Por Piero Trepiccione
Venezuela es un caso
muy particular en los actuales momentos. El descrédito generalizado hacia la
política, líderes políticos y partidos es asombroso. Mucho más, porque los
porcentajes superan con creces la media de muchos países de la región. La
población se siente abandonada a su suerte sin un rumbo claro que amalgame
de nuevo una esperanza colectiva como nación, que la haga superar la
multidimensionalidad de la crisis actual.
En una situación de
esta naturaleza, la única vía para reconstruir una esperanza colectiva que sea
el marco referencial para movilizar y concentrar todas las energías posibles,
es la acción política. Sin embargo, la pregunta obligada que muchos se
hacen en un juego tan “trancado” es ¿cómo se puede hacer esto? Y la
respuesta está asociada a un principio fundamental.
La política se hace con
la gente. Siempre se ha tratado de una construcción colectiva y no
individual. Aunque la figura del liderazgo es importante en tanto la persona
como el partido o los movimientos sociales, si no hay raíces y apegos
partidarios generalizados es difícil concebir vectores de fuerza
transformadora. Por lo tanto, el primer y más importante paso es darle la participación
a la gente más allá de las estructuras partidistas, para que alimente con
sus propias emociones y dinámicas, un proceso de “enamoramiento” de causas que
trasciendan la actual realidad.
La arquitectura del
relanzamiento de la política debe partir de la base hacia arriba. No al revés,
como se ha venido haciendo hasta ahora. La ciudadanía es la más afectada
por la crisis en todos los sentidos. Es allí donde están los temas cruciales
desde los cuales construir una narrativa política que los impulse hacia un
horizonte común y claro. Las cúpulas de los partidos pueden servir para dar una
orientación estratégica en los procesos, pero no pueden sustituir la
voluntad general. Y en eso es donde se ha venido fallando sustancialmente.
Tenemos partidos que solo miran a sus ombligos, solo discuten temáticas
asociadas a sus intereses particulares y muy políticos que terminan
disociándolos de la sociedad entera, como ocurre actualmente en
Venezuela.
A los venezolanos no
les es motivo de preocupación en las actuales circunstancias quién debe liderar
las transformaciones. Eso obviamente vendrá después. De momento, les es más
útil y esperanzador quién los apoye solidariamente en asuntos sociales en los
sectores más populares del país, llenos de necesidades por doquier. Pero
también, quien les conozca en profundidad y articule esfuerzos de
emprendimiento y capacidad de producción para mejorar los aspectos
económicos. También, quienes promuevan que las decisiones importantes en
materia de candidaturas se asocien a una participación popular en primarias y
no en círculos esotéricos tradicionales de diferente signo ideológico.
Para reinventar la
política y hacerla de nuevo creíble y esperanzadora se debe acudir a una unidad
“desde la gente” desde abajo, desde las bases, desde la Venezuela profunda y
deseosa de superar con creces su actual estatus. Ante el juego trancado se
debe abrir el grifo de la creatividad popular, nacional, republicana y
llena de valores asociados a la convivencia democrática.
La política de salón
siempre ha sido importante. Los bufones y los cortesanos tienen su rol. Los
diplomáticos también. Pero más allá de ello, necesitas reconectar con el
espíritu de la nación y eso se hace “pateando la calle”. La Venezuela
profunda y brutalmente golpeada necesita políticos que abandonen el salón y
conversen con la gente. Allí están las soluciones. Solo que debemos
sistematizarlas y posicionarlas con inteligencia, astucia, emoción y
racionalidad. El descrédito es reversible hacia la esperanza. Pero debemos
tener muy claro las formas de accionar.
14-02-21
https://efectococuyo.com/opinion/como-reinventar-la-politica-en-medio-del-descredito/
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