Fernando Mires 25 de enero de 2019
El
10-E fecha de la cual muchos esperaban todo, y no pocos esperaban nada, fue el
inicio de una jornada que se expresaría multitudinariamente en las calles de
Venezuela el 23-E.
Un día que marcará un signo en la lectura de esa novela interminable
que parece ser la historia del régimen. Día de rearticulación de las fuerzas democráticas
y de la superación de la anomia. Día del renacimiento de la esperanza. También
un día de reencuentro donde se entendió en su sentido pleno el significado
histórico de las elecciones del 6-D del 2015, cuando nació la AN democrática.
Pues sin ese 6-D hoy no habría nada que defender y tampoco nada ni nadie a
quien seguir. El 23-E la AN presidida por Juan Guaidó fue reconocida
como la institución líder de la mayoría de la ciudadanía venezolana. Más allá
de su rol institucional -dada la autodestrucción de la MUD y de la incapacidad
política del Frente Amplio- la AN fue consagrada como “el partido de la
oposición venezolana”.
Pero
el 23-E fue sobre todo el día cuando, de acuerdo a las facultades que confieren
los artículos 233 y 333 de la Constitución, Juan Gauidó –en un acto colectivo
más mesiánico que político- se juramentó ante la multitud como presidente
interino de la nación.
Hoy -24-E- cuando escribo estas líneas nadie sabe cuales serán los
alcances de la por muchos no esperada decisión de Guaidó. Lo único que se puede
inferir por el momento es que Guaidó trazó una línea divisora entre dos
poderes: A un lado el poder del Estado representado por Maduro,
avalado por las hasta ahora leales FANB, vale decir, por el poder en su más
pura forma leviatánica. Al otro lado, el poder de la mayoría -desgraciadamente
no evaluable debido a la no concurrencia de gran parte de la oposición a las
elecciones presidenciales del 20-M- mayoría apoyada por una constelación de
gobiernos de derechas surgida en América Latina y por la perentoria presión que
viene desde América del Norte (a la cual se agrega la formal, pero poco
trascendente solidaridad, de algunos países europeos)
Entre el mensaje del 10-E y el juramento del 20-E no hay, sin embargo,
una línea recta. En el primero Guaidó dijo estar dispuesto a asumir la
presidencia interina solo si contaba con el apoyo de la ciudadanía y de las
fuerzas armadas. De el 23-E supimos que la ciudadanía se hizo presente de modo
contundente en las calles. De las FANB, como suele suceder, sabemos poco.
Aparte de la declaración de lealtad al gobierno emitida por el general Padrino
López, la correlación al interior de los mandos militares continúa
siendo el gran secreto de la política venezolana. No obstante, cabe
conjeturar, la unidad de las FANB no ha ser en este momento monolítica. Si lo
fuera y lo supiera Guaidó -más allá de toda juristería- habría cometido el peor
error de su vida. O para decirlo sin anestesia: Enfrentar a una ciudadanía
inerme contra un ejército unido, dispuesto a cometer crímenes en aras de la
conservación del régimen del que forma parte, significaría repetir -pero en
dimensión muy ampliada- los ejemplos sangrientos de Nicaragua y de
la misma Venezuela durante los acontecimientos que finiquitaron las jornadas de
protesta del 2017. El mismo día 23-E fue cerrado con una veintena
de muertos. Duro es decirlo: vendrán más.
Todo parece indicar que la alternativa más correcta que tenía Guaidó era
llamar a la ciudadanía a cerrar filas alrededor de la única institución legal y
legítima de Venezuela, la AN, convertida en bastión de la democracia nacional.
Llamar en cambio a juramentar una presidencia que, por muy constitucional que
sea carece de “poder físico” (Capriles dixit) significa pasar a la ofensiva sin
medios para llevarla a cabo, o, en su defecto: entregar toda la iniciativa a la
así llamada comunidad internacional, negándose la oposición a actuar como
sujeto político. En ese punto, seámos claros: la tarea de
la comunidad internacional es apoyar a la oposición nacional, pero la tarea de
la oposición nacional no es apoyar a la comunidad internacional.
Más
allá de las informaciones que maneja (o no maneja) la AN, cabe suponer -en ese
punto sigo un razonamiento de Trino Márquez- dos razones que probablemente
indujeron a Guaidó a apresurar su juramentación. La primera, la
decisión del TSJ (o sea de Maduro) de impugnar a Guaidó y demás miembros de la
Junta Directiva de la AN por haber sobrepasado sus competencias y después haber
nombrado a Gustavo Tarré como representante oficial en la OEA. La segunda, el
tuiter de Trump, donde reconoció a Guaidó como presidente interino antes de la
juramentación (hecho inédito en la historia) A esas dos razones podríamos
agregar una tercera: el peso de un sector político maximalista dentro
de la AN, el mismo que promovió el abstencionismo del 20-M.
