Por Mercedes Malavé González
Hace 25 años los
venezolanos recibimos por segunda vez al papa Juan Pablo II. El viaje
apostólico a América comprendía a Guatemala, Nicaragua, El Salvador y
Venezuela. Se agolpan recuerdos de unos días entrañables que, aún siendo muy
joven, recuerdo con plena nitidez.
El sábado 10 de febrero
de 1996, en el entonces majestuoso teatro Teresa Carreño, el santo padre
celebró un encuentro con responsables de la vida social, cultural, política y
económica de la nación. Desglosar su discurso hoy resuena como aldabonazos a la
conciencia de quienes fueron interpelados en ese momento para cumplir con
tareas urgentes que sin duda constituían una obligación nacional: “De vosotros
depende, en gran parte, la tarea de la construcción de una Venezuela cada
vez mejor que, recogiendo lo más precioso del pasado, camine hacia el
progreso y el bienestar integral de todos y cada uno de los miembros de la
comunidad nacional”.
La iglesia venezolana
avizoraba signos ingentes de descomposición social e institucional. Carlos Raúl
Hernández habla de 30 años de destrucción continuada y acentuada de cualquier
fenómeno asociativo en Venezuela, sea de orden político, económico, social,
cultural, educativo, solidario, de servicios básicos o de convivencia mínima.
Una suerte de canibalismo social e institucional que, de manera feroz y
contumaz, alcanza cualquier esfuerzo que se haga dentro o fuera de Venezuela,
para intentar levantar a un país invertebrado.
En este contexto, un
supuesto proyecto de apertura económica no estaría exento de esta voracidad. De
hecho, experiencias frustradas de privatizaciones no han faltado en este
treintenio y nada indica que esta nueva ola neoliberal no termine anegada en
sus propias contradicciones, que oscilan entre el régimen comunal y el modelo
chino, pasando por el sultanato musulmán. Las contradicciones subyacentes de
nuestro sistema democrático se quedaron en pañales.
Decía Juan Pablo II:
“Venezuela ha vivido en las últimas décadas un progreso económico real y
significativo, unido al desarrollo de un régimen democrático y de libertades
enmarcadas en un Estado de derecho. Sin embargo, actualmente se enfrenta a
serias dificultades en los diversos ámbitos de la vida nacional, pues una grave
crisis económica, que venía preparándose inexorablemente, está afectando
duramente a la clase media y baja, aumentando de forma dramática la pobreza
hasta hacerla desembocar en muchos casos en auténtica miseria”. El
empobrecimiento creciente, la falta de oportunidades y las condiciones de vida
precarias generan situaciones de crisis que ascienden de lo material a lo
moral.
La Iglesia señala que
la peor miseria humana es la espiritual, que muchas veces se forja en
condiciones de vida inhumanas que tienden a alienar a los individuos de su
propia conciencia.
Se vive para robar, para
mentir, para vengarse, para agredir: “Esto, ciertamente preocupante, lleva a la
desorientación, provoca desaliento y desesperanza, así como una cierta
desconfianza en las instituciones”.
Las ideas de Juan Pablo
II podrían rehabilitar la conciencia de los principales responsables de superar
lo que ya no es una crisis sino una catástrofe. Aprovecho este espacio para
traerlas nuevamente a nuestro presente:
“Lanzo mi llamado a
los políticos, para que, superando las diferencias partidistas y los
intereses particulares, aúnen sus voluntades en la búsqueda responsable y
desinteresada del bien común, mirando de modo especial hacia las clases más
necesitadas. En esta hora difícil, pero decisiva en la vida de la nación,
exhorto a los políticos y a cuantos ocupan puestos directivos, a trabajar
incansablemente por el verdadero bien del país, secundando eficazmente las
iniciativas que lo favorezcan y dando claro testimonio de honradez en la vida
privada y profesional”.
“El estamento
militar, heredero de Bolívar y Sucre, está llamado a vivir su vocación
castrense trabajando por crear condiciones de seguridad, estabilidad y
fraternidad en un mundo donde la guerra quede desterrada y la paz sea un bien
real. Por eso deseo animar a todos sus componentes a garantizar siempre la paz
en libertad, soberanía y dignidad”.
“Invito a
los intelectuales, artistas y educadores a que, siguiendo las huellas
de Andrés Bello, Cecilio Acosta y Caracciolo Parra, y alimentándose en las
fuentes del bien y de la belleza auténtica, lleven a cabo su acción en la
sociedad, orientándola hacia la verdad suma que es Dios”.
“Recuerdo a
los trabajadores y empresarios la responsabilidad que tienen de
asegurar una producción que satisfaga adecuadamente las necesidades básicas,
manteniendo unas relaciones laborales que conjuguen los propios intereses con
el espíritu solidario y las exigencias ecológicas de las actuales y futuras
generaciones, permitiendo así mantener un nivel aceptable de calidad de vida”.
Mercedes Malavé es
Político. Doctora en Comunicación Institucional (UCAB/PUSC) y profesora en la
UMA.
14-02-21
https://talcualdigital.com/rehabilitar-conciencias-por-mercedes-malave-g/
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