Américo Martín 21 de febrero de 2021
Entre Fidel y Raúl hay paradojas algo parecidas a las
que van de Hugo a Nicolás, con todo y que la sumisión del Castro menor al mayor
haya sido superior, más plena que la de Maduro a Chávez. Me da la impresión de
que esta última era casi todo eso pero también fue más interesada.
Lo curioso del asunto es que, acercándose al final del
régimen fidelista, se fue haciendo evidente que Raúl había estado acumulando
fuerza propia y autonomía que le sirvieron para imponer un viraje de mercado y
que el timón del Estado se deslizara de las manos de Fidel a las de Raúl,
insólito desenlace que se formalizó en el VI Congreso del Partido Comunista de
Cuba, en abril de 2011.
¿Se hubiera resignado Chávez a ceder su poder absoluto
y su hermética filiación marxista-leninista, a alguno de sus incondicionales?
Personalmente no lo dudaría si lo que perdiera
cediendo fuera infinitamente menos importante que lo que intenta ganar
rehusándose. Fue ese el drama de Jruschov, Gorbachov, Yeltsin y demás jefes
comunistas tras el proceso desatado por la caída del Muro de Berlín en 1989.
Supongo que llevaban rostro amargo, salvo los chinos quienes, como se sabe,
“siempre se están liendo”. Y no solo por eso. Vieron, antes que
ninguno de los otros que el camino más largo hacia el capitalismo es el comunismo y
se lanzaron con tal audacia que han llegado a ser segunda potencia mundial de
mercado y principal competidor de EE. UU. que sigue siendo, de lejos, la
primera.
La historia registra que la confrontación universal
socialismo-capitalismo, es decir URSS-EE. UU., pasó sin remedio a mejor vida.
La nueva competencia planetaria se dirime entre dos países capitalistas: EE.
UU. y China.
Ese completo viraje fue dibujado en el VI Congreso del
Partido Comunista Cubano y su proyectada apertura de mercado, pero la tarea le
quedó grande a Raúl y veremos si Díaz Canel, uno de sus más cercanos
colaboradores en el diseño del audaz proyecto, puede extraer vida de materia
muerta, como Mary Shelley reconstruyó la vida en un muerto, que llamó
Frankenstein.
En todo caso, el nuevo presidente de Cuba tiene
material suficiente para hacer de la isla otra China, hasta donde semejante
milagro pueda alcanzarse. Deng Xiaoping y Su Ronji tuvieron un inconcebible
éxito. No debería descartarse que Díaz Canel y sus leales lo lograrán, sin
peligro de dar al planeta un nuevo monstruo.
¿Habrá sido tentado Maduro por reflexiones parecidas?
Nos hemos acostumbrado a verlo afanado en ser como líder calcado de Chávez.
Pero, hemos de recordar que para él fue la mejor manera de identificarse con el
líder omnímodo para imponerse a sus duros rivales y, en especial, al general
Padrino y a Diosdado Cabello, quienes no parecen inclinados a imitar a nadie,
sino a ellos mismos. Acaso por cometer ese error —ahora se ve claramente que lo
fue— perdieron la carrera. Y aunque siguen disponiendo de fuerza propia en el
PSUV y el gobierno, puede que por el momento prefieran trabajar en unidad.
Si están conscientes de que su propio orgullo incidió
en su menoscabo final, tal vez les sirva para resurgir en nuevas condiciones.
El problema de todos es el aislamiento internacional
del madurismo y el incremento de la inquietante lucha interna, alentada por la
tentativa de acumular fuerza interna y apoyarse en Chávez. Tal jugada
angustiará a Maduro, al punto de dejar ver que puede dividir al chavomadurismo
en el momento menos esperado e inducir a la totalidad del movimiento a entrar
en la lid.
Hay adicionalmente dos factores incidiendo poderosamente
en la realidad del gobierno, el PSUV, que es el alud casi espontáneo y, en todo
caso, de mando anarquizado de grupos paramilitares, rozando fronteras con
bandas de fuerte presencia en ciudades, barrios, aldeas.
El otro factor lo cubre la solidaridad mundial
reconociendo el interinato de Guaidó y la validez legal de la AN electa en
2015.
Las sanciones siguen presionando a Maduro a abrir las
puertas de la negociación sobre tres temas cardinales: la solución unida de la
tormenta humanitaria que no deja de hundir en extrema pobreza al pueblo
venezolano, la superación de la profunda crisis política, mediante elecciones
libres garantizadas plenamente para que sean viables y confiables, y
reconquista de la paz y convivencia democratizando totalmente la vida política
y ciudadana del país.
Las sanciones fueron diseñadas para presionar hacia
esos objetivos de la democracia.
El cúmulo de situaciones que abruman a Maduro y los
suyos, al tiempo que a la oposición legal y al pueblo llano, desaparecían como
por arte de magia si las dos aceras principales de la confrontación negociaran,
con presencia internacional y sin más retardos, las medidas que permitan
despejar un nuevo y promisorio horizonte.
Américo
Martín
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