Por Lissette González, 03/07/2013
En una entrada
anterior, presenté la movilidad educativa que registran las
encuestas del Proyecto Pobreza del Instituto de Investigaciones Económicas y
Sociales de la UCAB. Allí concluía que a pesar del aumento sostenido del nivel
educativo de la población venezolana era difícil pensar que hubo ganancias en
equidad por la creciente importancia de la educación privada como estrategia
para aumentar el nivel educativo de los hijos. Sin embargo, otra
dimensión importante de la desigualdad en el acceso a la educación tiene que
ver con la distribución espacial de las oportunidades, a lo que dedico esta
nueva entrada. Como podemos ver en el gráfico, entre los dos años considerados
ha crecido la población con educación superior en todos los niveles de
urbanización. Sin embargo, estas ganancias no han sido iguales en nuestro
territorio: mientras la población con educación superior aumentó 10 puntos en
promedio, el incremento en Caracas y las grandes ciudades fue de 8
puntos, mientras que en las ciudades intermedias y pequeñas alcanzó 12 y 14
puntos, respectivamente y en las localidades de menos de diez mil habitantes,
la población con educación superior creció solo 7 puntos. El panorama
educativo, por tanto ha cambiado, puesto que las ciudades intermedias y
pequeñas se han acercado a los valores de las ciudades más importantes del
país. Pero, ¿cómo entender la dimensión espacial de la estratificación?
Uno de los problemas en el enfoque clásico de
los estudios sobre estratificación es su énfasis en las características
individuales o del hogar y su efecto sobre los logros económicos, medidos a
partir de la ocupación o del ingreso. Este enfoque deja de lado aspectos
fundamentales de la explicación de las diferencias en el logro de los
individuos: en primer lugar, los factores político-institucionales, que afectan
tanto al mercado de trabajo (tales como la presencia de negociación colectiva y
la legislación laboral- este artículo de Thomas Di Prete hace
una excelente síntesis de este problema) como a la distribución de bienes y
servicios sociales básicos que condicionan las capacidades con las que cuentan
individuos y hogares al insertarse en el mercado laboral (aquí les remito al
concepto de “desmercantilización” de Gφsta Esping Andersen o
el de “estructura de oportunidades” deCarlos
Filgueira).
Los estudios empíricos sobre la
estratificación suelen, además, tratar con muestras y promedios nacionales por
lo que se supone que las condiciones de vida y los factores causantes de la
desigualdad son homogéneos dentro de las fronteras de los estados nacionales.
Sin embargo, en años recientes ha habido un creciente interés por
verificar la influencia de variables que caracterizan los entornos locales como
determinantes en la reproducción de la desigualdad. Al considerar la
heterogeneidad territorial se abordan dos cuestiones: cómo los indicadores de
estratificación se distribuyen en el territorio y cómo los propios espacios
geográficos se convierten en indicadores de estratificación.
En el caso venezolano, se han realizado
diversos estudios que se proponen describir la diversidad en las condiciones de
vida a lo largo del territorio nacional. Vale la pena resaltar el mapa de
posiciones geosociales que ha desarrollado CISOR al contrastar el nivel de
urbanización con indicadores de estratificación (este trabajo está
disponible en la web) o el trabajo de María
Gabriela Ponce que, utilizando distintos métodos de medición de
pobreza, describe la diversidad de condiciones de vida existentes según el
nivel de urbanización en el país.
En estas breves líneas no pretendo explicar
las diferencias espaciales en las oportunidades educativas, sino describir el
indicador de movilidad educativa intergeneracional de acuerdo al nivel de
urbanización, y cómo cambió en el período 1997-2007.
Lissette González
@LissetteCGA
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