Por Gregorio Salazar
Desde hace muchos años
la guerrilla colombiana le viene mordisqueando la frontera sur a Venezuela. Si
el conflicto armado del hermano país tiene más de 70 años, por lo menos durante
medio siglo sus repercusiones hicieron de esa zona limítrofe la más caliente
del continente.
En ese largo período
los venezolanos estuvimos familiarizados con las noticias provenientes de esas
actividades irregulares, las que ofrecía el Estado venezolano, las que
conseguían los medios, las que venían del otro lado: encuentros armados,
persecuciones en calientes, secuestros, asaltos, atentados terroristas,
actividades ilegales, principalmente narcotráfico.
El giro de 180 grados
vino con la declaración de Chávez, recién alzado con la Presidencia de la
República, para quien el Estado venezolano era ahora neutral frente a ese
conflicto en el que un grupo en armas pretendía derrocar gobiernos salidos de
la soberanía electoral colombiana. A José Vicente Rangel, canciller en
funciones, le quedaban todavía algunos retallones de vergüenza y salió a tratar
de recomponer lo que quiso hacer ver como una novatada o impericia de su jefe.
Después, la diplomacia
y las buenas relaciones se mandaron al diantre y hemos visto de todo en estos
21 años, incluyendo aquella despedida de desfachatada camaradería montaraz del
para entonces ministro Rodríguez Chacín, cuando le dijo a un grupo guerrillero
que le había entregado unos secuestrados: “Mantengan ese espíritu, mantengan
esa fuerza y cuenten con nosotros…Sigan en esa lucha…”.
Lucha cuyo número de
víctimas entre muertos, lisiados, desplazados, secuestrados y desaparecidos
había llegado al año 2018, según el Registro Único de Víctimas, a casi nueve
millones de afectados, de los cuales más de dos millones eran niños. Esa
tragedia humana condujo a la laboriosa negociación y firma de un tratado de paz
que, según el Estado colombiano, está siendo burlado por los jefes de las FARC,
acusación que estos les rebotan a los nuevos representantes del gobierno
colombiano.
El tema cobró
contingencia informativa hace pocos días luego de un reportaje de la Revista
Semana, titulado “En la mira”, en el cual se sostiene con apoyo fotográficos
que Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa y Romaña, están en Venezuela”. Y da
cuenta de las mismas actividades ilícitas de siempre, cómodamente instaladas en
nuestro suelo.
Por supuesto, en
Venezuela pocos medios –de hecho son pocos los que quedan– osaron hacerse eco
de esa noticia y, sin embargo, algunas personas se enteraron de la publicación
porque uno de los jerarcas del régimen se quejó de que el portal Efecto Cocuyo
lo había insertado en su contenido. Seguidamente sostuvo que ese medio debe
tener pruebas de lo que dice y sugirió que el Ministerio Público le abra una
investigación. Vaya, ¿con qué fin?
No sabíamos que el tema
de la guerrilla colombiana es tabú. ¿Qué factótum lo decretó así? ¿Por qué los
venezolanos no tenemos derecho a conocer lo que publican los medios de un país
vecino sobre temas que nos involucran?
¿Cómo se puede salir a
proponerle diálogo a sectores del país y al mismo tiempo mantenerlo bajo el
yugo de una férrea hegemonía, léase bloqueo, comunicacional?
¿Qué pasaría si la
veintena de diputados no oficialistas que llegaron a la AN proponen una
investigación sobre la presencia guerrillera en Venezuela? ¿Recibirán el mismo
trato? ¿También le azuzarán al operador político del Ministerio Público? ¿O
es que se trata de un ensañamiento contra el portal Efecto Cocuyo porque
hubiera recibido cooperación internacional?
Todos sabemos que entre
las persecuciones, los cierres, la censura, las medidas administrativas y
finalmente la destrucción de la economía nacional por el modelo de socialismo
salvaje aquel nutrido entramado mediático –impreso, radial y televisivo– del
que disfrutábamos los venezolanos quedó sin garantías y sin base económica para
tener rentabilidad. Si hay solidaridad internacional es para que no nos dejen
totalmente a oscuras.
Nos despedimos sin
entender esta menuda contradicción: el centro de Caracas ha sido declarado
territorio chavista por el Psuv. Cuando cualquier dirigente opositor pasaba por
la “esquina caliente” era tratado como intruso y por tanto agredido. En cambio,
en las redes sociales son frecuentes los videos o audios de jefes guerrilleros
colombianos que se han instalado a sus anchas en las zonas fronterizas, cada
vez más al sureste. Mandan y disponen y se dice que reparten hasta las cajas
del CLAP. Y ni el gran factótum ni el Ministerio Público se dan por enterados.
Gregorio Salazar es
Periodista. Exsecretario general del SNTP.
14-02-21
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