José Luis Farías 24 de enero de 2019
@fariasjoseluis
Fastos
y nefastos:
La
decisión unitaria de elegir al diputado Juan Gerardo Guaidó, el 5 de enero,
como presidente de la Asamblea Nacional para el periodo 2019 fue el primer
mensaje alentador de la dirección política opositora para los venezolanos
agobiados por la crisis. La Unidad como base para el diseño de una estrategia
política era (y sigue siendo) una exigencia general de toda la sociedad
venezolana para salir de la tragedia en la cual nos ha sumido el Pranato que
tiraniza la nación.
Sin
embargo, el déspota hizo caso omiso de esa potente señal unitaria que anunciaba
el comienzo de un reencuentro clave de la fuerza opositora para la relanzar la
lucha contra la dictadura y procedió a juramentarse el 10 de enero en acto de
arrogancia como si nada extraordinario fuera a ocurrir. Craso error. Alcanzar
esa decisión de unidad no fue fácil y representó acordarse en respetar el
acuerdo de rotación en la presidencia de la AN suscrito en 2015 y en avanzar en
la definición de una ruta (cese a la usurpación, gobierno de transición y
elecciones limpias) para enfrentar el afán de perpetuidad del clan delictivo en
el poder.
La
definición de la ruta se tradujo en un plan de acción cuya primera
manifestación fue la respuesta inmediata por parte del nuevo presidente de la
Asamblea Nacional, acompañado por los miembros de la directiva, jefes de
fracción del cuerpo legislativo y otros diputados. En la cual, Juan Guaidó, un
diputado escasamente conocido y de poca o ninguna capacitada oratoria pero de
sencillez en su hablar, tuvo el coraje y la audacia de retar al tirano
denunciándolo como usurpador, un término que horrorizaba a algunos de los
factores que lo acompañaban ese día y quienes se negaban rotundamente a
emplearlo bajo la excusa de que llamarlo de ese modo entorpecería una posible
negociación con la cual soñaban alimentada por el nefasto Rodríguez Zapatero.
Declarado Maduro como usurpador de la presidencia de la república, vino
entonces un segundo paso clave para ir al encuentro franco y directo con los
ciudadanos, la convocatoria a un “Cabildo abierto” para el día siguiente frente
a la sede de la ONU ubicada en el este de Caracas donde se explicaría la ruta
trazada.
Para
sorpresa de muchos ante el llamado, que en un primer momento sonó improvisado,
la concurrencia el día 11 de enero fue respetable dada la situación de
desesperanza que se había apoderado de la población desde el fin de las masivas
jornadas de protesta del año 2017. Al sitio acudimos entre dos y tres mil
personas que para la débil convocatoria y el ambiente de incertidumbre
dominante representaba un verdadero éxito. Pero si la asistencia fue
significativa y motivante, más lo fue el discurso dado por el presidente Juan
Guaidó aquel mediodía. Quien ante la presión de sectores radicales que habían
acudido con la clara intención de presionarlo para que se declarara
públicamente como el presidente de la república en aplicación del artículo 233 de
la Constitución Nacional para satisfacer las aspiraciones del plan radical,
Guaidó resultó toda una revelación de gran habilidad política. Manifestó con
parquedad y sencillez que él estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad
siempre y cuando los ciudadanos, los factores políticos y sociales, y la Fuerza
Armada Nacional (sin el apellido bolivariana) lo acompañaran en alcanzar el
primer objetivo de la ruta trazada que era el cese a la usurpación y para lo
cual los convocaba a una gran manifestación para el día 23 de enero de singular
significación para la historia democrática de Venezuela.
Por si
esto fuera poco, Luis Almagro, secretario general de la OEA, conectó en
positivo y rápidamente con el discurso de Guaidó y las naciones democráticas de
América y el mundo se fueron sumando en ese apoyo y reconocimiento. Dando
fuerza poderosa de legitimidad internacional al liderazgo de Guaidó y a la
Asamblea Nacional. El Grupo de Lima produjo un valioso comunicado con un
numeral polémico relacionado con el tema del conflicto de Venezuela con Guayana
sobre el Esequibo del cual trató de aprovecharse el régimen sin aliento
suficiente para revertir el proceso del ascenso opositor en su contra.
Al día
siguiente, domingo 13 de enero, la osadía de Guaidó continuó al convocar a un
nuevo “Cabildo abierto” en el pueblo de Caraballeda del estado Vargas, corazón
del circuito electoral por donde él había sido electo diputado a la Asamblea
Nacional el 6 de diciembre de 2015. Surgiría entonces un nuevo incidente que
potenciaría aún más la atención que ya la gente había comenzado a poner en el
diputado guaireño. Una comisión del SEBIN, policía política del régimen, lo
interceptó en plena autopista Caracas-La Guaira cuando Guaidó se desplazaba
para cumplir con su compromiso. La noticia voló por las redes sociales
despertando un inmenso repudio y una gran solidaridad nacional e internacional
para que luego del forcejeo llegara una contraorden de dejarlo en libertad. La
explicación oficial de boca de Jorge Rodríguez fue risible y estallaron las
especulaciones sobre las contradicciones internas de la pandilla gobernante. El
“Cabildo abierto” de Caraballeda resultó todo un éxito en concurrencia y
resonancia por el atropello contra los derechos de Guaidó y los signos de
debilidad de la dictadura fueron percibidos rápidamente por la población.
