Por Simón García
Una parte significativa de
quienes forman opinión y otra, más pequeña, de la población, han cambiado la
dirección de sus tiros: en vez de disparar hacia Maduro apuntan contra la MUD,
En otros, más concentrados en sus ombligos, la salida de Maduro se ha
trasmutado en la de Chúo.
La difusión de esta ceguera
no pasa más allá de quienes chapotean la política real con un imaginario
radical. Coro ruidoso, pero de escasas nueces. El radicalismo, como enfermedad
infantil de la política, hay que tratarlo con la indicación que gustaba repetir
Pompeyo Márquez: matar la enfermedad y salvar al enfermo.
Los discursos radicalistas
prenden con facilidad porque vocean los sentimientos de la gente, pero sin
tomar en cuenta los factores para su realización. Son fugaces y se construyen
descalificando lo que dejan de hacer otros, sin asumir en la práctica la
superación de lo que critican.
¿Quién no quiere salir de
Maduro ya? Un 80% de los venezolanos lo desea. Cifra que basta para demostrarnos
que el problema no es de deseos, sino de acumular los recursos, condiciones y
actores suficientes para quebrar a un gobierno muy débil protegido por un
Estado muy fuerte, que todavía actúa como su escudo protector.
Para salir de Maduro hay que
fracturar ese escudo, atraer o neutralizar, al menos, a una fracción de él. Sin
ese peldaño es casi imposible iniciar una transición para restablecer la
Constitución, ni se podrá afrontar la reconstrucción de la economía y el
relanzamiento de la democracia como una causa de unidad nacional. Dos de las
justificaciones del diálogo que se intenta demonizar.
No podemos contentarnos con
definir la estrategia sólo por su carácter. Su producto es la fórmula
constitucional, democrática, electoral y pacífica; un marco esencial, en
cuanto es opuesto en todo al del gobierno, pero incompleto. Tiene que ser
acompañado de precisiones sobre el blanco de ataque, la política de
alianzas, identificación de los temas movilizadores, de su discurso, de una
secuencia de objetivos y de las formas de luchas apropiadas. En la fórmula
general hay unidad, pero en los otros aspectos abundan las discrepancias. Raíz
de una ausencia de unidad que es urgente construir para no desvariar.
La MUD es la herramienta que
tenemos en mano. Reúne a los partidos con presencia en el parlamento. Tiene en
su seno a los cuatro líderes políticos mejor valorados por el país, el respaldo
de más de la mitad de la población y puede ser objeto de normas para mejorar su
eficacia, su ampliación, su disciplina, los derechos de sus integrantes y la
conexión con la sociedad.
Entonces, ¿conviene
cambiarla por otra? No. Es preferible exigirle y ayudar a esta MUD a que tenga
como norte al país, a que adquiera los atributos para ser una opción de poder
alternativa y confiable y a que posponga el asunto presidencial para cuando
haya que cruzar esas primarias.
18-12-16
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