Por CONTRAPUNTO
“Nos tenemos que sentar
a conversar y dejar a un lado los egos, los individualismos y pensar en el bien
común”, señala la médica experta en nutrición
Venezuela pasó de
anaqueles vacíos y colas para conseguir productos a los anaqueles llenos, pero
a precios imposibles de pagar. “Hoy día el problema es de acceso”, subraya
Marianella Herrera, médica y especialista en nutrición.
Durante el programa Con
tres puntos, transmitido por la cuenta en Instagram de Contrapunto, Herrera
enfatizó que “la disponibilidad de alimentos no está tan mal; son alimentos
importados, lujosos y de otras culturas y de otras latitudes, pero están allí.
Si tuvieras el dinero para comprar todo eso, vas y lo compras al precio que
sea, porque la alimentación es básica, es elemental”.
Herrera retrocede y
advierte que la crisis alimentaria venezolana tuvo un proceso de instalación
lenta, que dio algunas señales que tal vez pasaron desapercibidas en su
momento. Recuerda la ley de tierras y las expropiaciones, registradas “en un
momento en que había un boom de ingresos petroleros”, y acota que por eso “pasó
inadvertida la merma de la producción de alimentos a escala nacional”.
Venezuela “podía producir hasta el 70% del consumo interno de alimentos”, y eso “se sustituye por una gran cantidad de importaciones”.
Herrera señala que el
caso “Pudreval” (alimentos importados destinados a la red pública de alimentos
que se pudrieron) ocurrió en 2011, y un año después la FAO felicita a Venezuela
por la lucha contra la desnutrición.
Desde hace cuatro años
“estamos rondando un 30% de desnutrición crónica en niños menores de cinco
años”, refiere, y apunta que el proyecto de emergencia social de la Fundación
Bengoa y la UCAB encontró 33% de niños con retardo en el crecimiento, lo que
muestra hambre desde el embarazo.
En Venezuela también
hay hambre oculta, la que no se observa a simple vista. La persona a lo mejor
se ve bien, pero al hacerle un examen de sangre “encuentras que tiene anemia,
un déficit de vitaminas y minerales que van a tener consecuencias negativas
sobre su desarrollo cognitivo, su desempeño psicomotriz”. En comunidades muy
pobres del país la mitad -o más- de los niños menores de cinco años puede
presentar anemia por falta de hierro.
Incluso detrás de los
“cauchitos” puede haber hambre oculta, insiste Herrera.
En su trabajo de campo
Herrera ha detectado, incluso, ceguera por carencia de vitamina A. Una
situación similar fue encontrada en Cuba por el médico venezolano Rafael Muci,
aun cuando el régimen cubano culpó a una supuesta guerra bacteriológica.
“El año pasado nos
encontramos con un par de casos, y lamentablemente por la pandemia no pudimos
hacerles seguimiento”, comentó. “Las madres nos decían que los niños nacieron
con visión, y de repente, no; y tienen signos que parecieran compatibles con
deficiencia de vitamina A”.
La médica recuerda que seguridad alimentaria incluye acceso, disponibilidad y bioutilización; es decir, poder comprar los alimentos, que estén disponibles, poderlos cocinar y la estabilidad de todo esto. “No sirve que la caja CLAP llegue cada seis semanas, porque en teoría comemos desayuno, almuerzo y cena todos los días. Cuando esto no se logra, no tenemos seguridad alimentaria”.
Advierte que, por la
pandemia de COVID-19, se puso a pelear la economía con la biología.
“Necesitamos aislamiento social, medidas de higiene en un país que no tiene
agua ni jabón. Le pedimos a la gente que se quede en su casa cuando necesita
salir a trabajar para comprar alimentos; te dicen que si no los va a matar el
COVID-19, los matará el hambre”. Es injusto “que se te haya puesto el mundo tan
chiquito y tengas que decidir quedarte en tu casa para que no te mate el
COVID-19, quedarte en tu casa esperando la muerte por hambre”.
En lo inmediato
“tenemos que iniciar los programas de compensación nutricional y con ayuda
internacional”, remarca. “Se necesita una conversación, que quizá no sea la más
cómoda del mundo, para lograr acuerdos importantes en beneficio de los más
vulnerables. ¿Quiénes salen perdiendo siempre? La gente más necesitada”.
Reitera: “Nos tenemos
que sentar a conversar y dejar a un lado los egos, los individualismos y pensar
en el bien común”.
-¿Entre quiénes?
-El sector privado,
gobierno, academia y sociedad civil. Todos los sectores tienen que estar
incluidos, porque cada uno de ellos tiene un rol. Hay que pensar en lo urgente
y en lo importante, porque ¿cómo haces? Le puedo dar alimento terapéutico a un
niño por 12 semanas, pero después tiene que comer en su casa un plato de comida
digno, decente y en las mejores condiciones posibles. Y si eso no lo logramos,
entonces de ahí no vamos a salir nunca. La manera de escribir una página nueva
es pensar en esos dos niveles, como decía el doctor José María Bengoa.
-¿Necesitamos el apoyo
del Programa Mundial de Alimentos?
-Cómo no.
-¿Por cuánto tiempo?
-Todas las ayudas son
temporales, y por eso hay que pensar en ese otro nivel. Supón que hay una cosa
estelar de todas las ayudas del Programa Mundial de Alimentos y digan “nos
quedamos en el país dos, tres, cuatro, los años que sean. Pero ¿cómo sales de
ahí? ¿Cómo no te vuelves dependiente? Porque programas de ayuda vuelven muy
dependiente al país.
15-02-21
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