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lunes, 19 de diciembre de 2016

Vuelta a empezar por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


La golpiza ha sido de campana a campana y sin el minuto reglamentario de descanso. Después de castigo tan inclemente, lo normal es que los sentidos estén aturdidos, que usted se sienta exhausto y anonadado, como vulgar Sísifo que ve desesperado rodar nuevamente pendiente abajo la mole que estaba a punto de depositar en la cima.

A estas alturas resulta difícil no convencerse que la sevicia no sea premeditada, que la cúpula del gobierno no le está cobrando con saña a la población ese darle la espalda de manera tan rotunda, ese repudio creciente que es palpable en cualquier ámbito de las grandes ciudades o del confín más remoto del país.

La semana pasada en este mismo espacio decíamos lo riesgoso que se ha vuelto diciembre en estos años de revolución, cuando la gente pone su atención en pasar de la mejor manera posible navidades y fin de año, y que “no sorprenderían nuevas desmesuras y perversidades”. Horroriza tener que recordar esas palabras porque toda suposición se ha quedado corta.

Saque la cuenta: hemos tenido “corralito” bancario, rebajas forzosas impuestas por soeces caporales, decomisos multimillonarios de mercancía, detenciones de empresarios, recogida masiva de papel moneda, cierre de la frontera y nuevo madrugonazo del TSJ a la AN ratificando en sus cargos a dos de las dóciles piezas del gobierno en el CNE.

Si usted le huye al televisor y se lanza a la calle tiene que ponerse en guardia para que la realidad no lo apabulle. Llega a la esquina y allí se entera por boca de los jóvenes del automercado que cerrarán el 31 de diciembre. Primero se vaciaron los anaqueles. Después los retiraron porque desiertos ofendían la vista de los comisarios del gobierno. Ahora el negocio no llega ni a verdulería. Son 12 muchachos que, en medio de esta hiperinflación, quedarán sin ingresos.


A media cuadra ya se tropieza uno con la larga fila de impacientes ciudadanos esperando para entregar en un banco sus billetes de a cien. Más allá está la carnicería, donde el dueño informa que el kilo de pollo subió de un tiro Bs. 800 ese mismo día. Se acerca al kiosco de los periódicos y quien lo atiende pone el dedo sobre el nuevo precio de uno de los diarios: Bs. 700. Al frente está la panadería, donde ya no hay cola de 14 horas al día porque no hay ninguna clase de pan y los cachitos pasaron de Bs. 1.000 a 1.300.

“Eso ya lo sabemos, no nos mortifique más”, nos ataja usted con toda razón. “Lo importante es saber qué vamos a hacer ahora”. Menuda pregunta después que el diálogo, con Vaticano y Unasur incluidos, ha sido vilmente burlado. La dirigencia opositora paga el costo de imprecisiones y de la burla malandra, afloran desencuentros y el poder de convocatoria luce a la baja.

¿De dónde sacaremos entonces el aliento para no rendirnos antes las adversidades y las grandes amenazas que ya se vislumbran para el año 2017? Después de hacer el inventario de daños y otear los graves riesgos del futuro, la dirigencia opositora debe estar convencida que ya no se trata de alcanzar un pacto electoral, porque ni siquiera está asegurado el derecho a elecciones libres. Se trata de evitar el desbarrancamiento definitivo del régimen de libertades.

Echar a andar de nuevo la movilización de toda la fuerza opositora, luchar con nuevo impulso y creatividad, es el primero y más grande de los retos. Frente al pacto de mafias en que se ha convertido el gobierno tendrá que surgir un nuevo pacto de las fuerzas democráticas. Entre los mismos partidos y de estos con la población. El mejor pegamento de la unidad fue, desde sus principios, la necesidad de la supervivencia. Se logró y partiendo de una minoría se obtuvieron importantes avances y victorias. El pueblo opositor es notoriamente mayoritario, pero eso de nada valdrá si no se comprueba en las urnas de votación. Ejercer ese derecho se ha convertido en la primera bandera de lucha para el 2017. El año en que nos va a unir y nos va a movilizar el instinto de supervivencia.

18-12-16




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