Por Mario
Villegas, 30/06/2013
Columna de Puño
Y Letra
La primera es que no ando buscando un puesto de lucha porque ya tengo uno, al lado de la voluntad democrática y de cambio progresista evidenciada por el pueblo venezolano el 14 de abril, ni mucho menos ando en busca de un puesto burocrático en la estructura del estado. Quienes me conocen de verdad saben que ni cedo al halago, ni al chantaje, ni a la presión, ni tampoco fijo mis posiciones políticas con base en conveniencias de ocasión o en potenciales privilegios.
Cuando, a fines de 2001, como hombre independiente rompí de manera definitiva con el proyecto político que lideraba Hugo Chávez, lo hice porque no compartía ni su ya predecible modelo antidemocrático, militarista y autoritario, ni su forma sectaria, irrespetuosa e inescrupulosa de hacer política. En lo fundamental y hasta pruebas convincentes en contrario, Maduro es heredero y continuador de ese modelo y de esa forma de hacer política implantada por el Comandante. Así que, muchas gracias al presidente Maduro, pero seguimos en aceras diferentes.
Nos une, eso sí, a él como Jefe del Estado y a mí como periodista en ejercicio y ciudadano de a pie, la obligación de acatar y defender la vigencia y aplicación de la carta constitucional, siempre en beneficio de la soberanía nacional, de la institucionalidad democrática, del pleno disfrute de las libertades públicas, así como en favor de la justicia social y del creciente bienestar de nuestro pueblo.
Por eso no entiendo cómo es que en el gobierno sólo hay disposición a reconocer, interactuar y trabajar con quienes aceptan saltar talanqueras, desechar sus propias convicciones y asumir las que se les imponen desde Miraflores y el PSUV.
¿No pueden el pueblo oficialista y el pueblo opositor, encabezados por sus respectivos liderazgos políticos y sociales, adoptar medidas para bajar los niveles de confrontación y trabajar juntos en la construcción de un destino que siempre será común, quienquiera esté en el poder?
No se trata de que nadie de la oposición se pase para el gobierno ni de que Maduro se pase para la oposición. De lo que se trata es de que los actores políticos y sociales del país puedan, sin abandonar sus particulares visiones y adhesiones, delimitar responsablemente sus diferencias y coincidencias y, con sentido patriótico, conjugar sus esfuerzos en beneficio del país y de su gente en aquellas áreas en que haya concordias de opinión, que estoy seguro pueden ser muchas más de las que la polarización permite apreciar.
Como practicante y amigo que siempre he sido del diálogo plural y del debate constructivo, jamás negaré mi concurso a cualquier iniciativa que busque ahorrarle al país nuevos escenarios de violencia e incomprensión.
Quiero, finalmente, decir que ni Vladimir ni yo somos ni estamos en la derecha, ni mucho menos en la ultraderecha, como ha dicho Maduro en soterrado ánimo descalificatorio. Ese no es un tema que nos quite el sueño, pues lo que determina la identidad política de las personas no es la retórica sino su historial de hechos y sus acciones del presente. Bastantes muestras hemos dado por muchos años y aun continuamos dando de apoyar siempre las más nobles causas de nuestro pueblo y de la humanidad. Y para eso no hemos necesitado que nadie nos ofrezca un puesto de lucha. Nos lo hemos construido nosotros mismos, bien sea en el activismo político y social, o bien en las trincheras del periodismo.
Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com
@mario_villegas
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