Claudio Nazoa 31 de enero de 2024
@ClaudioNazoa
Este
artículo lo escribí hace 14 años.
Lamentablemente,
aún tiene vigencia.
Dios
quiera que sea la última vez que lo publique…
Este
artículo está dedicado a todos los venezolanos sin importar el lado en el que
estén ni el país en el que se encuentren, así que les pido que por favor lo
lean con detenimiento, en especial aquellas personas que por cualquier motivo
aún apoyan al gobierno.
Dios quiera que la mano de la providencia me ilumine y permita que las ideas fluyan claras, precisas y despojadas de prejuicios u odios.
Jamás
olvidaré una escena de la película El último emperador, en la cual
el monarca, ya viejo y convertido en jardinero por la Revolución cultural
china, ve pasar frente a él a un grupo de prisioneros vestidos de gris con un
humillante letrero colgado al cuello donde se podía leer el supuesto delito por
ellos cometido. Delitos como creer en otra religión, poseer libros diferentes
a El libro rojo de Mao, besarse en público o tener una máquina
de escribir. Cualquier cosa que no fuera adorar a Mao Tse-tung era razón
suficiente para ser encarcelado y humillado públicamente.
Lo
cierto es que en la película, el emperador gira tímidamente su rostro hacia una
multitud de fanáticos que injuriaban y golpeaban a los infelices que venían
amarrados. Cuál no sería su sorpresa al reconocer entre los detenidos al
esbirro principal de cuando él fue también hecho preso, humillado y despojado
de los más mínimos derechos que puede tener un ser humano.
El par
de segundos que dura el cruce de miradas entre el último emperador y el antiguo
esbirro torturador puede ocurrir pronto entre los venezolanos si no nos unimos,
no contra el gobierno, sino a favor de nosotros mismos.
Me
gustaría que en un acto de objetividad y sinceridad, las personas que apoyan al
gobierno mediten seriamente lo que está pasando. El llamado es para aquellos
honestos que tienen una pequeña finca, una casa en la playa o un apartamento
logrado con trabajo y esfuerzo.
El
llamado también es para los obreros que tienen buenos empleos en empresas
serias, para los trabajadores del campo que laboran con patrones responsables y
para algunos intelectuales y artistas que, de buena fe, apoyan al gobierno.
Sincérense con ustedes mismos. Háganse la siguiente pregunta y respóndanla
íntimamente sin comentarlo con nadie: ¿podría yo vivir como lo hacen los
cubanos en su tierra, sin ningún tipo de privilegio como aspirar a comprar una
casa, un carro o simplemente tener Internet?
Las
revoluciones no perdonan. Recuerden lo que ocurrió con los actores de la
francesa, no olviden a Iósif Stalin en la Unión Soviética, Benito Mussolini en
Italia, a Pol Pot en Camboya, a Kim Il-sung en Corea del Norte, a Mao Tse-tung
y a su esposa en China, a los esposos Ceausescu en Rumania, a Muamar Gadafi en
Libia y a Sadam Husein en Irak, entre otros bichos malos. Todos estos
criminales asesinaron mucha más gente que Hitler. Las revoluciones son como las
viudas negras: arañas que matan a sus consortes después de que los utilizan
para la cópula.
Quienes
hoy persiguen también serán perseguidos. Quienes hoy jalan bola y sapean,
mañana nos llamarán para decir que no sabían cómo eran las cosas.
Todavía
estamos a tiempo. Lo primero es no ser indiferentes a los ataques que sufren
otros. No se entreguen ni se desanimen. No se queden callados. No tengan miedo.
Piensen que hemos tenido un país que cometió muchos errores y muchos
sinvergüenzas nos gobernaron, pero era un país donde cabíamos todos.
En lo
personal, viniendo yo de la izquierda, siempre trabajé con los gobiernos de
Acción Democrática y de Copei. Nunca me preguntaron si había votado por sus
candidatos o si había firmado en contra de ellos. Eran tiempos en que éramos
adversarios pero no enemigos.
Muchos
de los comunistas de hoy, quienes marginan, excluyen y siembran odios en el
área de la cultura, vivieron muy bien durante los horrorosos cuarenta años de
Acción Democrática y Copei: compraron sus casas, sus carros, viajaron
representando a Venezuela y mandaron a sus hijos con becas del Estado a
estudiar en el exterior (preferiblemente en Francia, Inglaterra y Estados
Unidos), algunos, incluso, trabajaron como representantes culturales en
embajadas.
Queda
poco tiempo, pero queda tiempo. No nos caigamos a embustes, la cosa es difícil
pero todavía se puede hacer algo.
Una
pequeña luz se ha asomado. La mayoría de los partidos de oposición se unieron.
A lo mejor no es lo que muchas personas aspiraban, ¿pero acaso cuando se hundió
el Titanic a quienes estaban a punto de ahogarse les importó si la balsa en la
que iban a salvarse era blanca, verde o rosada? Es hora de apoyarnos a nosotros
mismos. No nos pongamos exquisitos. Estamos en emergencia. Dejemos ya la
necedad del “no me gusta esto o lo otro”.
Volvamos
a la calle con optimismo, fe y sin miedo, porque si no, ¡todos perderemos
todo!… hasta ellos, los chavistas, porque cuando caigan en desgracia, ya nadie
los va a querer y será tarde para arrepentirse. Piénsenlo.
Finalmente,
este miércoles 23 de enero de 2019, los invito a todos a salir a la calle. Ese
día sabemos que el gobierno no se va, pero es el primer paso del último paso
para que eso ocurra de forma constitucional y democrática.
¡Participe!
Ya que por apatía, pesimismo, desconfianza y decepción, nos puede ocurrir lo
que le pasó al último emperador.
Claudio
Nazoa
@ClaudioNazoa
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