Emilio Nouel 22 de febrero de 2021
@ENouelV
En el complejo escenario político que vive Venezuela,
son unos cuantos los puntos en intenso debate. No es un secreto que la
oposición democrática venezolana sobrelleva hoy un conjunto de problemas que
debe resolver de manera perentoria y los cuales se derivan o bien del complejo
entorno en que debe actuar o de su propia dinámica interna.
Obviamente, identificar adecuadamente esos problemas y
su naturaleza se impone, con vista a aplicar los correctivos y enrumbar su
acción por caminos más eficaces a los ya transitados, puestos en
cuestionamiento de manera profusa en los últimos tiempos, a veces con razón y
en muchas otras ocasiones con frivolidad e ignorancia.
Por los medios oímos voces aquí y allá que critican
que no se hable de política, de estrategias y de que solo haya silencio en la
dirigencia de los partidos políticos. Y a lo largo ya ancho del país eso es muy
cierto.
Por otro lado, otros claman, no solo en los mentideros
políticos: “Hay que ponerse de acuerdo”.
Lo cierto es que posiciones contrapuestas y no
coincidentes, a la chita callando, abundan acerca de cómo salir del atolladero
dramático en que nos encontramos.
Unos
hablan de “volver al voto”, como si el pueblo venezolano “se hubiera
ido” del voto, y no haya sido la tiranía la que lo vació de contenido, lo
esterilizó y convirtió en ineficaz para el cambio político. Otros plantean
acuerdos nacionales tan genéricos como fantasiosos, y los de más allá, una
negociación que sea creíble con los usurpadores. No faltan los que plantean
postergar lo político y concentrarse en los males que sufre la población y
en la recuperación económica, así sea bajo las condiciones impuestas por
la tiranía.
Así, soterradamente, entre amigos, en las ONGs, por
las redes sociales y en la prensa libre que sobrevive, se opina, discute, se
redactan documentos y se lanzan comunicados sobre cómo salir del desastre
creado por 22 años de autoritarismo, incompetencia, corrupción y de una
ideología demencial.
A diario recibimos invitaciones para conversar sobre
el qué hacer. Analistas, políticos, empresarios y dirigentes de la sociedad
civil, intercambian ideas, formulan críticas y hacen propuestas.
Además del sempiterno asunto de la necesidad de la
definición de una estrategia, no deja de relucir el tema de la unidad entre los
que se oponen a la tiranía chavo-madurista, como problema fundamental o
principal, sin la cual, según muchos opinadores, cualquier estrategia que se
adopte no tendría éxito.
Este es, sin duda, un asunto sobre el que quizás hay
que reflexionar, más allá del lugar común superficial, suerte de demiurgo,
expresión mágica, de que en la unión está la fuerza.
Y cabe preguntarse si es condición sine qua
non la tan manoseada unidad para salir de la tiranía.
¿Es realmente ése el problema principal a
resolver?
¿De qué tipo de unidad hablamos? ¿Se trata de una
unidad solo para la coyuntura o para el logro de la recuperación de la
democracia y las libertades? ¿Es una unidad para el reparto burocrático, para
lo electoral? ¿Es una unidad porque sí, porque “en la unidad está la fuerza”,
independientemente de un acuerdo sobre el cómo alcanzar el
objetivo?
En suma ¿Sobre qué hay que “ponerse de acuerdo”?
No es un secreto que en la oposición democrática hay visiones
encontradas y que hay liderazgos en pugna, lo cual no es negativo del todo. Por
lo demás, es una circunstancia presente y normal en todo proceso político y
debe reconocerse como dato incontrovertible.
Que nos une el deseo de sacar de una vez por todas, a
los tiranos de Miraflores, pareciera que sí.
Pero también es cierto que tal objetivo compartido
pareciera no bastar para su logro. Porque “la madre del cordero” no es
otro que el cómo.
Unos plantean una negociación que conduzca a
elecciones generales bajo condiciones justas; otros, con “condiciones mínimas”.
No faltan los que no les interesan mucho estas últimas, y plantean ir a ellas
sin ninguna condición, es decir, como sea, como las imponga la tiranía, incluso
sin negociación mediante, y haciendo creer que el régimen respetaría un
resultado real.
Los de más allá no están de acuerdo con ir a
elecciones negociadas y ponen por delante el cese de la usurpación como paso
previo. Se plantea la lucha electoral pero luchando por “arrancarle” al poder condiciones
justas.
Unos grupos siguen esperando que haya una intervención
extranjera como solución definitiva. Algunos empresarios tienen una escala de
prioridades y hablan de la necesidad de dialogar con el régimen: Primero, “la
Población”, luego la Economía, y de último lo Político, aunque no se sabe
exactamente como “se comería” eso en la práctica. Llegan a decir: “Debemos
buscar soluciones con quien verdaderamente tiene el poder”. Pero hay
quien advierte no pasar por ingenuos.
Otros se oponen rotundamente a ese diálogo. Unos creen
que la AN presidida por Guaidó está vigente constitucionalmente hablando, y
otros la consideran fenecida. Están de acuerdo algunos con las sanciones
internacionales y los de más allá, las rechazan en general, o apoyan solo sanciones
a personeros del régimen y no a las empresas venezolanas.
Este cuadro complicado plantea la interrogante de si
con divergencias tan marcadas se puede avanzar hacia una unidad amplia, cierta
y efectiva, que albergue en su seno enfoques y formas de enfrentar al régimen
tan contrapuestos.
¿Es factible una unidad que incluya en su conjunto
todo el que quiera salir del chavismo, no importando las diferencias del cómo?
¿Un conjunto de partidos políticos enfrentados en el cómo, puede
alcanzar la unidad anhelada? ¿O solo es posible ponerse de acuerdo para ir a
elecciones, como ocurrió en otras ocasiones?
¿No sería, más bien, preferible que el líder/liderazgo
que hoy existe, con todo y sus fallas, formule unos lineamientos estratégicos,
un curso a seguir y un cómo, y los presente al país y a
las fuerzas políticas, incluidas las organizaciones no partidistas, en el
entendido de que los que estén de acuerdo con aquellas y, sobre todo, en el cómo,
converjan y sigan esa ruta, y los que no, sigan su propio camino, dejando a la
mayoría decidir a quien respaldar?
No puede ser la única razón de la unión compartir el
rechazo a la tiranía. Ese frágil lazo no garantiza que el objetivo común se
alcance. La tragedia nacional se prolongará si el fundamento de la unión es solo
eso.
La unidad, siendo un asunto de mucha importancia, no
es el problema principal, ni determinante, en este rompecabezas en que se ha
convertido la crisis venezolana. La unidad será la secuela, el subproducto, de
un liderazgo que con una política, una estrategia y una organización, logre,
sobre todo, el apoyo mayoritario del pueblo y del conjunto de las fuerzas
políticas, señalando la senda a transitar en lo sucesivo. Un liderazgo, en los
hechos, inequívoco para que los apoyos internacionales se refuercen y amplíen,
porque desde afuera importa más percibir un liderazgo evidente y consolidado
que el tema de una unidad formal.
Una unidad real, claro que sí, pero ella vendrá por
añadidura en torno al plan político que pongan en ejecución el líder y/o el liderazgo,
legitimado por la mayoría de los ciudadanos y concitando el más vasto
respaldo.
Emilio
Nouel
@ENouelV
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