Margarita Rodríguez 18 de febrero de 2021
"Tranquilidad, eso fue lo primero que nos dio
Venezuela, de lo muchísimo que nos ofreció.
¿Usted sabe lo que es despertarse porque simplemente
se despierta y no porque hay bombas o porque, de madrugada, las fuerzas
represivas le golpean la puerta?", le cuenta a BBC Mundo Rodrigo Arocena,
exrector de la Universidad de la República de Uruguay, quien se exilió en
Venezuela en 1975.
Como él fueron muchas las personas que huyeron de los
regímenes militares del Cono Sur y que encontraron en Venezuela un nuevo hogar.
"Mi recuerdo más querido de Venezuela es la
generosidad y el inmenso cariño de algunos amigos que me acogieron, en
especial la familia Torres Hecker. Ildemaro, Sonia y sus tres hijos
reemplazaron a mi familia que quedó en Chile y que perdí en el exilio", le
dice la escritora chilena Isabel Allende a BBC Mundo.
"Cuando
ellos nos adoptaron, sentí que finalmente pertenecía plenamente en
Venezuela", señala en un correo electrónico.
Pero los latinoamericanos no fueron los únicos que
encontraron la puerta abierta, también hubo inmigrantes que llegaron de tierras
muchísimo más lejanas.
BBC Mundo rescata cinco historias de figuras que se
destacaron en la ciencia, el arte y la literatura y que experimentaron junto a
sus familias "la generosidad de los venezolanos".
Los Benacerraf y el hijo que ganó el Nobel de Medicina
"Abraham y Henriette se casaron en Oran, Argelia,
el 11 de septiembre de 1919 y partieron inmediatamente hacia Caracas,
Venezuela, donde se establecieron en la casa grande en la que Abraham residía
con sus hermanos".
"Nací en la habitación de mis padres el 29 de
octubre de 1920".
Esos fragmentos fueron escritos por Baruj Benacerraf
en su autobiografía: From Caracas to Stockholm: A Life in Medical
Science ("De Caracas a Estocolmo: Una vida en la ciencia
médica").
En 1980, el doctor ganó el Nobel de Medicina (junto a
George Snell y Jean Dausset) por descubrir factores genéticos que regulan las
respuestas inmunes.
"Mi abuelo siempre se apresuraba en decir que
había nacido en Caracas", le indica a BBC Mundo Oliver Libby.
"Hablaba español con orgullo. Era muy consciente
de su herencia y tenía un lugar especial en su corazón para Caracas.
Ser el premio Nobel de Venezuela era algo que le daba gran felicidad".
Abraham, el joven inmigrante
Benacerraf era de ascendencia española y judío
sefardí.
Su padre, quien nació en Tetuán (Marruecos) cuando era
colonia española, tuvo ocho hermanos.
"Cuando era adolescente, mi padre me llevó a
Tetuán para ver el pueblo de sus antepasados y la casa en la que nació en el
gueto judío. Era una casa lamentable, sin electricidad, agua o sistema de
eliminación de aguas residuales", escribió.
"Fácilmente entendí por qué a la edad de catorce
años, solo y sin dinero, se fue a Caracas, donde un primo lejano,
Nissim, le aseguró un empleo en su almacén de textiles".
Abraham enviaba dinero a su familia en Marruecos y
ayudó a que cuatro de sus hermanos se fueran a Venezuela.
Junto a dos de ellos fundaría la compañía: Hermanos
Benacerraf, mientras que en otra parte del país, otros dos de sus hermanos se
dedicaron al comercio del cacao y el café.
Uno de ellos, Fortunato, fue el padre de una pionera e
ícono del cine venezolano, la directora Margot Benacerraf, cuyo
largometraje Araya es considerado por muchos como uno de los mejores
documentales de la historia.
En su autobiografía, Baruj cuenta que cuando cumplió
cinco años, sus padres decidieron mudarse a Francia, donde nacería su hermano,
Paul, un destacado filósofo de las matemáticas.
Abraham dejó a sus hermanos a cargo del "exitoso
negocio" de importación de productos textiles, mientras él intentaba abrir
una oficina en Europa para mejorar las operaciones.
Lejos de Caracas
El inicio de la Segunda Guerra Mundial los hizo volver
a Venezuela en 1939.
Aunque su padre quería que continuara con el negocio
familiar, Baruj tenía otra idea para su futuro.
Estudió en Estados Unidos y se convirtió en uno de los
grandes innovadores de la inmunología moderna.
