FÉLIX PALAZZI 10 de diciembre de 2016
@felixpalazzi
Seguramente
éste es el sentimiento que une a la mayoría de los venezolanos. Esperar que
algo cambie en nuestros días es algo, más que legítimo, necesario. Ciertamente
es demasiado seguir sometiendo a la población a la escasez de las medicinas, a
la penuria de alcanzar comprar lo necesario para alimentar a la familia, a la
inseguridad de saber si se regresará o no a casa; en fin, a la frustración de
un futuro incierto y conflictivo.
El
primer agente que debería apostar porque algo cambie debería ser el gobierno,
pero, lamentablemente, se ha ensimismado con el poder. Al Gobierno le cuesta
entender que él mismo sería el primer beneficiario si cambiara la situación del
país. Desafortunadamente, es incapaz de realizar un cambio ya que, por omisión
o intención, no puede leer los signos que le exigen cambiar el modelo y la
forma de gobernar. Antes bien, las medidas que asume le dan un respiro a corto
plazo, pero resultan fatales a largo plazo. Un ejemplo claro de ello, es el
dakazo navideño que ha empezado a instaurar a través del Sundde. Esta acción,
que puede todavía levantar la simpatía momentánea de algunos, se traducirá en rechazo
y desespero de muchos en los primeros meses del año que viene, cuando el
desempleo y la quiebra de los negocios sea un hecho evidente. El Gobierno
debería entender que debe apostar por un cambio y no por seguir manteniendo las
cuotas y espacios de poder.
La
realidad ha desbordado la capacidad de acción del Gobierno. Las masacres de
Tumeremo y Barlovento han develado el lado más inhumano de la fuerte
descomposición social en la que estamos sumergidos. Estas masacres han dejado
al descubierto el lado más violento e inhumado del Estado y la inercia con la
que la sociedad civil aceptó este mecanismo, porque solo se trataba de “matar
malandros”. Éste es solamente uno de los reflejos de la gran crisis estructural
en la que nos encontramos.
Esperar
que algo cambie es legítimo pero este cambio no vendrá por inercia o por el
desgaste de la fuerza del Estado en controlar el país. El cambio en la forma de
gobierno es algo inevitable, es solo cuestión de tiempo. El desgaste político y
el desastre económico, en especial este último factor es algo evidente. Muchos
todavía albergan sólidas y fundadas razones para no esperar ningún cambio y
creer que todo continuará igual eternamente. Pero, en realidad, no solo
necesitamos un cambio de Gobierno o un cambio en el Gobierno. Necesitamos un
cambio y una transformación de las estructuras que favorecen tanta desigualdad
e injusticia.
Las
masacres anteriormente mencionadas han tenido lugar en la descomposición de
nuestro tejido social. Es urgente recomponer nuestro tejido social y nuestra
dimensión humana. Ello nos debe conducir a tender lazos de solidaridad, en
especial con los más desfavorecidos y afectados por esta gran crisis. Debemos
evidenciar con fuerza nuestra solidaridad en los grandes problemas que nos
agobian a todos, pero en especial respecto de los más pobres.
Los
cristianos católicos estamos casi finalizando la segunda semana de Adviento.
Desde la fe creemos que hay un futuro mejor, que está por llegar un cambio, una
transformación del orden de las injusticias a uno de relaciones más humanas y
fraternas. Esperar que algo cambie es el sentimiento que une en nuestra
realidad a creyentes y no creyentes. Los primeros estamos firmemente
convencidos de que el cambio vendrá, pero que este cambio necesita e implica cambiar
nuestra forma de relacionarnos en nuestra historia y hacer todo lo posible para
que las estructuras de opresión e injusticia también cambien.
Félix
Palazzi
Doctor
en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico