Fernando Mires 10 de julio de 2013
No sé si será deformación profesional.
Cada vez que ocurren acontecimientos similares en diferentes latitudes, como
siguiendo un reflejo condicionado, uno tiende a buscar similitudes, paralelos,
incluso analogías, o por lo menos un hilo que permita explicarlos en conjunto.
Reflexiones surgidas frente a esas rebeliones que hoy están ocurriendo en
diferentes países. Algunos muy lejanos entre sí. De ahí que la pregunta del
sociólogo que todos llevamos dentro no se hizo esperar: ¿Tienen rebeliones como
las de Turquía, Egipto, Brasil, algo en común?
Aparte de que suceden en el mismo
planeta, lo que más llama la atención es que sus actores principales son
jóvenes, predominantemente universitarios. Si a esas rebeliones sumamos las
asonadas de los indignados que una vez aparecieron en la Puerta del Sol de
Madrid, la de los estudiantes chilenos que ya llevan dos años peleando en
contra de la universidad-empresa, y la de los estudiantes venezolanos quienes
desde 2007 luchan por la autonomía universitaria, hay que concluir en que, nos
guste o no, al igual como ocurrió en los sesenta del pasado siglo, la segunda
década del XXl ha sido iniciada bajo el signo de movimientos generacionales.
Reitero, son diferentes entre sí, pero a pesar de esas diferencias, todas son
-o comienzan siendo- rebeliones juveniles a las que se unen, en ocasiones,
multitudes urbanas. Y ese es el segundo punto común de las mencionadas
rebeliones: Son urbanas.
Constatación que lleva a re-plantear
el tema de la organización social de la ciudad. Me refiero, siguiendo una idea
del historiador Lucien Febvre, a dos conceptos no siempre coincidentes: La
ciudad demográfica y la ciudad política, o si se quiere, la ciudad residencial
y la ciudad como polis (centro de la política). Pero para abordar ese tema
permítaseme recurrir a una previa reflexión.
Toda ciudad encierra en sus interiores
a diversos grupos de poder. Grupos expansivos y defensivos a la vez. Como toda
unidad colectiva, cada grupo intenta, y a veces lo ha logrado, subordinar a
otros. Eso quiere decir que la ciudad es también un espacio de lucha, y no sólo
política. Por esa razón la ciudad democrática de nuestro tiempo no suprime la
lucha entre grupos, pero sí la limita y condiciona mediante instituciones,
constituciones y leyes.
Estoy hablando -entiéndase- de grupos
de poder, es decir de propietarios de una cuota del poder total. Por lo mismo
cada grupo posee una propiedad sobre un determinado poder. De ahí que, a riesgo
de ser simple (no siempre es una virtud) me atreveré a proponer un listado de
los diferentes grupos de poder que coexisten orgánicamente al interior de cada
ciudad moderna.
1. Los propietarios de las armas, llamadas en lenguaje vulgar, los "fierros", es decir, la policía y el ejército recluidos estos últimos, en periodos normales, al interior de sus cuarteles
2. Los propietarios del dinero, cuyos
templos son los bancos, la bolsa, las calles comerciales, los bazares y los
malls.
3. Los propietarios del cielo: las
grandes religiones y sus iglesias.
4. Los propietarios del saber y del
conocimiento, recluidos al interior de las universidades e institutos de
enseñanza superior.
5. Los propietarios del trabajo,
organizados en fábricas y sindicatos
6. Los propietarios del saber
político, por algunos llamados "clase política", grupo que si bien
funge teóricamente como representante de otros, puede alcanzar un alto grado de
profesionalidad y autonomía.
Ahora, el hecho de que en los conflictos de nuestro tiempo aparezca como actor principal el grupo 4, el de los propietarios del saber y del conocimiento, dista de ser casualidad. De modo que hay dos alternativas. O el grupo 4 está luchando para apoderarse de los demás, o está luchando en contra de la expansión de otros poderes. Y bien, un vistazo rápido a los últimos acontecimientos lleva a concluir que la segunda alternativa es la más evidente.
