Por Luis Pedro España
El país se nos está yendo
por los rincones. Noticias, experiencias cotidianas, anécdotas y vivencias
sorprendentes, llenan de ejemplos esto que los venezolanos dan en llamar
“tiempos que nunca habíamos vivido, o cosas que nunca nos habían pasado”.
Ante la magnitud del deslave
social, del derrumbe de la economía, del autoritarismo ramplón y cínico con el
cual el gobierno responde a una realidad que se le ha vuelto adversaria, todos
necesitamos respuestas, urgentes salidas. Por ello, cuando no las escuchamos, o
nos parecen que no son suficientes para dar al traste con todo esto, algunos se
lanzan a la desesperanza, insultan por las redes sociales o por donde puedan
expresarse, y se quejan como el pasivo de la pareja que espera que el otro
resuelva.
En materia de alternativas o
respuestas ante la crisis, el gobierno, obviamente, no las tiene. Su discurso
divorciado del país es cada vez más para sus audiencias internas. Es un diálogo
de sobreviviente, de una cúpula a la que le importa un rábano lo que puedan
estar pensado de ellos el resto del país. Solo están pendientes de los poderes
fácticos, esos de los que dependen, a los que están aferrados para no tener que
pasar por el doble trámite de rendirle cuentas al país y pagar políticamente
por ellas. Ellos llegaron a un punto de no retorno, por lo tanto el futuro está
en nuestras manos.
Cuando se escriba con
sosiego la historia de esta tragedia, seguramente asistamos a un ejemplo
fascinante del clásico de la teoría del caos. Movimientos imperceptibles, casi
irrelevantes, van acumulando consecuencias que nadie logró prever. ¿Recuerdan
el aleteo de la mariposa? Resultado, una intrincada madeja que cada actor
percibe desde un ángulo tan distinto que es incapaz de coordinarse con su
aliado actual, o antiguo, haciendo del gobierno esa Torre de Babel que primero
paraliza sus acciones y después se precipita al suelo.
Pero, mientras el gobierno
se ocupa de su irresoluble acertijo, el país continúa cuesta abajo y sin freno.
Difícil no prever algún tipo de choque o colapso. Acto extracotidiano donde
parecerse o no a lo que dicen los especialistas (estallido, revuelta, golpe,
etc.) es un detalle que solo conoceremos cuando ocurra.
¿Qué hacer mientras
tanto?
Ante semejante incertidumbre
quizás lo mejor sea comenzar definiendo lo que no se debe hacer, como primer
paso para saber lo que habrá de hacerse. Para orientar los “no es” digamos que
hay que evitar aquello que está esperando el gobierno, lo que les conviene de
nuestras acciones, lo que los fortalece. Teniendo ellos la fuerza, pues todo lo
que sea confrontación y enfrentamiento puro y simple, violencia o su amenaza,
para ser exactos, es lo que les conviene. Adicionalmente, a la oposición le
perjudica aquello que mella sus activos, es decir, el favor del pueblo.
Dicho así, en este momento,
porque todo en política como en la vida puede cambiar, las salidas que apuesten
por la fuerza, la insubordinación, la rebeldía en cualquiera de sus formas
prácticas parece inconveniente para la oposición y por una sola razón: ellos
tienen el poder de la violencia y obviarlo o desconocerlo es simplemente
suicida.
Por su parte, lo único que
tiene la alternativa democrática, la oposición, es la voluntad del pueblo, su
apoyo. Cuidar el activo que se tiene es la pieza más importante del
rompecabezas.
Lo segundo que el gobierno
no tiene son ideas, o peor aún, no tiene forma de tomar las decisiones que
hacen falta. Las ideas, como algunas otras cosas, se pueden comprar. Los brutos
pueden gobernar y hacer un buen gobierno, si tienen tino para escoger las ideas
de otros. Pero esta más que visto que este gobierno está inhabilitado para
hacer lo que corresponde, lo mínimo que dice el manual. Y aunque el país entero
le adjudica a la idiotez la ausencia de respuestas del gobierno, no hay que
perder de vista la parálisis de la que son víctimas, por culpa de los intereses
que lo atraviesan de arriba abajo (en el sentido de estatus) y de izquierda a
derecha (en el sentido ideológico).
El gobierno está atrapado y
no va a soltarse, no va a enmendar justo después de tres largos años en los que
no pudo hacer lo que pudo haber hecho si el gobernante hubiese tenido valor de
explicarles a sus partidarios, a los poderes que lo rodean y a todos en general
que el legado ya no servía, que eso medio funcionó para alimentar una ilusión
mientras el barril de petróleo estaba por la estratosfera, pero que en el mundo
que a él le tocaba administrar, el legado del “comandante” no servía para nada.
Pero está visto, el dicho siempre se cumple ¿con qué se sienta la cucaracha, si
no tiene?
Imposibilitado de levantar
la más mínima esperanza, el desastre y su fin están a la vuelta de la esquina.
Pero, para que ello sea cierto, la oposición tiene que ser una opción, no solo
porque sabe cómo solucionar el inmenso problema en el que estamos metidos, sino
que debe ser una posibilidad política para los que adversamos al régimen y, lo
más importante (que nunca van a entender nuestros radicalosos), también tiene
que serlo para los de la acera de enfrente.
Igual como el chavismo cavó
la tumba de su inviabilidad tratando de desconocer a 30% o 40% de venezolanos
atorrantes y contrarios a sus fantasías del siglo XXI, hoy tampoco será posible
lograr una transición, un cambio de gobierno y un desenlace de nuestros
problemas económicos y sociales, si el 30% que aún es chavista, o que “odia a
la oposición” no puede ver un futuro donde ellos sobreviven y caben en el país,
pensando tal y como piensan.
¿Qué significa eso?
¿Sentarnos en la acera hasta ver pasar el cadáver del gobierno? No. ¿Salir a la
calle a protestar y generar un caos, hasta que alguien (que suponemos no está
en la calle) le dice al gobierno que se vaya? Tampoco.
Hace falta un poco de todo,
un sabaneado, un paso atrás y dos adelante, mantenerse en la senda de que las
cosas cambien por el diálogo y la convocatoria a elecciones, para entonces
definir el juego. Aquí nadie tiene la fuerza para imponérsele al otro. Si es
cierto la terrible conseja que el señor Norberto Ceresole le metió en la cabeza
al gobierno en su momento y que constituía la dupla indivisible para la
gobernabilidad sin instituciones (pueblo y Fuerza Armada), pues hoy unos tienen
una parte y otros la restante.
Se espera que en las
próximas horas el Tribunal Supremo de Justicia dicte una sentencia que puede
hacer que el juego se redefina. Puede que incluso para cuando se lean estas
líneas haya tenido lugar lo que los radicales de allá creen que será su
salvación. Si se les ocurre inhabilitar el referéndum revocatorio, darle un
palo a la lámpara, solo se acelerarán las cosas, el gobierno habrá cometido su
principal error, pero cruzando los dedos y ligando que nosotros lo emulemos,
que también le demos una patada al tablero y dejemos entonces de ser la
esperanza y la opción para reconstruir el país.
Vienen tiempos aún más
difíciles que los que hemos vivido. Si la cordura y la sensatez democrática se
mantienen de nuestro lado, como hasta ahora, ténganlo por seguro, llegaremos a
buen puerto.
13-10-16
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