Por Marianella Herrera
Cuenca
La relación entre salud y
democracia es una extensa interconexión entre distintas variables donde unas se
sobreponen a otras y otras acompañan y están presentes junto a alguna de las
anteriores. Complicado, ciertamente. Primeramente porque para que exista salud
hay una condición previa, que es el estado nutricional, no existe salud ante un
estado nutricional que se encuentra deteriorado. Entonces, ya comenzamos a
tejer nuestra red de asociaciones: estamos vivos, luego tenemos salud, alimentación,
nutrición, democracia. Luego si estamos bien alimentados y asumimos que estamos
saludables, vamos con la capacidad cognitiva de recibir la educación
correspondiente: aquí va otro factor más para nuestro tejido: vida, salud,
alimentación, nutrición, educación, DEMOCRACIA.
Ahora bien ¿por qué
democracia en todo esto? Porque según una de las definiciones más icónicas de
“democracia” que debemos al politólogo norteamericano Larry Diamond, la
democracia es un sistema político que comprende cuatro elementos básicos:
competencia por el poder, donde los gobiernos se eligen a través de elecciones
libres y justas; participación activa de la gente como ciudadanos, tanto en la
vida política como civil, protección de los derechos humanos básicos para todos
los ciudadanos; y un estado de derecho en el cual las leyes y procedimientos se
aplican igualmente a todos los ciudadanos.
Con la definición anterior y
la presencia de la protección de los derechos humanos fundamentales a la
población, ergo: DDHH a la salud y a la alimentación y a la educación (pero hoy
no me meteré con la educación en ¡haras del espacio!) entendemos que
garantizar estos derechos es parte crucial del desenvolvimiento y puesta en
práctica de la democracia, la cual es importante aclarar, no es solo el
comportamiento electoral de un país, población o sociedad, la democracia es
mucho más que el hecho electoral. Es cómo, se elige, las normas y leyes en
curso, el respeto y garantía de los derechos humanos fundamentales y la
participación de la sociedad, entendiendo como tal el cumplimiento y el respeto
a las obligaciones y derechos que tienen los ciudadanos.
Entonces, volvemos a lo
inicial en esta relación salud y democracia, ¿cómo puede una persona enferma
hacer valer sus derechos? ¿Cómo puede una persona desnutrida u obesa (la
obesidad también tiene problemas severos, no olvidarlo ¡por favor!) cumplir sus
obligaciones como ciudadano? Dado que la salud, no es solamente la
ausencia de enfermedad sino el estado de bienestar integral físico, intelectual
y espiritual del cual deben gozar los ciudadanos, no es necesariamente un
estado que va a conseguirse al tomar un medicamento. Por ello lo complejo del
bienestar, que es individual, pero también social. Una persona triste, sin
ninguna enfermedad presente en su cuerpo, ¿está saludable? Hoy en día la
literatura científica tiene suficientes trabajos que hablan del estrés crónico
como factor que deteriora la salud.
Lo interesante de la
definición de Diamond, es la integración de esos factores, de la importancia de
todos por igual.
¿Puede llamarse democrático
un país que realiza elecciones, pero que no protege la salud de sus ciudadanos?
¿Dónde la desnutrición avanza y el estrés crónico acaba con el sistema
inmunológico de sus habitantes? ¿Será solo un planteamiento a medias de la
democracia? De ahí el valor de los trabajos y propuestas de Amartya Sen sobre
desarrollo y capacidades y sobre hambrunas y regímenes autoritarios
¿Dónde está nuestra
valoración de la salud? ¿A qué le damos verdaderamente valor? ¿Al medicamento?
¿O al establecimiento y logro del verdadero bienestar? Solemos valorar a la
salud por sus medios, por los medicamentos, intervenciones quirúrgicas y otros,
pero la mayoría de las veces se nos olvida que es más económico (tanto en
términos de dinero como en términos emocionales individuales, familiares y
sociales) no enfermarnos que enfermarnos cuando hablamos de enfermedades
previsibles, un accidente o algún padecimiento congénito son otra cosa y
requieren atención.
Por supuesto, una vez
enfermos debemos procurar el reestablecer la salud sin duda alguna, pero esta
reflexión nos lleva a plantearnos el cómo veremos la salud y la democracia en
este 23 de enero de 2019. ¿Qué se ha construido o destruido en torno a la
salud? ¿Hemos construido tristeza y emociones negativas? ¿Habremos promovido
estrés? ¿Y con esto las epidemias emocionales que tanto afectan a los
venezolanos en esa suerte de bipolaridad social que en ocasiones nos acompaña?
Agradecemos la esperanza de
los últimos días, debemos trabajar por una Venezuela libre, justa y con
compromisos de las necesidades básicas de alimentación y salud para todos por
igual, la salud no es de izquierda ni de derecha, el estómago y sistema
digestivo es igual para todos, los linfocitos son iguales para todos, los
adipocitos también, y para el desarrollo de las neuronas todos sin distingo de
ideas necesitamos: hierro y ácidos grasos esenciales entre otros nutrientes.
Así pues a promover salud equitativa para todos en esta fecha que representa la
voz de los ciudadanos venezolanos.
23-01-19
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