Tanto en El Cairo, en Río, en
Estambul. en Santiago, en Caracas, jóvenes universitarios están luchando por
liberarse de poderes expansivos que intentan someter el saber y el conocimiento
a sus intereses. En ese punto, pero sólo en ese, todas esas luchas se parecen.
Pero también se diferencian. La diferencia principal se da en el hecho de que
cada rebelión juvenil enfrenta a diferentes enemigos.
Las luchas en Estambul y en El Cairo
parecían ser similares debido a que ambas enfrentaban a un mismo enemigo: el
integrismo islamista, vale decir a los propietarios del cielo (grupo 3) quienes
pretenden convertir a las universidades en instituciones destinadas a propagar
la "verdadera fe" en contra de los infieles.
Quizás hay que recordar que la lucha
entre la intelectualidad unida a la burguesía en contra de la iglesia unida al
ejército marcó casi toda la historia del siglo XlX en Europa. De ahí que los
estudiantes y académicos del grupo 4 aparecen hoy, en los países islámicos,
como mensajeros tardíos del espíritu de la Ilustración europea.
Sin embargo, también hay una enorme
diferencia entre las luchas turcas y las egipcias. En el primer caso el grupo 4
midió sus fuerzas con el grupo 3 (el teocrático), el cual mantiene una estrecha
y peculiar alianza con el grupo 2 (el del dinero) y con el grupo 1 (el de los
fierros). Eso trajo consigo que el grupo 4 debiera replegar sus fuerzas, aunque
obteniendo algunas concesiones del grupo 3. No ocurrió así en El Cairo.
Durante la primera revolución egipcia,
la de 2011, el grupo 4 en contra del grupo 1, logró arrastrar consigo a grandes
masas donde el grupo 3 mantiene sus bastiones. Frente a esa nueva alianza el
grupo1 hubo de emprender la retirada y ceder espacio a la hegemonía del grupo 4
el que fue, en las elecciones presidenciales, desplazado por el grupo 3, los
llamados islamistas.
La segunda gran revolución egipcia, la
de 2013, también fue iniciada por el grupo 4, pero esta vez en contra del grupo
3, para lo cual el grupo 4 hubo de sellar una alianza con el grupo 1 mediante
el mecanismo de un golpe de estado que, a su vez, ha dado inicio a la rebelión
del grupo 3. Por el momento, una tragedia sangrienta.
Diferente ha sido el caso de las
manifestaciones brasileñas, pues a diferencia de los países musulmanes Brasil
dispone de una muy bien consolidada clase política que cierra definitivamente
el camino al grupo 1. Esa clase política (grupo 6) gracias al espectacular
desarrollo económico experimentado por el país, ha terminado por unir su
destino con el grupo 2, traduciéndose ello en el fenómeno de la
"economización de la política", y por cierto, en el de la corrupción
de los políticos. Ahora, gracias a que Rousseff, siguiendo a Lula, mantiene
estrechos vínculos con el grupo 5 (obreros), ha podido resistir con éxito los
embates del grupo 4, aunque al precio, como ocurrió en Turquía, de realizar
algunas concesiones. La próxima tarea del grupo 6 brasileño será entonces la de
integrar en el discurso político a los jóvenes del grupo 4. Si Rousseff lo
logrará es todavía un enigma.
Las movilizaciones brasileñas permiten
a su vez entender mejor el sentido y carácter de las grandes y ya largas
movilizaciones del grupo 4 en Chile, orientadas, sobre todo durante el gobierno
de Piñera, en contra del predominio alcanzado por el grupo 2 en todos los
ámbitos de la vida del país, incluyendo la de las universidades.
Como es sabido, durante la dictadura
de los fierros, la de Pinochet, el grupo 2 fue el mejor aliado del grupo 1. La
Concertación, a su vez, en representación de todo el grupo 6, integró al grupo
2 a su sistema de alianzas con resultados económicos (aunque no políticos)
formidables.
