Laureano Márquez P. 01 de febrero de 2024
El
humor es profético. Las mayores verdades filosóficas, sociológicas y políticas
han sido proclamadas desde la tribuna del humorismo. Pero, como la cosa mueve a
risa, la gente no cree que se esté hablando en serio. Quien suscribe, aunque
nunca los patentó, tiene en su haber dos grandes diseños de inventos: el
primero, el carro que se maneja solo, con un programa especial para Caracas con
la posibilidad de rastrear automáticamente la presencia azarosa de motorizados,
determinar ante que luces rojas detenerse y ante cuales no, entre otras
facilidades para el tránsito capitalino, como un Google map de
huecos y alcantarillas destapadas, un asustador de peatones, entre otras
propiedades.
El segundo invento, proclamado desde el humor y que me acaba de chorear Elos Musk, es el del chip cerebral. También diseñado por mí —y me perdonan el mal gusto autorreferencial de este escrito— en un monólogo en el que hablaba ya de esta posibilidad.
Proclamaba
entonces que el CVA tenía sus días contados, pues al irnos de viaje cargaríamos
en el chip cerebral el idioma del país al que viajamos. Algo similar
sucedería con las universidades, que pasarían a ser cosa del pasado.
Para
ser médico, por ejemplo, bastaría con comprar el chip de la
carrera e insertarlo en el cerebro. Este avanzado diseño mental presentaba,
señalaba entonces, el beneficio adicional de poder cambiar de profesión al
aburrirse de la que se ejerce o probar una profesión cada semana hasta
encontrar que mayor suma de felicidad material produzca (al profesional, se
entiende). Naturalmente, en nuestra Venezuela pecadora, existiría siempre el
riesgo de la piratería, de que un buhonero venda una carrera de derecho chimba
en la cola de la autopista o en el peaje de Tazón, pero en honor a la verdad,
esto tampoco tendría que ser motivo de angustia ni preocupación pues no
sería nihil novum sub sole. ¡Oh sole, Oh sole mio!
Pues
bien, la compañía Neuralink de Elon Musk (¡lo que es tener el billete para
desarrollar las ideas!) acaba de implantar el primer chip cerebral de mi genial
invento con el nombre de Telepathy (del griego tele que
significa televisión y pathy hipocorístico de Patricia). El
señor Musk no comenzó el experimento consigo mismo, ni de vaina, sino con otra
persona. «El primer ser humano recibió un implante de Neuralink ayer
y se está recuperando bien», escribió Musk, «los resultados iniciales muestran
una prometedora detección de picos neuronales» …y también de los picos de sus
acciones en la ni bolsa que fuera.
Hasta
el momento el implante funciona con información del cerebro hacia el exterior,
pero también se trabaja en el diseño —tal como quien suscribe, limpio de
solemnidad, tenía previsto— para cargar información del exterior hacia el
cerebro. El aparato, dice Musk: «Permite controlar tu teléfono o computadora, y
a través de ellos casi cualquier dispositivo, con solo pensar».
Este
aspecto, debo reconocerlo, no estaba en mi diseño original. No porque no se me
hubiese ocurrido, sino por el hecho de que si con el sistema actual, mecánico,
tenemos tantas metidas de pata, tantas enemistades a causa del WhatsApp,
tantos mensajes al grupo equivocado o fotos íntimas que van a donde no deben
por error, imagínense lo que sería que un pensamiento de uno se vaya al
teléfono celular de la bella dama que se sentó al lado o, peor aún, que
los pensamientos políticos anden por ahí rodando libremente de un celular a
otro, sin conocer la identidad del dueño del celular con quien te tropezaste en
la calle.
a
ciencia ficción nos alcanza y lo que parecía broma se hace realidad. Este
invento mío, desarrollado por Musk, tiene la posibilidad de ayudar a personas
con dificultades motoras y de visión, lo cual es sin duda una gran
cosa, pero como todo lo que inventamos últimamente los humanos, si se nos
escapa de las manos puede ser terrible.
En el
2021 el chip se probó con un mono que comenzó a jugar telepáticamente un video
juego (El planeta de los simios). Unos meses antes se había implantado en
cerdos para medir su actividad cerebral (Rebelión en la granja).
Solo
imaginen, por ejemplo, la posibilidad de que a todos nuestros cerebros se nos
envié un sistema de pensamiento en serie para inducirnos a pensar de manera
uniforme y acrítica por alguien que fabrica el chip (Un mundo feliz),
pero no se lo coloca él.
Estaríamos
todos diseñados como replicantes por la corporación Neuralink (Blade Runner)
...¿Y no será que ya lo estamos?
Laureano
Márquez P.
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