Carolina Gómez-Ávila 21 de febrero de 2021
Aquí
van tres frases tomadas de una carta de quien pretende abjurar del chavismo; y
aquí van las razones por las cuales considero que lamenta el resultado
manteniendo los principios que lo causaron.
Venezuela
vive una catástrofe ética
Anterior
al chavismo, en realidad, y fue su caldo de cultivo. La cosa empezó con la
impunidad. Al fallar la aplicación de justicia, en cada barrio prosperó el más
guapo y las normas que este impusiera para sobrevivirle, primero; y para
protegerlo, después.
No
molestar, no denunciar, no mirar y, luego, justificar, colaborar, servir. Así
fue que la lealtad que se debió tener a las instituciones se transfirió a las
personas, convirtiéndose en complicidad. Primero pasó en barrios, luego en
bloques, en caseríos, en edificios, en urbanizaciones, en cuadras, en
municipios, en todo el país.
No
hubo escuela que combatiera la complicidad como antivalor, porque casi nadie
escoge hacer lo correcto cuando el sistema judicial no es eficiente. Luego el
sistema judicial fue directamente corrupto y cualquier legislación,
insuficiente.
Después,
como lo que sirve para tener control puede servir para tener poder, los
políticos miran los métodos, los estudian, los copian; los malandros sonríen,
se mezclan, le agarran el gustico y se adueñan del país.
Esta
es la historia de cómo las fronteras de lo permisible se fueron corriendo. Para
que el naciente chavismo tuviera fuerza popular tenía que tener el apoyo de los
excluidos y, aunque es verdad que antes del chavismo había delincuentes en cada
partido político, era imperativo incluir ahora a todos los demás.
El
chavismo ganó elecciones con esta clase de gente, a la que acogió en su seno y
dejó que introdujera democráticamente —porque eran mayoría— sus normas. Nadie
se resistió a ellas, nadie fue mejor y corrompieron rápido a quien no estuviera
ya corrompido. Lo demás no hace falta narrarlo, aquí estamos viviéndolo y no
tengo que decir que el regreso a la ética —ponerle fin a la catástrofe—
acabaría con la masificación del chavismo.
Esto
no es ninguna revolución
Al
contrario, lo es. Las revoluciones se hacen de la nada para tomar el poder y el
chavismo lo logró así, con el apoyo de los excluidos, y también logró el fin
ulterior de las revoluciones: producir cambios en la sociedad. ¡Qué cambios!
Decir
que no es una revolución es una perversa declaración política que da lugar a
creer que, para reparar el actual desastre, se requeriría ¡una revolución! Pero
resulta que sí lo fue y que apoyar cualquier otra sería, de nuevo, un albur que
perdería el pueblo. Todas las revoluciones son apuestas a aventureros que la
mayoría de las veces salieron malos. Negar que esta lo ha sido es una forma
rápida de excusarse y salir absuelto sin pedir perdón.
Eso
define al chavismo, jamás reconocen su culpa y jamás piden perdón. Y pedir
perdón, siempre lo digo, es un acto profundamente político porque castiga
retomar posiciones y alianzas anteriores. Es de interés público que se admitan
turbados por habernos diezmado y haber destruido nuestro futuro, así que veamos
si tienen el coraje de enunciar en qué consistieron sus faltas, si reconocen su
responsabilidad, si se muestran arrepentidos y, sobre todo, cómo ofrecen
reparar el mal que nos han hecho. El fracaso de su oferta revolucionaria,
reclama que pidan perdón.
El
capitalismo venezolano es ahora más desigual, inequitativo, improductivo y corrupto
Habría
que darle la razón porque eso pasa cuando la riqueza se redistribuye a través
del hurto y del pillaje. Del arrebato al crimen, recorrieron toda la paleta de
métodos para acumular lo que ahora tienen y que, por vías lícitas, jamás
tendrían en una vida de trabajo honesto, incluso con inteligencia
sobresaliente, óptima preparación y la mejor de las suertes.
Pero
no es verdad. Esto no es capitalismo, es «socialismo del siglo XXI», una
plastilina ideológica que siempre estaba —no puedo olvidarlo— «por construir»,
de modo que era perfecta para tomar la forma que justificara el latrocinio y
perversidades que requiriera la revolución.
Para
ser honestos, esto no ha sido capitalismo porque fue incapaz de crear riqueza,
ni ha sido socialismo porque fue incapaz de redistribuir nada. Solo ha sido la
toma del poder para robar los recursos del Estado; agotados estos, robar el
espíritu de la nación y, agotado este, robarle su futuro.
La
verdad es que ha sido una importante carta, porque en tres frases dejó explicados
los orígenes, fundamentos y destino del chavismo.
Carolina Gómez-Ávila
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