En otras palabras, los estudiantes
chilenos luchan en contra de un orden educacional que tiende al lucro y no a la
calidad académica. El ideal universitario del grupo 2 -no puede ser otro- es el
de la universidad-empresa, e incluso, el de la universidad-mall. Ahora bien,
contra esa toma de poder del grupo 2 en desmedro del grupo 4 se han movilizado
los estudiantes chilenos, hecho que ha sido tomado en cuenta por Bachelet quien
ya ha inscrito en su programa parte de las demandas estudiantiles. Lo más
probable entonces es que durante el gobierno de Bachelet, el movimiento
estudiantil se dividirá entre quienes quieren cambiar el sistema educacional y
quienes quieren cambiar el sistema galáctico.
El enemigo fundamental de los
estudiantes y académicos venezolanos es en cambio el grupo 1, el de los
fierros, hecho que tiene que ver con el propio carácter del gobierno
post-chavista.
No se trata por cierto de un clásico
gobierno de fierros, como los que predominaron en el Cono Sur. Pero sí de un
gobierno militarizado y militarista a la vez. Dicho carácter no sólo tiene que
ver con el altísimo porcentaje de oficiales en funciones políticas, sino, sobre
todo, con el estilo militar de gobierno.
Los chavistas, como si fueran
soldados, no deliberan. Dan y reciben órdenes. Tampoco polemizan. En lugar de
eso agreden e insultan. Utilizan, además, sistemas de delación y espionaje. La
mentira, arma de guerra, se ha transformado en uso cotidiano. Todos los días
inventan complots, supuestos ataques aéreos desde países vecinos, inoculaciones.
La oposición para ellos no es oposición; es un enemigo destinado a la
aniquilación: es la ultraderecha fascista, o los apátridas, e incluso, así lo
dicen, los asesinos. En breve, el post-chavismo, como ayer el chavismo, vive en
estado de guerra imaginaria y permanente.
Pero hay una diferencia entre chavismo
y post-chavismo. Mientras el primero logró configurar una alianza entre
militares y grandes masas populares, el post-chavismo experimenta la disolución
de esa alianza. O dicho así: mientras el chavismo era militar-popular, el
post-chavismo es cada vez menos popular y, por lo mismo, más militar. Chávez,
en efecto, era el nexo viviente entre "su" pueblo y los militares.
Muerto Chávez, sucedido por un líder no empático, más bien anti-pático, la
relación entre gobierno y pueblo es cada vez más precaria. En otros términos,
el grupo 1 está experimentando durante el gobierno post-chavista un creciente
proceso de autonomización.
Bajo esas condiciones ha comenzado un
ya no lenta emigración popular hacia el grupo 6, una nueva clase política
dirigida por la MUD y por su líder electoral. Si la tendencia se mantiene,
serán acentuadas las tendencias que llevan hacia la militarización definitiva
del gobierno. Y bien, son esas tendencias las que permiten entender el
recrudecimiento de las agresiones del grupo 1 hacia el grupo 4.
Así como en Turquía y Egipto los
propietarios del cielo quieren convertir a la universidad en una versión
ampliada de la mezquita, o así como en Brasil y Chile los propietarios del
dinero conciben a la universidad como una empresa más, en Venezuela los
propietarios de los fierros quieren hacer de la universidad una prolongación
ideológica de los cuarteles. Es por eso que, como ocurre en las dictaduras
militares, los post-chavistas se han propuesto terminar con la autonomía de las
universidades. En esas condiciones, la lucha de los universitarios trasciende a
la universidad y se convierte en lucha por la salvación de la polis. Quiera la
suerte que esa lucha sea mantenida a través de vías electorales. Nadie, o muy pocos,
desean que El Cairo -ya convertida en una ciudad de fierros- sea el destino de
las ciudades de Venezuela.
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