Jesús “Chuo” Torrealba 09 de octubre de 2016
Maduro
no quiere revocatorio. Tampoco quiere
elecciones regionales. Ni siquiera
quiere llegar a la recolecta del 20 % de las manifestaciones de voluntad del
padrón electoral a nivel nacional, único requisito que exige la Constitución
para convocar al Referendo Revocatorio, y para evitarlo está urdiendo maniobras
entre el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, para
intentar mantenerse en el poder sustituyendo con burocracia el pueblo que ya no
tiene.
Estas
maniobras del madurismo para aferrarse al poder aun siendo repudiado por la
mayoría generan legítima molestia en sectores de la población, que exclaman:
“¡Pero bueno! ¡Hasta cuando! ¡Estos tipos siempre se burlan de la Ley y la
Constitución! ¡Hay que hacer otra cosa!”.
Cuando se les pregunta a esos ciudadanos justamente indignados cuales
serían esas “otras cosas” la respuesta ya no es tan categórica: “Bueno, no sé,
otra cosa, más contundente… ¡Calle, queremos calle! ¿Por qué no le piden la
partida de nacimiento a Maduro? ¡Él es colombiano! ¡Algo hay que hacer!”
La
gente tiene razón en mostrarse indignada.
El régimen esta agrediendo a las personas, a las familias y al
país. Las personas ya no saben si
regresarán vivas a su casa cuando salen cada madrugada, al trabajo o al
rebusque. Las familias ya no tienen con
que hacer mercado, ni con que mantener a
los niños en el colegio, ni mucho menos con que atender una contingencia
médica, sea enfermedad crónica o accidente imprevisto. Para el país, la perpetuación de Maduro en el
poder es una sentencia de muerte aplicada por cuotas: Una nación donde los
mejor preparados tienen que irse, y donde los que van naciendo sufrirán taras
mentales porque presentan bajo peso al nacer y no consumirán las vitaminas,
proteínas y minerales indispensables entre cero y dos años, es una sociedad a
la que le destrozaron el presente y le quieren amputar el futuro.
Por
eso, la justeza de la rabia ciudadana no esta en discusión. El asunto urgente
es: ¿Qué hacer con ella? ¿En que dirección invertirla? ¿Cómo hacer para que esa
indignación popular no se “desahogue” sino que se convierta en energía de cambio,
en fuerza impulsora de las transformaciones positivas, políticas y económicas,
que todos queremos?
Para
responder a esa pregunta no basta con tener “labia”, discurso enardecido, ese
que arranca aplausos con facilidad aunque luego deje la sensación de que en
realidad no se dijo nada, porque quedamos en las mismas…
Tampoco
basta con tener “bolas”, porque esa concepción “testicular” de la política
(atavismo machista y vestigio militarista, porque el militarismo no es otra
cosa que un machismo de uniforme) jamás podido sustituir lo que es el verdadero
coraje cívico y el auténtico valor personal, aquel con que Vargas enfrentó a
Carujo, aquel con que Gallegos enfrentó a Pérez Jiménez, aquel con que
Betancourt enfrentó y derrotó a Chapita Trujillo y a Fidel Castro…
En
realidad para convertir la indignación popular en energía de cambio lo que es
indispensable tener es estrategia, y afortunadamente el pueblo democrático
venezolano si tiene una, que ha probado ser exitosa: Es la estrategia
DEMOCRÁTICA, PACÍFICA, ELECTORAL Y CONSTITUCIONAL con que hemos venido cercando
al régimen, nacional e internacionalmente, hasta reducirlo a su actual estado
de desesperación.
Porque
esa diferencia es bueno tenerla muy clara:
Nosotros estamos INDIGNADOS, pero no “desesperados”. Aquí el desesperado (es decir: el que ya no
puede esperar nada del futuro, el sin esperanza) es Maduro. Maduro y todo lo
que el representa. El pueblo democrático
venezolano tiene hoy la certeza de ser mayoría, de que ocho de cada diez
compatriotas quieren cambio de presidente, de gobierno y de modelo, y con esa
fuerza avanzamos exigiendo que se cumpla el artículo 72 de la Constitución
Nacional, el mismo que establece el Referendo Revocatorio como derecho del
pueblo.
Esta
lucha del pueblo venezolano por la democracia y la libertad tiene hoy además el
respaldo internacional que nunca antes tuvimos.
Así, con la fuerza inmensa de ser mayoría clara, con el respaldo de la
Constitución y de la comunidad internacional, avanzamos a enfrentar en este
octubre complejo y exigente la trampa ventajista de una cúpula corrupta e
ineficiente, que disfraza su miedo con fingida prepotencia pues sabe que el fin
de su estadía en el poder es sólo cuestión de tiempo, de poco tiempo…
El régimen
tiene muy poco margen de maniobra: Maduro y su séquito saben que la jornada del
26, 27 y 28 de octubre va a ser un terremoto político, un tsunami social. Saben
que van a salir venezolanos hasta de debajo de las piedras para poner su huella
y exigir la salida del gobierno con la convocatoria del Referendo
Revocatorio. Saben además que la trampa
torpe de poner menos máquinas de las necesarias lo que va a generar es que
igualmente vamos a recoger mucho más del 20% nacional (único requisito que
exige la Constitución), y además van a estar durante tres días con tres noches
millones de venezolanos, en las colas y en las calles, expresando su
indignación y exigiendo cambio. Saben
que, por feroz que sea la censura que impongan y por muchas que sean las necias
“cadenas” de radio y TV que hagan, el país y el mundo van a saber que durante
72 horas ininterrumpidas millones de venezolanos, mucho más que los que votaron
por Maduro en 2013, se volcaron a las calle a exigir su salida del poder.
¿Qué
puede ocurrir? Que el terror del régimen al voto del pueblo los lleve a
intentar un golpe de estado judicial contra el Referendo Revocatorio, y que
unas cuantas togas express del TSJ se alíen con cuatro rectoras maduristas del
CNE para ni siquiera llegar a la recolección del 20%. Eso pueden intentarlo. Pueden también intentar sabotear intensamente
la jornada del 26, 27 y 28 de octubre, mezclando “operación morrocoy” con
violencia callejera, para luego decir que el resultado de tan accidentada
jornada los dirán un mes después. En el repertorio de los tramposos son pocos
ya los trucos que quedan…
Hagan
lo que hagan, los elementos de fondo de la situación del país permanecen
inalterables: El gobierno es minoría dentro del país y no tiene ya aliados
internacionales que lo alcahueteen; la situación económica es insostenible, y
la única perspectiva futura con este gobierno es “para peor”; La tres caras de
la inseguridad que azota a los venezolanos (los pranes, la OLP y los
colectivos) son culpa del gobierno, y el país lo sabe, y no lo perdona. Si el proceso del RR llega a su final,
ganaremos. Si el régimen tramposo
intenta interrumpirlo vendrá una oleada nacional de protesta social que contará
con la comprensión y respaldo del mundo entero y el régimen, en vez de perder
una elección, lo perderá todo.
Corazón
ardiente y cabeza fría. Coraje y estrategia. Calle activa y conducción
política. ¡Y sobre todo unidad, unidad,
unidad! No hay salidas “mágicas”. Pero hay una solución segura, que hemos
construido entre todos. ¡Palante!
Jesús “Chuo”
Torrealba
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