Por Antonio Pérez Esclarín
Superemos nuestra
desesperanza y nuestros miedos para transformarlos en un enorme griterío
valiente que llene los corazones de esperanza y de valor, exhorta Antonio
Pérez Esclarín.
Voy a marchar el
23 porque, como ciudadano, tengo derecho a protestar pacíficamente y a trabajar
con coraje para que Venezuela vuelva a los caminos democráticos y
constitucionales, y terminemos con esta pesadilla que sólo ha traído
destrucción escasez, violencia y desesperanza.
La supuesta revolución
bonita ha dejado al país tan feo y destruido, que millones huyen de él como de
una peste. Venezuela luce sucia, saqueada, destrozada.
Las políticas de inclusión
han resultado mecanismos eficaces para excluir a los que no quieren doblegarse.
La retórica anticorrupción
sólo sirvió para alimentar las conductas inmorales, engordar las cuentas de
muchos supuestos revolucionarios y convertirnos en uno de los países más
corruptos del mundo.
La revolución del amor
sembró la división y el odio, y terminó por convertirnos en uno de los países
más inseguros del mundo, donde impera la violencia, la inseguridad, la
impunidad.
De lo único que no hay
inflación en Venezuela es del valor de la vida que cada día vale menos. Se
puede matar por un celular, por un paquete de harina, por un pollo.
La propuesta del hombre
nuevo ha multiplicado los pranes, los delincuentes, los especuladores, los
bachaqueros, los colectivos y grupos guerrilleros y paramilitares, que se
han adueñado de nuestras fronteras y actúan con total impunidad.
Las expropiaciones en pro de
la productividad y la soberanía alimentaria nos trajeron colas, escasez,
desabastecimiento, hambre y unos claps ineficientes y utilizados
fundamentalmente para comprar conciencias y fomentar la dependencia y el
espíritu de mendigos.
¿Dónde quedaron las empresas
estatizadas, los fundos zamoranos, los gallineros verticales, las areperas
socialistas, los huertos hidropónicos, la ruta de la empanada, las cooperativas
productivas, el bolívar fuerte y el bolívar soberano? ¿Quién va a responder por
los miles de millones que se esfumaron sin ningún logro, o fueron a parar a los
bolsillos de los ladrones?
La PDVSA del
pueblo terminó como una empresa semiquebrada, que lo único que ha logrado
aumentar considerablemente es la nómina de sus empleados, a pesar de que su
producción sigue cayendo en picada.
¿Cómo explicar ese afán
enfermizo de mantenerse como sea en el poder? Que, a juzgar por los resultaos,
no supieron ejercer y sólo ha traído caos, destrucción, violencia y
desesperanza. Poder que hoy, además, es ilegítimo.
Por eso, y por otras
muchísimas razones, voy a marchar el 23 e invito a marchar a todos los que
queremos salir de este desgobierno.
Llenemos las calles y
avenidas de Venezuela con nuestras banderas y nuestras consignas que expresen
nuestros deseos de cambio de un modo constitucional y pacífico.
Superemos nuestra
desesperanza y nuestros miedos para transformarlos en un enorme griterío
valiente que llene los corazones de esperanza y de valor.
Demostremos al mundo que
somos una inmensa mayoría los que queremos un cambio profundo de gobierno y de
políticas.
Contamos con nuestra fuerza
y con el respaldo de la gran mayoría de los países verdaderamente democráticos
del mundo que consideran que el actual gobierno carece de legitimidad y
respaldan un cambio democrático.
Pasemos de los lamentos y
críticas a la organización y la acción.
14-01-19
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