De acuerdo a la primera razón, es posible pensar que Maduro
intentó apresurar la confrontación entre el régimen y la AN. Pues es
evidente que mientras más intensa y menos política es la confrontación, mayores
serán sus posibilidades para imponer condiciones y, de paso, disciplinar con
leyes de guerra al estamento militar. Lo más probable entonces es que Maduro
intentará mantener el juego del “látigo y la zanahoria”. Represión sin
concesiones y llamados a un diálogo destinado a dividir a la oposición,
liberando incluso un par de presos políticos de renombre a fin de amansar la
réplica exterior. Por el momento -reitero, por el momento- nos
encontramos frente a una confrontación entre un ejército sin pueblo y un pueblo
sin ejército.Naturalmente, esa correlación puede cambiar –nadie tiene las
llaves de la caja de Pandora- pero es solo una hipótesis. Y como sabemos,
actuar de acuerdo a hipótesis puede ser muy productivo en el ámbito científico,
pero en el político suele ser fatal.
De acuerdo a la segunda razón, el inédito reconocimiento de un gobierno
antes de que se constituya -hecho que hizo aparecer a Trump dictando una orden
a Guaidó: un manjar para los “antimperialistas”- si hubiera venido de otro
presidente, habría sido decisivo. El problema es que Trump es capaz de cambiar
de opinión de un día a otro (Putin y Erdogan ya le tomaron el pulso). Además, para
Trump el problema principal no es Venezuela. Desde un punto de vista
geopolítico el reconocimiento a Guaidó no fue tanto en contra de Maduro sino en
contra de Putin. Entre líneas quiso decir: “Usted, Putin, puede hacer todos los
negocios que quiera con Maduro, pero si intenta establecer alguna base militar
o algo parecido, intervendremos directamente. En mi patio trasero, todavía
mando yo”. Putin, con toda seguridad, entendió. Pedirá entonces algo para “su
patio vecino” (Ukrania)
La tercera razón tiene que ver con la composición política de la propia
oposición. Pues para nadie es un misterio saber que la oposición tampoco es
monolítica. Hay en su interior un sector -al que también
pertenece el partido de Guaidó, VP- proclive a dejarse llevar por posiciones
maximalistas. Su práctica se caracteriza por haber empujado permanentemente a
la oposición a emprender caminos contrarios a toda lógica política. El
Carmonazo del 2002, la Salida del 2014, los enfrentamientos “militares” con las
tropas pretorianas del 2017, el abstencionismo con un 80% de
votación potencial en contra de Maduro, son hitos que muestran un elevadísimo
grado de irracionalidad. Si el 23-E el paso dado por Guaidó solo corresponde
con los deseos de ese sector -crear un poder (simbólico) paralelo a un régimen
militar sin haber establecido una relación con el estamento militar- puede ser
pagado muy caro. Esperemos que no sea así y la AN tenga en sus manos todas las
informaciones que se requieren para establecer un poder gubernamental paralelo.
Si así fuera, Venezuela sería un caso inédito. Pues, en todos los
procesos de transición de la historia moderna un gobierno interino ha surgido
después del derribamiento de una dictadura. Nunca antes. Séame
entonces permitida una cuota de solidario escepticismo.
Sería terrible que todo el esfuerzo movilizador que llevó a millones de
personas a adueñarse de las calles,esfuerzo orientado a poner en forma un
nuevo comienzo, solo fuera el comienzo de otro nuevo – y trágico- final. El
pueblo venezolano no merece esa suerte. Como pocos en la historia ha dado
muestras de un gran valor en una resistencia sin igual. Los caminos trazados el
10-E parecían ser los más correctos. La creación de los Cabildos apuntaba a dar
persistencia orgánica a las movilizaciones populares. Los pobres sub-urbanos,
hasta hace poco clientes del madurismo, habían iniciado su propio ciclo de
protestas, cruzando sus demandas sociales con las demandas políticas de las
clases medias. Guaidó, hablando con serenidad no tropical, había dicho las
palabras precisas a las FANB: no a la división, sí a la unidad de la nación,
incluyendo a los militares. Si el juramento presidencial fue parte de ese
proceso, lo sabremos muy pronto. Si fue otro exabrupto voluntarista del
extremismo político cuyo objetivo es dejar el país en las manos del Alto Mando
Militar y de una comunidad internacional a la que solo sirve Venezuela como
bola de ping pong geopolítico, también lo sabremos muy pronto. Quiera Dios, o
quien más se le parezca, que esa segunda posibilidad no vuelva a darse.
PS:
De mi
cuaderno de anotaciones (25.01.2019)
- El
discurso del general VPL lleva a concluir que entre Guaidó y el Alto Mando de
las FANB no había el menor contacto. ¿Estamos frente a una edición ampliada de
La Salida? Si es así, puede ser fatal.
- Ruptura
de relaciones políticas y diplomáticas con los EE UU. Hay tres razones
posibles: 1) Un ataque histérico de Maduro 2) Un plan del régimen para
galvanizar a las FANB en torno a un ideario antimperialista (a lo Cuba) 3) Una
maniobra conjunta de Maduro/ Putin.
Me
estoy inclinando hacia la tercera hipótesis
- Venezuela
ha pasado a ser un objeto de transacción internacional entre las grandes
potencias.
- La
represión va en aumento constante. Se reportan allanamientos en distintas
ciudades del país.
- Asoman
sugerencias para un diálogo gobierno-oposición. Importante: una viene del mismo
general VPL (habló de acuerdos y negociaciones) Más allá de las
intenciones cosmetizantes del régimen, la oposición política debería aceptar la
posibilidad de realizar conversaciones aunque no más sea para reinsertar a la
política en el plano nacional.
- Venezuela
se está transformando en un pantano de arenas movedizas
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