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viernes, 11 de abril de 2014

La falsa revolución en su encrucijada, Vladimiro Mujica



Por Vladimiro Mujica, 10/04/2014

Motivos suficientes tienen los chavistas de corazón para pensar que la revolución ha sido traicionada y que los herederos de Chávez han dilapidado el enorme capital político que les legó el Comandante Eterno cuando partía hacia su siembra. La última estocada al desastre del gobierno de Maduro es la sabia advertencia de Lula señalando que es necesaria la conformación de un gobierno de coalición para prevenir el colapso total, ya no de la revolución sino del país. En otras direcciones, otrora aliados incondicionales del “proceso bolivariano” han expresado críticas diferenciadas de la doctrina de la no intervención. UNASUR, el supuesto santuario alejado de las influencias nefastas del imperio y de la OEA, está participando abiertamente como mediador en el conflicto y especialmente las conductas de los cancilleres de Ecuador, Perú y Brasil, distan mucho de la de aliados incondicionales del gobierno venezolano. En el fondo, casi podría afirmarse que los países amigos están tratando de salvar al gobierno venezolano de sí mismo.

La verdad del asunto es que es injusto atribuirle el desastre actual al desgobierno de Maduro. Todo lo que estamos viviendo hoy tiene sus raíces en el proyecto militarista, populista y profundamente atrasado que el propio Chávez comenzó. La única y muy importante diferencia es que el Comandante era un político carismático que sabía administrar sus fuerzas sin recurrir a la represión abierta y que las arcas públicas estaban mucho más llenas. Pero así como los males crónicos de la vejez se deben en buena medida a la forma en que hemos vivido nuestras vidas, así el otoño senil de la revolución se debe a los excesos de sus progenitores. De la misma manera, el nacimiento del populismo chavista está anclado en la antipolítica y el colapso del sistema de partidos, de modo tal que el país está comenzando a llegar a términos con la trágica historia de una nación girando en círculos como un perro intentando morderse su propia cola. Pero la historia no tiene porqué detenerse allí.

Porque a diferencia de la sentencia inolvidable de García Márquez, “(…) y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Uno quisiera pensar que los pueblos tienen otra oportunidad de enmendar su historia.

Pero la falsa revolución se resiste a morir y la oligarquía chavista está dispuesta a arrastrar a toda Venezuela consigo para sobrevivir en el poder. No otra cosa se desprende de las declaraciones de los personeros del régimen y de la conducta escandalosamente represiva del gobierno y sus bandas del terror aliadas. Pero los hechos son tercos, y la realidad de centenares de miles de manifestantes obstinadamente manteniendo una protesta en toda Venezuela que parecía inimaginable hace un par de meses, unida al despertar del mundo que percibe cada vez con mayor claridad la realidad de un gobierno represivo y violador de los derechos humanos, ha terminado por obligar al régimen a abrir una ventana al diálogo.

Pero no puede haber lugar a engaños. La única razón por la que el gobierno dialoga es porque políticamente no se puede seguir rehusando. Ya el costo de la represión en términos de su credibilidad internacional ha sido muy elevado, e internamente se avecina el temido encuentro entre la protesta política y la protesta por la catástrofe de la conducción económica y social de la nación.

Pero a la par que invita al diálogo, el régimen mantiene la más salvaje represión y los encarcelamientos con procesos viciados. Pero esta conducta dual no es esquizofrénica, sino que más bien está cuidadosamente diseñada para maximizar la ventaja del gobierno en cualquier eventual negociación.

Del lado de la alternativa democrática es necesario proceder con la misma visión y estrategia que el régimen demuestra para sobrevivir a todo evento.

Pero de este lado para salvar al país. La acción en la calle y la valentía de los estudiantes y de quienes han arriesgado su vida en las barricadas han abierto la puerta para que el gobierno negocie. Es necesario reconocer con generosidad que independientemente de si se piensa que jugaron posición adelantada, el valor demostrado por Machado y López en asumir las consecuencias de su liderazgo está fuera de toda discusión. Y también el valor de Capriles y la moderación impuesta por la MUD. La verdad es que en la encrucijada de la revolución fracasada todos son necesarios para concluir el tránsito hacia la Venezuela posible. Pretender desactivar la protesta pública es un grave error, pero también lo es chantajear a quienes hablan de la necesidad del diálogo. A su vez el diálogo no puede ocurrir en un conciliábulo que fortalezca al régimen despótico y represor sino de cara al país e involucrando a quienes han hecho esto posible.

Como reza el dicho popular, la oscuridad es más profunda cuando se avecina el día. Nos asiste la razón ética e histórica de enfrentarnos a la revolución fracasada y obligar a los testaferros vivos del comandante sembrado a negociar. Pero para derrotar a la revolución en profundidad hay que abrazar sus objetivos nunca atendidos de justicia social e inclusión. Cuando esa síntesis que hoy parece imposible se haga verdad en nuestro discurso y acción se abrirá el futuro y se reconciliará al país.

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