esto complacía a los judíos, determinó también
prender a Pedro6.
Liberado por el ministerio de un ángel, abandonó Palestina y se retiró
a otro lugar7.
Los Hechos de los Apóstoles no nos dicen a dónde marchó, pero
por la tradición sabemos que se dirigió a la Ciudad Eterna. San Jerónimo afirma
que Pedro llegó a Roma en el año segundo del principado de Claudio -que
corresponde al año 43 después de Cristo y permaneció allí por espacio de
veinticinco años, hasta su muerte8.
Algunos suponen un doble viaje a Roma: uno, después de marcharse de Jerusalén;
habría regresado a Palestina hacia el año 49, fecha del Concilio de Jerusalén,
y poco después habría vuelto, realizando luego algunos viajes misioneros.
San Pedro llegó a esta ciudad, centro del mundo en
aquel tiempo, «para que la luz de la verdad, revelada para la salvación de
todas las naciones, se derramase más eficazmente desde la misma cabeza por todo
el cuerpo del mundo -afirma San León Magno Pues, ¿de qué raza no había entonces
hombres en aquella ciudad? ¿O qué pueblos podían ignorar lo que Roma enseñase?
Este era el lugar apropiado para refutar las teorías de la falsa filosofía,
para deshacer las necedades de la sabiduría terrena, para destruir la impiedad
de los sacrificios; allí con suma diligencia se había ido reuniendo todo cuanto
habían inventado los diferentes errores»9.
El pescador de Galilea se convirtió así en fundamento
y roca de la Iglesia, y estableció su sede en la Ciudad Eterna. Desde allí
predicó a su Maestro, como lo había hecho en Judea y en Samaria, en Galilea y
en Antioquía. Desde esta cátedra de Roma gobernó a toda la Iglesia, adoctrinó a
todos los cristianos y derramó su sangre confirmando su predicación, a ejemplo
de su Maestro.
La tumba del Príncipe de los Apóstoles, situada debajo
del altar de la Confesión de la Basílica vaticana –según afirma de manera
unánime la tradición, ratificada por los hallazgos arqueológicos–, da a
entender, también de un modo material y visible, que Simón Pedro es, por
expresa voluntad divina, la roca fuerte, segura e inconmovible que
soporta el edificio de la Iglesia entera a través de los siglos. En su
magisterio y en el de sus sucesores resuena infalible la voz de Cristo y, por
eso, está cimentada firmemente nuestra fe.
III. El
Evangelio de la Misa recoge las palabras de Jesús en Cesarea de Filipo, en las
que promete a Pedro y a sus sucesores el Primado de la Iglesia: Tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la
derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra
quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el
Cielo10. Y exclama San Agustín: «Bendito sea Dios, que ordenó exaltar
al Apóstol Pedro sobre la Iglesia. Es digno honrar a este fundamento, por medio
del cual es posible escalar el Cielo»11.
Desde Roma, unas veces a través de escritos, otras
personalmente o por enviados suyos, consuela, reprende o fortalece en la fe a
los cristianos que crecen ya por todas las regiones del Imperio Romano. En
la Primera lectura de la Misa se dirige con cierta solemnidad
a los pastores de diversas Iglesias locales del Asia Menor, exhortándolos a
cuidar amorosamente de quienes les están encomendados: Sed pastores del
rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino
de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia12.
Estas exhortaciones nos recuerdan las de Jesús hablando del Buen Pastor13 y
las que le dirigió después de su Resurrección: Apacienta mis
corderos... Apacienta mis ovejas14.
Esta es la misión encomendada por el Señor a Pedro y a
sus sucesores: dirigir y cuidar de los demás pastores que rigen la grey del
Señor, confirmar en la fe al Pueblo de Dios, velar por la pureza de la doctrina
y de las costumbres, interpretar –con la asistencia del Espíritu Santo– las
verdades contenidas en el depósito de la Revelación. Por lo cual -escribe
en su segunda Carta- no cesaré jamás de recordaros estas cosas, por más
que las sepáis y estéis firmes en la verdad que ya poseéis. Pues considero que
es mi deber –mientras permanezca en esta tienda– estimularos con mis
exhortaciones, pues sé que pronto tendré que abandonarla, según me lo ha
manifestado nuestro Señor Jesucristo. Y procuraré que aun después de mi partida
podáis recordar estas cosas en todo momento15.
La fiesta de hoy nos ofrece una oportunidad más para manifestar
nuestra filial adhesión a las enseñanzas del Santo Padre, a su magisterio, y
para examinar el interés que ponemos en conocerlas y llevarlas a la práctica.
El amor al Papa es señal de nuestro amor a Cristo. Y
este amor y veneración se han de poner de manifiesto en la petición diaria por
su persona y por sus intenciones: Dominus conservet eum et vivificet
eum et beatum faciat eum in terra... El Señor lo conserve y lo vivifique y le
haga feliz en la tierra, y no permita que caiga en manos de sus enemigos.
Este amor se ha de señalar aún más en determinados momentos: cuando realiza un
viaje apostólico, en la enfermedad, cuando arrecian los ataques de los enemigos
de la Iglesia, cuando por cualquier circunstancia nos encontramos más próximos
a su persona... «Católico, Apostólico, ¡Romano! -Me gusta que seas muy romano.
Y que tengas deseos de hacer tu “romería”, “videre Petrum”, para ver a Pedro»16.
*Se celebraba esta fiesta, ya antes del siglo iv,
para señalar que Pedro había establecido su sede en Roma. Se encuentra en los
calendarios más antiguos bajo el título de Natale Petri de Cathedra, y con
la indicación de que se celebrara el 22 de febrero. Con la festividad de hoy se
quiso expresar, desde los comienzos, la unidad de toda la Iglesia, que tiene su
fundamento en Pedro y en sus sucesores en la sede romana.
1 Antífona
de entrada. Lc 22, 32. —
2 San
Cipriano, Epístola 43, 5. —
3 San
Agustín, Sermón 15, sobre los santos. —
4 Cfr. San
León Magno, En la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Homilía 82, 5. —
5 Hech 11,
26. —
6 Hech 12,
3. —
7 Hech 12,
17. —
8 San
Jerónimo, De viris illustribus, 1. —
9 San
León Magno, loc. cit., 3-4. —
10 Mt 16,
13-19. —
11 San
Agustín, loc. cit. —
12 1
Pdr 5, 2. —
13 Jn 10,
1 ss. —
14 Jn 21,
15-17. —
15 2
Pdr 1, 12-15. —
16 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 520.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx
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