Por Guillermo A. Cochez
Lo ocurrido en Caracas el
pasado jueves 1° de septiembre no tiene parangón en ese país hermano. Más de un
millón de personas de todo el país, voluntariamente y a su propio costo y
riesgo, se congregaron en la ciudad capital para reiterar el pedido de
referéndum revocatorio, procedimiento aprobado en la Constitución promulgada
por Chávez en 1999, que permite a la población, si no está satisfecha con sus
gobernantes a mitad del periodo, solicitar mediante votación directa que el
mandato sea revocado. Al mismo tiempo que esto ocurría, el gobierno realizaba
un acto que no llegó a sumar más de seis mil seguidores, muchos de ellos funcionarios
públicos obligados a estar presentes.
En este caso, el revocado
sería Nicolás Maduro cuyo índice de aprobación no supera 17% de la población.
Su mandato ha sido cuestionado en diversas formas, la última al ser considerado
el responsable de que, en un país rico como Venezuela, haya terminado de
destruir la economía, sin suficientes alimentos ni medicamentos, que los
hospitales estén inservibles y que la tasa de violencia vaya en aumento cada
día, particularmente por ser estimulada por el mismo gobierno al armar a miles
de seguidores del chavismo que han escapado del control de los organismos
encargados de la seguridad ciudadana.
La gris historia de Maduro
está marcada por el fraude y la mentira, algo propio de los gobiernos
populistas de izquierda, que tanto daño hacen en América Latina en este siglo.
A estas alturas, Maduro no ha podido demostrar fehacientemente que es nacido en
Venezuela y no en Colombia, como todo indica, con lo cual no podría ejercer la
Presidencia de la República de Venezuela. Además, al asumir el poder temporal
el 10 de enero de 2013, hecho que denuncié y me costó mi puesto en la OEA donde
representaba a Panamá, Chávez ya estaba muerto y por lo tanto lo que procedía
era hacer una nueva elección de inmediato y no esperar hasta el 14 de abril de
2014, como ocurrió.
A Nicolás Maduro ni su
propia gente lo aprueba, hasta se burlan por la manifiesta incapacidad que ha
demostrado en el ejercicio del poder, hoy prácticamente cedido a los jefes
militares, en asuntos tan vitales como la distribución de los alimentos que
tanta falta le hacen al pueblo venezolano. Nadie saber cómo puede sostenerse a
pesar de los permanentes desaciertos en que incurre.
La Toma de Caracas deja aún
más en la precariedad a Maduro y sus adláteres, porque refleja el interés de la
mayoría de la población, que quiere su relevo como punto inicial de la salida a
que aspira el país. Queda claro para quienes aún lo apoyan que su figura está
gastada y no tiene posibilidad alguna de recuperación. Estimulan el cambio,
pero no saben cómo hacerlo. Mientras tanto el país sigue camino al barranco,
sin saber cuándo tocará fondo.
Después de la marcha del 1°
de septiembre, el grupito que se aferra a Maduro pensará menos en conceder el
referéndum porque conoce de antemano la paliza que recibirán. Saben que lo
pueden perder todo y por eso los pataleos de ahogado. Por eso es que el diálogo
con Maduro no ha prosperado ni tiene posibilidad de prosperar.
¿Qué debe hacer la
oposición, entonces? La Toma de Caracas representó la manifestación de un
pueblo que al perder el miedo al tirano es capaz de darlo todo por recuperar su
libertad y mejorar su condición de vida. Pero en forma cívica y pacífica.
Deberá seguir luchando como lo hizo el 1° de septiembre, tal como han anunciado
que lo harán.
Los cambios pacíficos
demoran, pero cuando llegan se quedan y se profundizan; que mejor ejemplo de
ello que el legado de Mahatma Gandhi. Ese es el camino que se debe seguir.
Habrá algunos que reclamarán por qué en esa marcha no se aprovechó la multitud
para forzar en Miraflores la renuncia de Maduro. Ello hubiera podido conllevar
a la violencia que unos pocos estimulan y la mayoría quiere evitar. Ojalá que
la prudencia y la ecuanimidad sigan inspirando a quienes en este momento
histórico dirigen a la oposición venezolana.
05-09-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico