Por Piero Trepiccione
Hemos visto durante los
últimos días una abierta confrontación verbal-estratégica entre los mandatarios
de Colombia, Iván Duque y Venezuela, Nicolás Maduro. Ésta ha ido subiendo de
tono considerablemente, especialmente, a partir del decreto presidencial de
protección a los migrantes venezolanos que, internacionalmente, le valió al
mandatario colombiano numerosos elogios, incluidos, los del Papa Francisco.
Como réplica, Maduro ha
señalado la “invisibilización” de más de seis millones de migrantes colombianos
que residen actualmente en Venezuela y que, según ha señalado, “esto forma
parte de una estrategia de Duque para atentar contra Venezuela”.
En esas dimensiones, ha
venido escalando la refriega verbalizada entre ambos mandatarios con
la consiguiente preocupación de parte de agencias y analistas, de un potencial
paso a escenarios de belicismo. Esto nos llevaría a una batalla externa
que, independientemente sea de tercera o cuarta generación, involucraría a dos
países de la región, con influencias contrapuestas en sus intereses
geopolíticos. Colombia, abiertamente alineada con los Estados Unidos y la Unión
Europea; y Venezuela, también abiertamente alineada con el eje Beijing-Moscú conformado
por China en su búsqueda incesante de ser la nueva superpotencia global y
Rusia, ex superpotencia pero con grandes intereses geopolíticos y
geoestratégicos heredados de la extinta Unión Soviética.
Pero, ¿esta
batalla externa es realmente el centro de atención de los gobiernos de ambas
naciones? O por el contrario, una táctica de distracción de otro tipo de
problemáticas, más asociadas a problemas internos en ambos países. Eso lo
pudiéramos averiguar en las siguientes semanas que vamos a vivir en la región.
Lo cierto del caso es que ambos mandatarios estarán inmersos en procesos
comiciales que se avecinan, con un enorme cuadro de complejidad en lo que
respecta a las fuerzas ideológicas que se están moviendo para obtener las
posiciones de poder tanto en Bogotá como en Caracas. Y un elemento adicional,
pero no por ello menos clave, es la división que se presenta en los
cuadros políticos de ambos mandatarios.
En cuanto a la derecha
colombiana, las divisiones internas se hacen cada vez más evidentes a la luz de
las ambiciones desatadas para ocupar la presidencia y poder sustituir a
Duque a partir de 2022. Las luchas encarnizadas entre los diferentes partidos y
opciones políticas del establishment se han venido desarrollando en sentido
abierto y soterrado con unas confrontaciones discursivas de
alta perfomance para debilitar la imagen de Duque. Quien, a la par,
recibe duros ataques de la izquierda que, esta vez, confía en poder obtener la
victoria y alinearse con los últimos procesos comiciales en la región que han
dado un giro a su favor.
En Caracas las cosas
tampoco andan calmadas. Por primera vez en mucho tiempo, se están desatando
luchas intestinas en el seno de la alianza política que controla el poder
desde hace ya veintiún años. La aproximación de las elecciones para
gobernadores y alcaldes pautadas para diciembre próximo, ha desatado una
“guerra” de intentos de desprestigio de líderes del chavismo vinculadas a
posiciones internas.
Todo esto aliñado con
la situación económica actual, el tema de las sanciones y las posiciones de
muchos países del hemisferio occidental con respecto a Venezuela. También el
proceso de reconstrucción que está intentando adelantar la oposición política y
que, en el mediano plazo pudiera articular de nuevo a la dirección política con
el descontento generalizado de la población.
Como
vemos, pareciera más bien avecinarse una batalla interna con otras
características muy distintas a las que hemos visto en las últimas dos
décadas en Venezuela. Roles contrapuestos, realineados, discretos, indiscretos,
tácticos, estratégicos y sobre todo, intentando reconectar el liderazgo perdido
con la dura realidad del imaginario colectivo de la nación.
21-02-21
https://efectococuyo.com/opinion/venezuela-batalla-interna-o-externa/
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