Revista SIC 788 Septiembre-Octubre 2016
El hambre y el militarismo
son dos signos visibles de esta hora que vivimos como país. Dos caras de la
misma moneda. Podríamos decir que el hambre es el resultado más dramático de la
imposición de un modelo económico inviable que nos está arrebatando el derecho
a vivir con dignidad, y el militarismo la respuesta sorda y dura del poder que
se resiste a aceptar su fracaso y estar éticamente a la altura de la situación.
El militarismo, cada vez más, se ha ido convirtiendo en el modelo de gestión
gubernamental que implica un ejercicio arbitrario del poder que desplaza la
razón, la palabra, y cualquier espacio institucional y modo democrático de
relación, entronizando el lenguaje arbitrario del más fuerte, el de las armas.
Con la palabra hambre
queremos señalar la falta en nuestras familias del pan nuestro de cada día, lo
más básico, lo necesario para estar de pie y con salud. Esto a la mayoría,
estructuralmente, les está negado. Y cuando se accede a una bolsa de comida se
tiene que pasar por una serie de humillaciones denigrante para nuestra
condición humana: horas de colas, lluvia, sol, insultos, agresiones,
restricciones, abusos, maltrato, discriminación política y un gran etcétera.
Los relatos son escandalosos y ocurren en todos los rincones del país,
con registros mediáticos limitados y con información escasa y maquillada por
parte de las instituciones públicas competentes en la materia, que desconocen
el hecho.
La narrativa cotidiana no se
puede ocultar, toca a la puerta, roba el sueño, viaja en transporte público,
camina por las calles, llora, desespera, escarba en los basureros de la ciudad.
“José, taxista de sesenta años y cuarenta en el oficio, levantó a sus hijos a
punta de volante. Todos profesionales. Dos de sus hijos emigraron este año, uno
a Colombia, otro a Costa Rica. Él ha asumido la carga de cinco nietos,
mientras sus hijos se sitúan en el extranjero. José vive con insomnio pensando
cómo hacer para llevar el pan a sus nietos. Taxiar ya no es negocio.
El carro pide más de lo que da. Lo que gana solo alcanza para medio comer. Su
esposa Eugenia tiene una artritis avanzada, no puede ir a las colas a comprar,
menos ahora que ya no dan preferencias a los enfermos y tercera edad. José pasa
todo el día en la calle taxiando en su carro viejo. Las veces que
hace la cola del CLAP pierde el día de trabajo. No es negocio.
Por eso, no le
queda otra alternativa que comprar en el mercado negro donde la inflación se
come su presupuesto. Muchas veces se acuesta con hambre para que sus nietos
coman algo”. “Elena es una joven de 27 años, madre soltera con tres niños, está
amamantando y algunos días desesperada comparte el pecho con todos sus
hijos, saca energía de su instinto maternal, esa fuerza misteriosa le
sostiene”. “Anderson tiene doce años, se inscribió en la escuela de boxeo
porque allí le dan algo de comer. A la mamá no le gusta a idea porque dice que
ꞌlos boxeadores terminan locosꞌ. Pero impotente, no le ha quedado más remedio
que aceptar que su hijo intercambie golpe por comida”. “Un hombre joven se
desplomó en la calle. Tocaron a la puerta de las hermanas. La religiosa compró
unos cambures y le dio de comer. Poco a poco el hombre volvió en sí. Llevaba
dos días sin comer. Agradeció. Se levantó y se fue en silencio. Uno de los
presentes comentó: ꞌLleva dos días sin comer, tiene tres hijos, trabaja, gana
sueldo mínimo, lo que gana apenas le alcanza para dar de comer a sus hijosꞌ. El
trabajo regular y asalariado no da para vivir”. A este propósito, el
Observatorio de Conflictividad Social (OCS) registró para el mes de agosto 139
protestas por el derecho a la alimentación, 25 por ciento de las protestas
registradas en el país, 36 más que en agosto de 2015, 32 saqueos y 57 intentos
de saqueo.
Pero para las élites del
partido-gobierno, que ha quebrado el aparato productivo por la vía de la
expropiación y monopolización estatal, estos relatos de hambre son parte de la
narrativa de la guerra económica que tiene como objeto minar la credibilidad
del proceso revolucionario. Para ellos estas historias no son una realidad,
sino una matriz de opinión propia de sus enemigos nacionales e internacionales
que pretenden detener la “revolución bonita” y la gestación del hombre nuevo y
la sociedad nueva. Están tan ensimismados en su ficción de país y en el
resguardo de sus intereses de poder, que el señor Presidente en sus
alocuciones, con craso cinismo, se ha venido mofando del hambre del pueblo,
diciendo, con pseudo humor: “La dieta de Maduro nos pone duro”.
Recordemos que ya en mayo, ante la OEA, la canciller Delcy Rodríguez declaró a
los medios internacionales que “más de 300 medios vendían que Venezuela no
tenía que comer y que los supermercados estaban vacíos. Solo los
medios alternativos lograron desmentir esta infamia y mostraron las
imágenes de los anaqueles llenos”, razón por la que concluía la canciller “es
irrespetuoso considerar que en nuestro país hay una crisis humanitaria”[i]. Esta es la visión y ficción sobre la que
han montado sus políticas de Estado completamente de espaldas a la situación
cotidiana que vive la gente. En contraste y coherente con las historias del
hambre, Datanálisis, en su monitoreo más reciente, calcula en 42 % la caída de
poder de compra de los venezolanos ante el comportamiento de los precios, el
desabastecimiento de productos regulados en 77,8 % y la inflación de alimentos
en el mercado negro en 2.375,4 %.
Como respuesta a esta
situación, la Iglesia ha venido exigiendo la apertura de un corredor
humanitario que posibilite el acceso tanto de alimentos como de medicinas
mientras exige se negocien y concierten las medidas necesarias para reactivar y
progresivamente estabilizar el aparato productivo. El Gobierno se ha negado. No
está dispuesto ni a reconocer la crisis, ni sus efectos humanitarios. Por el
contrario, considera que esta decisión vulnera la soberanía
nacional que en realidad no es otra cosa que sus intereses de grupo y, en
consecuencia, ha militarizado el acceso a la alimentación concentrando la
distribución de alimentos en el Ministerio de la Defensa, quedando ahora
un general encargado de la distribución por cada uno de los dieciocho
rubros alimenticios elegidos. Tragicomedia nacional. Sin embargo,
paradójicamente, en la práctica han venido tomando medidas de apertura de las
fronteras colombo-venezolana y brasileña-venezolana creando un corredor de
abastecimiento por la vía de la importación de particulares y de sectores
boliburgueses, fortaleciendo las economías vecinas, mientras el aparato
productivo nacional sigue paralizado y lo poco que queda activo, estrangulado y
amenazado por la presencia militar.
Notas:
[1] Ver
http://noticiaaldia.com/2016/05/gobierno-expone-en-el-consejo-permanente-de-la-oea-la-verdad-sobre-venezuela/r
13-10-16
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