José Luis Farías 23 de febrero de 2021
@fariasjoseluis
El
15 de diciembre de 1948, en una conversación secreta en la embajada de
Colombia, Rómulo Betancourt dijo al embajador norteamericano Walter J. Donelly:
-"No
hay duda de que con el tiempo regresaremos al poder. Pueden ser uno, dos o diez
años, pero no olvide mis palabras. Regresaremos al poder, no por la fuerza ni
por el apoyo de los cuarteles sino por petición popular" (1)
Un
presagio que la tenacidad de una legítima sed de poder, haría realidad
exactamente una década después.
Convicción y determinación
Tres
semanas antes, el sábado 24 de noviembre, a las 11 de la mañana, Alberto
Carnevalli había hecho una llamada al presidente Rómulo Gallegos, a su casa en
"Los Palos Grandes", para informarle que el rumor era una realidad.
-"Presidente,
ahora si es verdad, los militares ocupan en este momento el Palacio. Es el
golpe ...". (2)
El
infausto golpe de estado contra el primer presidente electo democráticamente en
el país por el sufragio universal, directo y secreto, Rómulo Gallegos, el más
importante escritor venezolano del siglo XX, electo apenas nueve meses antes,
con una apabullante mayoría del 75% de los votos, había puesto a dar carreras
todo el gobierno.
Betancourt,
que si bien no tenía cargo alguno en ese gobierno y hasta peleado andaba con
Gallegos, será el más buscado de todos los adecos del país. Era el fundador y
máximo líder del partido y como tal el principal objetivo de los militares
golpistas.
Pese
a que los rumores tenían meses y se habían hecho de una frecuencia insólita
durante los últimos cinco días, el zarpazo militar parece haberlo sorprendido
dadas las difíciles circunstancias en la cual transcurrieron los próximos siete
días, de los cuales dejó constancia en un mensaje al CEN de su partido
interceptado por la dictadura y utilizado por ésta para acusarlo de cobardía
por su decisión de asilarse.
-"No
estábamos preparados para la ilegalidad y esto me afecta más que a nadie. He
andado estos días saltando de una casa para otra a pleno día, manejando yo
mismo, entre gentes aterradas, tirándome la puerta en las narices. Ayer
atravesé a pie por un pelotón de soldados, dirigidos por Rincón Calcaño".
(3)
La
historia posterior demostraría que la firme convicción contenida en las
enfáticas afirmaciones del líder principal de Acción Democrática al embajador
Donelly, no era esa vocinglería tan frecuente en los liderazgos políticos.
El
convencimiento pleno de Rómulo de que el futuro le aguardaba, representó un
intangible de inmenso valor a la hora de insuflar el necesario optimismo a los
suyos y fortaleció su férrea determinación tan indispensable para enfrentar a
una tiranía cuyo principal arma contra los enemigos que osaran enfrentarla era
el terror policial.
La esperanza del regreso al poder
Rómulo
sabía que venían días muy duros, la oscuridad había interrumpido la luz del
primer ensayo de democracia liberal en Venezuela, el retorno al poder era la
única esperanza que podía ofrecerle a su gente para hacerla sentir dueña del
futuro y mantenerla en la lucha.
El
pronóstico hecho al embajador norteamericano, era en esencia el mismo resentado
en su improvisado mensaje al CEN del partido el 1 de diciembre cuando
justificaba su decisión de asilarse:
-"La
presencia mía en la clandestinidad si es que pudiera mantenerme en ella, creará
en las gentes falsa ilusión de que vamos a recobrar de inmediato el poder.
Volveremos a él, pero después de un trabajo lento y no por una acción
mágica". (4)
Sin
embargo, ese regreso seguro al poder por "petición popular", fruto de
un "trabajo lento" y no por el "apoyo de los cuarteles",
tenia como tarea previa desalojar de Miraflores a los nuevos inquilinos:
una dictadura impuesta por la vía de las
armas.
El
enemigo a vencer era un un "gobierno
de las Fuerzas Armadas", como se definió entonces, con cuantiosos
recursos económicos que pronto conquistaría amplio reconocimiento
internacional, gracias a la importancia estratégica mundial del petróleo
venezolano en la economía de postguerra y de la Guerra Fría, un contexto que
condicionaría gran parte de la formulación política de Betancourt.
Camino a la rectificación
Cómo
asumir y llevar a cabo esa lucha era un reto para Betancourt. La resistencia
basada en el camino de la violencia de la conspiración, el abstencionismo, los
atentados, los intentos de golpe de estado y hasta de una invasion militar
frustrada fue la primera respuesta.
El
costo fue demasiado elevado en vidas, torturados, presos y exilados. El partido
perdió a sus mejores hombres en esa etapa de la resistencia. Leonardo Ruiz
Pineda, Alberto Carnevalli, Antonio Pinto Salinas, Luis Hurtado Higuera y
tantos otros cayeron en la lucha contra la dictadura.
Esta
política se mantuvo, al menos hasta 1954. En adelante, aunque no faltó quien la
siguiera promoviendo, ya no era posible sostenerla dado los continuos reveses y
el descalabro general de la fuerza partidista.
En
1955, Rómulo admite el fracaso de la línea golpista de conspiraciones militares
y se inicia un lento pero sostenido proceso de rectificación que ponía el
acento en la organización y adoctrinamiento del Partido y en el impulso de la
construcción de un Frente partidista para oponerlo a la dictadura. El
diagnóstico era sumamente dramático.
-“No
se necesita argumentos en favor de la tesis de que es desfavorable para
nosotros la coyuntura en el interior del país. Pérez Jiménez ha logrado
estabilizarse, hay reflujo evidente en la acción oposicionista y no puede
especularse, racionalmente, sobre una crisis económica y fiscal de gran
magnitud. Desde el punto de vista del Partido, no podemos hacernos ilusiones,
porque serían pueriles. Contamos con un aparato interno debilitado, que apenas
se hace sentir. Nuestros cuadros en Caracas son débiles y apenas existentes en
el interior del país". (5)
Ante
un cuadro tan deplorable, la conspiración golpista se hizo un mal recuerdo, los
atentados fueron desalentados por la incapacidad de realizarlos, la invasion se
hizo una ilusión echada al olvido, el sectarismo adeco de Rómulo y la “vieja
guardia" se redujo solo al anticomunismo y comienza una nueva política
unitaria que, con sus bemoles, conduciría al 23 de enero de 1958. Pero esa ya
es otra parte de la historia que narraremos en otra ocasión. Los sucesos que
siguieron a continuación durante los próximos años, dejaron claro la validez de
la frase de Churchill: "aquellos que no cambian de opinión nunca cambian
nada".
Notas
(1)Manuel
Caballero, Rómulo Betancourt político de nación , p. 289
(2)Guillermo
García Ponce y Francisco Camacho Barrios, Diario de la resistencia y la
Dictadura 1948-1958, p. 30
(3)Germán
Carrera Damas, Rómulo Histórico. P. 386
(4)Ídem.
(5)Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Sexto 1953-1958 p. 301
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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