"Hay muchos recuerdos que tengo de mi abuelo,
desde el extraordinario orgullo que sentí al verlo hablar en conferencias
médicas en todo el mundo (a menudo me llevaban a esos viajes), hasta los
pequeños momentos familiares en casa", como cuando pasaban noches enteras
armando modelos de barcos o cuando lo ayudaba a ponerse las medias.
"Era asombrosamente brillante, venerado por
compañeros y estudiantes, sabio".
"Avanzó las fronteras del conocimiento humano
y dejó su huella en el mundo para siempre; su investigación
salva millones de vidas", indica Libby.
Y es que, como explica la Universidad de Harvard, en
donde Benacerraf fue profesor, sus descubrimientos ayudan a explicar "procesos
básicos de las enfermedades como la infección, los trastornos
autoinmunes y el cáncer, y han dado forma a la investigación sobre el
trasplante de órganos, el tratamiento del VIH/Sida y el desarrollo de vacunas
terapéuticas contra el cáncer".
Sofía Ímber, un ícono del arte latinoamericano
Sofía Ímber nació el 8 de mayo de 1924 en Soroca, una
ciudad que perteneció a la Unión Soviética y que actualmente se encuentra en
Moldavia.
"Siendo judía mi familia, tuvimos que escapar de
aquellos lados del mundo cuando comenzó el asedio sobre nuestra raza.
Llegué a Venezuela siendo todavía muy niña, en 1930.
El sanguinario general Gómez estaba vivo, pero para nosotros, que veníamos
huyendo de todos los horrores, este era un país de paz".
Esos fragmentos pertenecen al libro de Diego Arroyo
Gil "La señora Ímber. Genio y figura", una biografía que nació de
largas conversaciones entre el escritor y la destacada periodista.
Sofía junto a su madre y su hermana mayor Lya
desembarcaron en el caluroso puerto de La Guaira.
El padre, que había pasado por Estados Unidos primero,
estaba en Venezuela intentando usar su experiencia como técnico agrícola.
Aunque a su mamá le costó mucho adaptarse a las
costumbres de Venezuela y, al principio, se aferraba a las rusas, "siempre
les inculcó que tenían que ser agradecidas con el país que las había
recibido", le cuenta Arroyo a BBC Mundo.
Sus dos hijas terminarían haciendo historia.
"Denme un garaje"
Lya se convirtió en una pionera de la pediatría en
Venezuela.
"En el año 1936 obtuvo su título de médico y
siempre se negó al sensacionalismo de los medios de comunicación que ansiaban
documentar a la primera mujer en obtener el título de médico en
nuestro país", señala una publicación de la Universidad de Carabobo.
Sofía, quien recibió la Medalla Picasso de la Unesco,
se convirtió en un ícono del arte y de la cultura en la región.
En 1973, fundó el que llegó a ser el mejor museo de
arte contemporáneo de América Latina, con una colección que superó las 4.000
obras.
Años antes, cuando las autoridades se le acercaron con
la propuesta, había respondido: "Denme un garaje y yo hago un museo".
La intelectual estuvo al frente del centro por 28 años
hasta que, en 2001, el presidente Hugo Chávez la destituyó.
"No tuve otro norte ni otra preocupación en mi
vida que el museo. No me separaré de él nunca", dijo Ímber ese año.
Su país
De acuerdo con Arroyo, "Sofía nunca tuvo el
dilema de si ella era venezolana o no. Jamás volvió a Rusia, ni siquiera cuando
fue una persona muy famosa y la invitaron embajadores, presidentes".
"Ella decía que era absolutamente
venezolana y se molestaba cuando alguien asomaba la idea de que era
extranjera. Esa palabra no existía en su vocabulario".
Abandonar Venezuela era algo que no quería contemplar.
"Incluso al final, tras la muerte de su hijo
menor, cuando sus hijas vivían en el exterior, le preguntaba: '¿Te vas a ir?',
ella respondía con una frase recurrente: 'Es que no hay cielos como los de
Caracas'".
Y añadía: "Esta es mi casa. Este es mi
país", señala el escritor.
Pese a que en sus últimos años pasó temporadas de
vacaciones en Miami, donde vive una de sus hijas, siempre volvía a su
residencia en Caracas.
Y fue precisamente en uno de esos regresos que murió,
en 2017, tras sufrir una neumonía severa.
Isabel Allende, una de las autoras más aclamadas de
las letras en español
"La primera parte de mi vida terminó el 11 de
septiembre de 1973. Ese día hubo un brutal golpe militar en Chile",
escribió la aclamada escritora chilena Isabel Allende en una reflexión que
tituló: "La vida en el exilio", de la cual extraemos algunos fragmentos.
