FERNANDO RODRÍGUEZ 05 de febrero de 2014
La MUD ha sido absorbida
sustancialmente por las continuas elecciones que hemos vivido y en las cuales
tuvo una airosa conducción. En lo anterior creo que todos los comensales que se
sientan en la Mesa estarán de acuerdo. No obstante cada vez resulta más evidente
que existe una grieta creciente entre dos bandos en cuanto a la estrategia a
seguir para recuperar la salud nacional
Como quiera que hasta ahora la Mesa de
la Unidad Democrática ha sido absorbida sustancialmente por las continuas
elecciones que hemos vivido y en las cuales tuvo una airosa conducción y,
ahora, entramos en un período relativamente largo de abstinencia comicial, esta
sola circunstancia la obliga a repensar su funcionamiento.
Pero seguramente el peso mayor que
obliga a ese viraje es la demoledora crisis que nos envuelve y que amenaza el
mínimo equilibrio vital del país que necesita respuestas políticas certeras,
contundentes y sin dilación.
En lo anterior creo que todos los
comensales que se sientan en la Mesa estarán de acuerdo. No obstante cada vez
resulta más evidente que existe una grieta creciente entre dos bandos en cuanto
a la estrategia a seguir para recuperar la salud nacional.
Los que piensan en una temporalidad
política que no hay manera de precipitar por decreto y que parecen abiertos a
determinadas formas de diálogo, todavía precarias y sin perfiles claros.
De otra los que quieren una salida
rápida del actual gobierno, con acciones políticas contundentes y bastante
aparatosas, al menos las democráticas, y que no conciben ningún acercamiento
apaciguador con el Proceso. Como se verá no se trata de minucias o matices sino
de verdaderas líneas fundamentales de acción.
Por último no creo que nadie tenga los
bríos para decretar la muerte de la unidad que podría ser la entrega del solo
bien político firme que ha logrado la oposición en quince años. No obstante ya
empiezan a volar de aquí para allá y de allá para acá los adjetivos de bordes
filosos y que muy fácilmente podrían terminar en separar la oposición entre
"dóciles colaboracionistas" e "irresponsables aventureros".
Pues justo es eso lo que habría que detener si todavía estamos a tiempo para
ello. Debería haber maneras de hacerlo.
Yo creo que hay un elemento que podría
brindar cierto sosiego, Henrique Capriles lo ha apuntado, creemos. El receso
electoral, la unidad pesa sobremanera a la hora en que nos contamos, debería
fomentar el desarrollo relativamente autónomo de los partidos que podrían
adquirir la musculatura que no tienen y necesitan, trabajando de maneras más o
menos diferenciadas y que no necesariamente tienen que entrar en una indeseable
colisión.
Si no se trata de forzar una
estrategia hegemónica, por lo menos mientras no llega, si es que llega, la hora
de las últimas encrucijadas, podrían por el contrario encontrarse moros y
cristianos en muchas esquinas y acciones.
Esto puede facilitarlo el que las dos
líneas están, hoy, igualmente plagadas de dificultades, riesgos e incertidumbre
y una dosis de prudencia y circunspección suena como la más adecuada ante esa
brumosa situación.
Seguramente será la crisis misma la
que irá pautando la naturaleza de la acción adecuada y no, a priori, las
cabezas de generalillos sin demasiadas tropas propias. No hay que olvidar que
ciertamente tenemos mucho que perder, ganancias en las que hemos empleado
demasiados esfuerzos y padecido dolorosos fracasos.
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