Por Simón García
La función de un
analista político es difícil. Antes de analizar un evento ya han surgido otros,
de similar o mayor relieve. Los acontecimientos se resisten a su fijación y se
bifurcan incesantemente de un día para otro.
La realidad
política es cambiante e inestable. Las versiones son múltiples y se van diseminando
a la velocidad de la mejor banda ancha, en recuentos que suelen desfigurar el
hecho inicial, como en esas novelas donde cada testigo tiene un relato distinto
sobre el mismo crimen.
La política, parafraseando la
aspiración del poeta Lautréamont, se va convirtiendo en una ficción hecha por
todos.
Los actores
principales siguen su guion sin importarles su aislamiento social en una
burbuja de lucha por el poder.
El país presiente
lo que va a ocurrir, pero nadie atiende sus advertencias, como cuando de
muchachos, en la escena del filme donde el sheriff abre
cuidadosamente la puerta, todos gritábamos: ¡cuidado, detrás de ti, te va a
disparar! Una algarabía redundante en uno y otro matiné.
Si uno hace una
captación simple, toma más confiable que posteriores elaboraciones del actual
cuadro político, podría indicar que:
1) Nuestro país
continúa disolviéndose y perdiendo siglo XXI.
2) El poder
autocrático se afianza, no por fuerte sino porque no encuentra suficiente
resistencia para no hacerlo.
3) En la oposición,
la guerra civil de las descalificaciones sustituye a la batalla por las ideas.
4) Las élites
alejan a los ciudadanos, que ocupados en bregarse su subsistencia, terminan por
refugiarse en el desencanto con los políticos y la indiferencia respecto al destino
del país.
En conclusión, un
gobierno altamente destructor de la democracia y el mercado, sigue incrustando
su modelo contra la sociedad y las reacciones de toda la fragmentada oposición
patina en los mismos errores.
La epidemia de
extravío del sentido común nos lleva, sin luz visible en el túnel, a un Maduro
de larga duración.
¿Podremos comenzar a cambiar la
dirección de nuestra tragedia?
El viraje
inevitable exige responsabilidad con los errores y desmenuzar sus causas.
Examinar lo que estuvo bien hecho y sistematizar las pautas de acierto.
Apuntamos unas incompletas sugerencias para fortalecer esas pautas y regresar a
la lógica espontánea del sentido común:
1. Polarizar
positivamente al país y reducir la polarización tóxica, (Maryhen Jiménez dixit), en la oposición.
2. Parar el ataque
indiscriminado a la reputación de los dirigentes y partidos democráticos,
evaluar apropiadamente sus desempeños. El blanco es la recuperación de la
democracia, no la destrucción de sus defensores y promotores.
3. Detener en nuestra
prédica la destrucción de la cultura democrática a través de la artificial
disociación del voto (se vota, pero no se elige); el traslado de la fuente de
legitimidad electoral de los votantes al convocante o su falta de eficacia por
anulaciones posteriores del poder como lo hace con una huelga o una
manifestación.
4. Defender los
valores de la democracia practicándola en todas las instancias, eventos y
oportunidades. Prefigurar la democracia antes de salir del autoritarismo.
5. Procurar la unidad
de la oposición y la unificación de los venezolanos. Generar condiciones
unitarias es dialogar, respetar la disidencia, construir acuerdos.
6. El primer paso
hacia la democracia es luchar por rescatar el valor del voto votando.
Simón
García es analista político. Cofundador del MAS.
28-02-21
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