"El Presidente Salvador Allende, el primer
presidente socialista elegido democráticamente, murió. En unas pocas horas, un
siglo de democracia terminó en mi país y fue sustituido por un régimen basado
en el terror. Miles fueron arrestados, torturados o asesinados. Muchos
desaparecieron y sus cuerpos nunca fueron encontrados".
"Me quedé hasta que no pude soportarlo más; en
1975, me fui con mi marido y nuestros hijos".
"Nos fuimos a Venezuela, un país verde y
generoso. Era la época del auge del petróleo, cuando el oro negro fluía de la
tierra como un río inagotable de riqueza".
"Me tomó muchos años superar el trauma del
exilio, pero tuve suerte, porque encontré algo que me salvó de la
desesperación: la literatura".
La primera novela
En otra reflexión que tituló: "Una carta
espiritual", Allende cuenta que su destino cambió el 8 de enero de l981.
"Ese día, recibimos una llamada telefónica en
Caracas diciendo que mi abuelo se estaba muriendo. No podía volver a Chile para
despedirme de él, así que esa noche comencé una especie de carta espiritual
para ese amado viejo. Supuse que no iba a vivir para leerla, pero
eso no me detuvo".
Siguió escribiendo hasta el amanecer. Y lo volvió a
hacer la noche siguiente.
"Escribía todas las noches, haciendo caso omiso
al hecho de que mi abuelo había muerto. El texto creció como un gigantesco
organismo con muchos tentáculos, y para fin de año tenía quinientas páginas en
el mostrador de la cocina".
La carta terminó convirtiéndose en su primera novela:
"La casa de los espíritus".
Con el tiempo vendrían más de 20 libros y más de 70
millones de copias vendidas en más de 40 idiomas.
13 años
"Fui a Venezuela porque era uno de los pocos
países democráticos que quedaban en América Latina", le indicó la autora a
la periodista de la BBC Kirsty Wark, en 2018.
"Estuve en Caracas 13 años y acabé amando
a ese país y a su gente".
Fue maestra en una escuela secundaria y trabajó en el
diario El Nacional.
De hecho, ese periódico destacó unas palabras que la
autora dijo en 2017 sobre esa época:
"Llegamos miles y tuvimos oportunidades de
trabajo, nos trataron maravillosamente. Venezuela me dio otra visión de la
vida, yo venía de un país sombrío, un país herido por el golpe".
"Venezuela era un país exuberante, donde
cualquier pretexto era bueno para bailar y cantar, lo menos chileno que
hay".
Y en 2019, en una entrevista con Belén Sarriá, del
periódico español 20 minutos, la escritora reflexionó:
"Venezuela fue un país que acogió a inmigrantes y
a refugiados de todas las partes del mundo. Yo me encuentro entre ellos, y
ahora que son los venezolanos los que están huyendo, espero que el
mundo les acoja del mismo modo".
Víctor Penchaszadeh, uno de los pioneros de la
genética al servicio de los derechos humanos en Argentina
"Tuve que salir de mi país de una día para
otro", le cuenta a BBC Mundo Víctor Penchaszadeh, director de la carrera
de posgrado de Genética, Derechos Humanos y Sociedad en la Universidad Nacional
de Tres de Febrero en Argentina y miembro de la Red de Bioética de la Unesco.
Había sido "objeto de un intento de secuestro de
la Triple A", como se conocía al grupo paramilitar de ultraderecha Alianza
Anticomunista Argentina (AAA), acusado de secuestros y asesinatos en la década
de los años 70.
Le vendaron los ojos, lo amordazaron y le ataron las
manos, pero no pudieron terminar con la operación.
"Tuve suerte de que no lograran su
objetivo".
Mientras se preparaba para irse del país, junto a su
esposa y sus dos hijos, de 6 y 3 años, se refugió en casas de amigos en
Argentina, por temor a regresar a su residencia.
"Me fui en diciembre de 1975".
Tres meses después, ocurriría el golpe de Estado que
abrió el camino a siete años de gobierno militar y a años de represión en la
llamada "guerra sucia", que dejó entre 9.000 y 30.000 muertos.
"Conseguí apoyo"
Se embarcó hacia Venezuela, donde su hermano (con su
esposa e hijas) se había exiliado.
"Yo tuve mucha suerte porque, gracias a mis
contactos profesionales, cuando llegué conseguí apoyo. Me acogieron como
investigador en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
(IVIC)".
"Sergio Arias era el encargado del IVIC, él fue
providencial para mí. Nos habíamos conocido en Estados Unidos cuando hicimos un
posgrado".
"Siento gratitud hacia los colegas que hicieron
lo posible y lo imposible para que gente como yo pudiera radicarse".
