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jueves, 11 de julio de 2013

Doble moral, “humanitarismo”, Snowden, Bocaranda, León y Yendri


Por Golcar, 10/07/2013

Varios presidentes latinoamericanos se han pronunciado con respecto al caso de Edward Snowden, el ex agente informático de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional. Cristina Kirchner, Felipe Mujica, Rafael Correa y Evo Morales han mostrado su consternación por la persecución de la que el gringo está siendo objeto por parte del malvado imperio y, en este coro de plañideras, no ha faltado el solo de Nicolás Maduro quien, en ocasiones, parece elevar su voz de tenor una octava más para sobresalir del grupo y desafiar al “opresor gringo”.

Desde un punto de vista objetivo, uno podría decir que Snowden, con su filtración de información de Estado, traicionó a su país. Visto sin apasionamiento y fríamente, un hombre que se formó para ser informático de la CIA, que su país le pagaba una cuantiosa cantidad de dólares por sus servicios, que sabía dónde se estaba metiendo y en qué consistía el trabajo, se puede concluir que el norteamericano terminó traicionando su país al destapar la olla del espionaje pues su país le había confiado unas funciones y labores a las que debería respetar y cumplir.

La arbitraria grabación por parte del estado, de las personas, de sus llamadas, el espionaje de sus correos electrónicos, de su correspondencia personal, el seguimiento de los sitios que la gente visita en internet, sin órdenes judiciales ni autorización alguna, es una aberración que desde ningún punto de vista se puede justificar, lo haga el gobierno que lo haga y con la excusa que sea, por muy santos y bien intencionados que sean sus objetivos. Como tampoco es injustificable y pone los pelos de punta enterarse de que a una persona la graben en su casa, en una conversación privada y personal, como sucedió en nuestro país con la visita que le hiciera María Corina Machado a Carrera Damas.

Ese tipo de espionaje para los pelos. Es como para vivir absolutamente paranoico. No puede ser que uno no tenga privacidad ni intimidad ni siquiera en la sala de su casa, en su computador personal. ¿Acaso tiene uno que acostumbrarse a vivir como en un película de acción hollywoodense, hablando en clave, abriendo duchas, poniendo radios a todo volumen para que no se puedan filtrar a los espías de los gobiernos hasta nuestras conversaciones amorosas? ¿Está presa la persona que supuestamente le dio la grabación de Machado y Damas a Jorge Rodríguez y Villegas? ¿Se está averiguando cómo intervinieron ilegalmente esa conversación?

Es aquí donde entra en juego la doble moral. Nicolás dice que le piensa dar asilo a Snowden –quien como dije, traicionó a su país, aunque se lo agradezcamos porque puso en evidencia semejante intromisión del Estado en la vida íntima de los ciudadanos- por” razones humanitarias”.

Sin embargo, en Venezuela el régimen de Nicolás está persiguiendo y acosando al periodista Nelson Bocaranda por el simple hecho de haber dado a conocer con pelos y señales, información sobre el estado de salud del difunto presidente Chávez. Información que los oficialistas consideraron “top secret” y que pretendieron esconder a los venezolanos.

Habría que aclarar que a Nelson Bocaranda no le paga el estado por sus servicios, en ningún momento cometió una infidencia ni traicionó a su labor. Por el contrario, el periodista contra viento y marea cumplió lo que es su deber como profesional de la comunicación, dar a conocer la información que el régimen pretendía ocultar a la ciudadanía. Es decir, lo mismo que hizo Edward Snowden pero sin traicionar a su juramento y a su trabajo. Lo mismo que ha hecho en Mérida el periodista Leo León y por lo que también está siendo perseguido y acosado judicialmente: INFORMAR.

Uno no puede dejar de preguntarse ¿Qué le harían en Venezuela a la persona o las personas que le daban los reportes médicos a Bocaranda si el régimen lo llegara a saber con certeza? Seguramente, los perseguirían igual o más violentamente que lo que persigue el gobierno norteamericano al ex agente de la CIA.

Ante estas persecuciones a los comunicadores sociales, no hay “razones humanitarias” que valgan. A los periodistas venezolanos los persiguen por las mismas razones que persigue Estados Unidos a Snowden, pero para el régimen criollo parece haber diferencias que los ciudadanos de a pie no podemos descifrar. Hay un doble rasero para medir lo que hacen otros y lo que hacen ellos. Parece que no siempre la salsa que es buena para el pavo, sirve para la pava. Y ninguno de los gobiernos latinoamericanos que se rasgan las vestiduras con las “razones humanitarias” a favor de Snowden esgrimen esas misma razones para Bocaranda o para León.

Tampoco esos sensibles mandatarios han mostrado la más mínima solidaridad con los casos de Simonovis que muere de mengua en una prisión sin tener un juicio justo, o de Yendri Sánchez, el joven que en la toma de posesión saltó al podio  -haciendo que el mismísimo Pepe Mujica se espabilara del plácido sueño en el que lo había sumido la perorata del Nicolás-,  para pedir ayuda para su familia. Meses detenido en una cárcel de Falcón lleva Yendri sin que esos “humanitarios” presidentes que estuvieron presentes en el acto y vieron que se trata de una persona inofensiva muevan un dedo a su favor. Tal vez, Yendri está solo un poco desequilibrado u obsesionado con la fama, pero no ha cometido ningún crimen que amerite que lo encierren como un peligroso delincuente. Mutis por el foro ha sido la reacción de los mandatarios. Tal vez ya ni siquiera recuerdan el incidente pero el joven sigue sufriendo la crueldad y violencia que implica estar en una cárcel venezolana.

¿Cómo se puede ser tan sensible con Snowden y tan indiferente e indolente con Simonovis y Yendri?

Nunca, en ningún momento, hemos visto que los presidentes latinoamericanos salieran tampoco a pedir que el régimen venezolano parara con las intervenciones de teléfonos y con la grabación de escuchas telefónicas. Muchas han sido las víctimas de esas prácticas, entre las que recuerdo ahora las mostradas por el caído en desgracia hojillero, quien ilegal, abusiva  y descaradamente, presentaba en su cloaca de media noche las escuchas de opositores sin que hubiera ley ni fiscalía que lo detuviera. Maruja Tarre y su hija Isabel Lara pueden dar fe de esos hechos.

Era cotidiana la presentación de grabaciones por ese estilo y hemos llegado al colmo en este país de que el Ministro de Información del régimen, acompañado del Jefe de Campaña del partido de gobierno, dan una impúdica rueda de prensa para presentar ante los medios de comunicación del país la grabación de la conversación privada de María Corina Machado en casa de Carrera Damas.

¿Salieron Correa, Morales, la Kirchner o Mujica a censurar esas grabaciones ilegales? No, tampoco en estos casos los mandatarios mostraron su “sensibilidad” y su “humanitarismo”. Queda claro que para los mandatarios en cuestión las escuchas ilegales son reprochables solo si provienen del gobierno de Estados Unidos. Cuando se trata de casos como los sucedidos en Venezuela, o no se enteran o les parecen bien. Ese doble rasero con que los gobiernos miden los hechos, la doble moral, el doble discurso son los que nos mantendrán sumidos en la barbarie, el abuso de poder y la corrupción pues todo es juzgable dependiendo de quién lo haga y no de qué sea lo que hace, venga de quien venga. Mientras los políticos del mundo sigan teniendo para todo una doble moral y un doble discurso, seguirán estando cada vez más distante la verdadera justicia y la verdadera igualdad ante la ley.


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