Por Alejandro Moreno
Juan, nombre ficticio, es
feriero, a saber, uno de esos andinos –llegaron los gochos, dice la gente– que
arriban con su camión cargado a un lugar cualquiera de la ciudad y con otros
monta su feria de verduras a precios más bajos que los del supermercado. Como
buen andino, Juan es ordenado, acucioso, respetuoso y diligente. Le gusta tener
todos sus asuntos en regla. Por eso cuando el guardia le para en la primera
alcabala –apárcate ahí, a la derecha– y con cara de pocos amigos golpeando la
voz le pide todos los papeles, va sacando parsimoniosamente y con cachaza
montañesa uno tras otro sus documentos: los papeles del carro, la licencia, el
certificado médico, los seguros, la guía. El guardia ya sabe que todo lo va a
encontrar en regla y no tiene reparos en reconocerlo. Sin embargo, añade: “Todo
está bien, pero te falta el impuesto bolivariano”. Juan, buen andino, ya está
prevenido. Saca su cartera y paga el impuesto aludido. Nosotros lo llamamos
vacuna, coima, matraca, burla y sarcasmo, pero nos equivocamos. Es un impuesto,
y bolivariano además, porque es producido en socialismo, tiempo de
bolivarianismo nominal y trapacero. Juan se tranquiliza porque sabe que ya no
le van a pedir nueva erogación en ninguna de las infinitas alcabalas que tendrá
que pasar en el largo y azaroso recorrido desde sus Andes nativos hasta
Caracas. De alguna manera, mediante un sello, un papel que dice otra cosa o una
simple llamada de celular, todos los funcionarios de ese concierto estarán
informados de que ya pagó. Juan no sabe adónde irá a parar su exacción pero lo
sospecha. Para él es bueno porque antes tenía que bajarse de la mula, perdón,
del camión, para ir regando sus devaluados bolívares por muchas manos. Ahora,
de una vez se le soluciona todo.
Digo que es un impuesto no
sólo porque así lo llaman, sino porque es de contribución obligatoria cuyo
incumplimiento está castigado por los representantes de una autoridad autónoma
forajida con sus agentes de retención.
Lo dicho y escrito. Las
megabandas de malandros, las cárceles, los colectivos, las zonas de paz, sistemas
como las OLP y dele… todos hacedores de violencia, se han convertido en estados
independientes dentro del Estado, generando un feudalismo de nuevo cuño. Cada
uno posee su territorio, su régimen jurídico, sus fuerzas armadas, su justicia,
su forma de gobierno, su sistema de impuestos, llámense estos causa, vacuna o
desvergonzadamente impuesto bolivariano.
El Ejecutivo, como un rey
constitucional, reina pero no gobierna.
Dios me guarde. A Él me
encomiendo.
ciporama@gmail.com
18-10-16
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