Eso le permitió conseguir una visa y traer a su esposa
e hijos. "Venezuela fue un país que nos albergó con gran solidaridad".
"Era el país de los petrodólares, muy rico, que
necesitaba una fuerza laboral de alto nivel científico en distintas
áreas".
"También fuimos muy bien recibidos por
las esferas del Estado (…) Nos dieron cargos que hacían honor al valor
científico que teníamos".
Una misión
Penchaszadeh se dedicó a investigar las causas de las
enfermedades genéticas en Venezuela y mientras lo hacía encontró un país
"encantador", con una "belleza geográfica increíble".
Recuerda que Venezuela le brindó paz mientras veía en
su país "una dictadura militar sangrienta y desbocada, en la que muchos
amigos desaparecieron".
Partió en 1981 hacia Estados Unidos, donde lo
esperaría una misión.
Allí enlazó, en 1982, a las Abuelas de Plaza de Mayo
con la científica estadounidense Mary-Claire King y su equipo.
Y ayudó a crear el índice de abuelidad,
que fue clave en la identificación de niños, nietos, apropiados por el régimen
militar.
Penchaszadeh también fue fundamental en la fundación,
en 1987, del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que es el archivo
público de material genético y muestras biológicas de familiares de personas
secuestradas y desaparecidas durante el régimen militar.
Rodrigo Arocena y los matemáticos uruguayos
Tras un golpe de Estado, un régimen militar gobernó
Uruguay entre 1973 y 1985.
Rodrigo Arocena era un joven matemático, que junto a
un grupo de colegas tuvo que irse de su país.
"Nuestro primer intento fue quedarnos lo más
cerca posible de la familia", le cuenta a BBC Mundo.
La Universidad de Buenos Aires los acogió, pero, tras
ser intervenida, la situación se volvió muy inestable y se vieron obligados a
partir.
"Buena parte del antiguo Instituto de Matemáticas
y Estadísticas de la Universidad de la República de Uruguay nos fuimos a vivir
a Venezuela y ahí es cuando aparece la palabra tranquilidad".
Con 27 años, Arocena llegó a Maracaibo en enero de
1975.
"Estábamos viviendo en Uruguay, como poco tiempo
después lo viviría Argentina, como ya lo vivía Chile, Brasil, Paraguay, dictaduras férreamente
represivas que no respetaban los derechos humanos".
"Venezuela fue un hogar en paz. Por eso, una de
las cosas que recordamos de la llegada a Venezuela, como si hubiese sido hoy,
es dormir tranquilos".
Y algo más.
"Toda la luz"
"Lo sentí en ese momento y lo sentí siempre: una
cordialidad caribeña que en Venezuela es muy notoria", indica el también
autor de libros sobre educación y desarrollo.
"Nosotros, los uruguayos, no voy a decir que no
seamos gente cordial, pero si me lo permite somos gente marcados por el tango,
por la nostalgia, la introspección, una suerte de pesimismo".
"Llegar a Venezuela fue como abrir una
puerta y ver entrar toda la luz de la cordialidad, de la esperanza".
"Qué maravilla ese optimismo, viniendo de países
marcados por la oscuridad de las dictaduras, la luminosidad de la amabilidad en
un clima democrático fue una primera impresión que se quedó".
Y, en ese contexto, el profesor jubilado resalta cómo
se formó una comunidad científica y académica latinoamericana.
Como uno de ellos
"Yo me empecé a sentir nuevamente en casa en las
universidades venezolanas, cuando pudimos disfrutar no sólo de la libertad,
sino del propio oficio. Ser docente es una bendición y en Venezuela pude volver
a desempeñarlo como nunca antes, con unas posibilidades increíbles".
Junto a su compañera realizó estudios de posgrado en
la Universidad Central de Venezuela (UCV) y adquirieron la nacionalidad.
Y es que, dice, los venezolanos lo hicieron sentir
como uno de ellos.
"Nunca voy a olvidar que en Venezuela nos dieron
la ocasión de volver a estudiar, trabajar en lo nuestro, culminar estudios de
posgrado y, quizás lo más importante, en Venezuela nacieron y empezamos
a criar a nuestros hijos".
Dice que ser parte de la UCV "es algo que siempre
se lleva en el corazón".
"La UCV tiene un himno, eso me sorprendió porque
en Uruguay la universidad no tiene himno, y dice que es 'la casa que vence las
sombras'. Nunca me olvidé de eso, me dio ánimo porque sabía que estaba
colaborando con el país en que estaba y con el futuro del país en el que había
nacido y al que volvería".
Y así lo hizo, regresó, pero sin olvidar a
Venezuela.
Tomado
de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-55884387
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