El
martes 15 de enero continuó la impactante ofensiva política opositora unitaria.
Una serie de acuerdos fueron aprobados en la sesión de la Asamblea Nacional
dejando sin aliento a la tiranía. Se formalizó el carácter de usurpador de
Maduro y las consecuencias que acarrea, se aprobó la solicitud de ayuda
humanitaria y, oh sorpresa, se acordó presentar una ley de Amnistía para
militares y civiles que colaboraran con el fin de la dictadura. El apoyo de la
población se hizo abrumador, los quejidos de quienes seguían bramando por una
juramentación de Juan Guaidó como presidente de la república se debilitaron, la
AN aprobó en el el Acuerdo de la declaratoria de la Usurpación de Maduro asumir
como cuerpo un conjunto de atribuciones que aquellos reclamaban como exclusivas
para Guaidó.
La
semana entera se fue en una extensa e intensa jornada de “Cabildos abiertos” en
cuantas ciudades y pueblos bañan la geografía nacional. La presencia ciudadana
se tornó masiva, el ánimo se acrecentó y las expectativas en torno a la
convocatoria del 23 de enero cobraron un impulso inusitado. Toda una
programación sobre la marcha que ha resultado tremendamente exitosa y donde las
diferencias políticas partidistas fueron pasando a mejor vida y los equivocados
fueron entrando por el carril por la fuerza arrolladora de los hechos y uno que
otro puesto en su lugar por el abucheo de las masas repudiando sus posturas
inconsecuentes con el curso de los acontecimientos.
Y como
sucediera hace sesenta y un años a propósito del 23 de enero de 1958, los
sucesos cobraron un sorprendente curso dos días antes. En este caso con la
aparición de un grupo de militares del componente Guardia Nacional que en la
madrugada del lunes en un extraño y sorprendente periplo iniciado en la
parroquia Maracao, pasó por Petare y cerró en Cotiza despertando al país con un
llamado a acompañarlos en un proceso insurreccional que despertó suspicacias
diversas sin que ninguna de ellas pudiera negar que el alzamiento es fiel
reflejo de la profunda crisis que vive el país, cualquiera haya sido el
verdadero móvil del suceso. La reacción de la dictadura ha sido de una enorme
debilidad. Se ha limitado, por ahora, a un anuncio de la sala constitucional
remachando el desacato de la Asamblea Nacional y blandiendo la amenaza de la
llamada justicia revolucionaria contra diputados y dirigentes políticos.
La
cautela de la clase media del este de Caracas frente al hecho tuvo su
contrapartida en los llamados sectores populares del suroeste de Caracas. Las
calles de las barriadas de Cotiza y San Bernardino se alzaron casi de inmediato
ese mismo lunes 21 de enero con cacerolazo y barricadas. Y en horas de la tarde
el tumulto de la protesta popular se extendió a las inmensas barriadas populares
de Catia, Petare, El Valle, Antímano, La Vega, La Pastora, Los Mecedores, 23 de
Enero, etc. La tarde noche del martes 22 ha vuelto la gente a la calle con una
progresiva extensión hacia algunos sectores clase media de Caracas pero también
hacia ciudades como Maracay, Cumaná, Maracaibo y muchas otras.
Los
acontecimientos han creado un gran clima de tensión sobre el país para este 23
de enero ante un gobierno sin respuesta atrapado en sus contradicciones.
Presagian un desenlace. En donde el Pranato no luce triunfador. Las aguas de la
Fuerza Armada Nacional están agitadas. Adentro domina un sentimiento anti
dictadura que debe alcanzar organicidad para dar un paso al lado de los
ciudadanos y en defensa de sus derechos y de la Constitución. Vivimos horas
cruciales. La dirigencia debe mantenerse unida y quienes se resisten a ella
deben reflexionar y sumarse. Este 22 de enero la Asamblea Nacional dio un par
de algunos pasos decisivos: pospuso sabiamente la discusión de la Ley de
Transición, aprobó la Ley de Amnistía en primera discusión y designó a un
excelente y respetado político, Gustavo Tarre Briceño, como representante de
Venezuela ante la OEA. Un guiño que deberían ver con buenos ojos en el mundo
radical. No es poca cosa. Quienes aún siguen fuera de la Unidad favorecen a la
dictadura. Y como dice la consigna que circula en las redes: “El 23 salimos y
el 24 seguimos”. Porque si empujamos el fin está próximo.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico