José Toro Hardy 19 de febrero de 2021
@josetorohardy
“Terra incognita” era el término que se utilizaba en
los mapas antiguos desde el Siglo XV para caracterizar los territorios
desconocidos. Los cartógrafos solían escribir la frase “hic sunt dracones”
(aquí hay dragones) y los mares ignotos los ilustraban con criaturas
fantásticas y serpientes marinas gigantes devorando naves.
Todo ello denotaba el miedo a lo desconocido.
En ese miedo están inmersos actualmente millones de venezolanos
que no terminan de entender lo que ha pasado. Una nación occidental y moderna,
antes próspera y democrática, que el mundo creía rica por estar dotada de
incontables riquezas naturales y en la que el sistema democrático parecía haber
hundido sus raíces, ha sido destruida.
Una revolución empobrecedora campea por sus fueros.
Una nación que durante décadas Fidel Castro intentó inútilmente invadir
mediante desembarcos como el de Machurucuto y guerrillas, cayó sin embargo en
sus manos cuando el líder caribeño cambió su estrategia y, conquistando a un
solo hombre -Hugo Chávez-, se apoderó de todo el país. Fue la invasión más
rentable en la historia de la humanidad.
La inmensa mayoría de los venezolanos, como lo
demuestran todas las encuestas, se oponen a lo que aquí ocurre y, sin embargo,
el régimen se mantiene en el poder.
Hay que reconocerlo. En la población existe una suerte
de desaliento. Más de cinco millones y medio de compatriotas han emigrado. La
fuga de cerebros es devastadora. Nos enfrentamos a situaciones incógnitas.
El panorama internacional ha variado. Ya no está Trump
hablando de que todas las opciones están sobre la mesa. La posición de México
es neutral y en Latinoamérica han ganado terreno los sucesores de los Kirshner,
de Evo Morales y posiblemente de Correa.
Pero veamos la otra cara de la moneda:
La economía está destrozada y la hiperinflación avanza
incontenible al extremo de que entre marzo del 2013 y enero del 2021 (durante
el gobierno de Maduro) la inflación acumulada según cifras del BCV alcanza a la
pasmosa cifra de 139.655.058.282 % (ciento treinta y nueve mil seiscientos
cincuenta y cinco millones cincuenta y ocho mil doscientos ochenta y dos por
ciento). Aunque las crisis económicas no tumban gobiernos, los gobiernos dejan
de ser viables. Eso está ocurriendo.
Si bien la oposición luce bastante desarticulada, el
régimen se enfrenta a una situación mucho peor. Económicamente las alternativas
que ofrece con su inconstitucional “Ley Antibloqueo” (epítome de la inseguridad
jurídica) no son factibles. Presenta, sí, buenas oportunidades de negocio para
algunos allegados y enchufados, pero resulta aberrante para el país.
Mientras tanto, a nivel internacional una presión de
carácter multilateral protagonizada por el gobierno de Biden, la Unión Europea,
la OEA y el Grupo de Lima pudieran ser mucho más efectivas que las amenazas de
Trump. En particular porque el tema de los derechos humanos adquiere mayor
relevancia ante una comunidad internacional cada vez más sensible frente a esos
temas.
A la vez una Cuba arruinada y entrando en un nuevo
“período especial” -que enfrenta una transición inevitable dada la edad y la
salud de Raúl- y que ya no puede contar con la ayuda venezolana, será sin duda
mucho más receptiva a los condicionamientos de un Biden dispuesto a tenderle
puentes pero también a exigirle sacar las manos de Venezuela.
Una China, decepcionada ante la ineptitud e
incumplimientos del régimen caraqueño pero interesada en mejorar sus relaciones
con Washington, difícilmente va a romper lanzas por el país caribeño.
Una Rusia económicamente agobiada y enfrentando un
fuerte rechazo internacional por el caso de Crimea y el del disidente opositor
Alexei Navalny, tampoco lo hará.
Irán es otro cuento, pero aquí ni somos islámicos ni
nuestra idiosincrasia guarda relación alguna con aquel lejano país regido por
una dictadura teocrática.
En conjunto lo anterior configura un panorama
profundamente incierto para el régimen. A ello se suma el caso del preso de
Cabo Verde cuya eventual extradición a los EEUU parece llenarlos de pavor.
Y ni hablar de lo que pudiera ocurrir en la Corte
Penal Internacional, donde los casos no prescriben y en los que no quisieran
verse envueltas figuras claves para la permanencia del régimen.
Vemos pues que para el oficialismo una transición
convenida luce como la mejor opción. Cualquier otra alternativa se presenta
llena de serpientes marinas gigantes y dragones (hic sunt dracones): una
verdadera “terra incognita”.
José
Toro Hardy
@josetorohardy
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