Por Luis Ugalde S.J.
El desierto reverdece y
donde todo era aridez y tristeza brota la primavera. Es un hecho indudable que
desde el 5 de enero el país vuelve a sonreír en medio de su enorme y creciente
tragedia. Hay salida, hay fuerza de cambio, hay esperanza creativa y empieza a
despuntar la imprescindible unión superior entre diversos. Casi inesperadamente
las miradas del país y del mundo democrático se centran en la legítima Asamblea
Nacional con su Presidente Juan Guaidó y su Directiva unitariamente elegida.
Guaidó simboliza el futuro democrático sin odios, con la mano abierta al abrazo
e invitando a su apoyo y responsabilidad decisiva a quienes lo pueden y deben
dar: el pueblo movilizado y repolitizado y la Fuerza Armada democrática. Tres
palabras claves: Usurpador, Transición y Elecciones Libres. Guaidó ha expresado
con mucha claridad que para sacar al usurpador hay que poner a valer el
sentimiento democrático de la inmensa mayoría de los venezolanos y ha invitado
por activa y pasiva a la Fuerza Armada a cumplir su deber constitucional. La
Asamblea propone una Ley de Amnistía para los civiles y militares que den su
paso decidido para salir de este régimen colapsado y sin esperanza que ha
entronizado la miseria. Los gobiernos democráticos del mundo han manifestado su
apoyo a la AN en la tarea de reponer la constitución y restablecer la
democracia.
Seguramente no se podrá realizar antes de
fines de 2019 la elección presidencial libre y democrática (que fue negada en
2018) sin presos políticos, sin candidatos ni partidos inhabilitados, sin ANC
dictatorial y supraconstitucional, con nuevo CNE y con todo el proceso
electoral transparente. Pero la transición ya la siente cada uno de los
venezolanos en su interior y en un mes su esperanza ha pasado de la noche al
día. Ahora hay que cuidar que no se apague, sino que se convierta en fuerza
eficaz para el cambio. La política sin emoción no se mueve, pero ésta sin
racionalidad se estrella. Los dirigentes deben sobresalir por su capacidad de
mover emociones y orientarlas con serenidad, como Guaidó lo va haciendo:
escuchar al pueblo y dirigirlo con esperanza creativa, sin caer en ilusiones
frustrantes. La política transforma lo posible para convertir en realidad lo
necesario.
23 de enero con tiempos distintos. Lo
electoral necesita 9 meses para hacerse realidad en un Presidente limpia y
libremente elegido. En cambio es criminal cada día que se demora la creciente
hiperinflación y el cierre a la ayuda humanitaria. Abrir puertos y aeropuertos
para que entre la solidaridad internacional y abrir los corazones de millones
de venezolanos para activar un inmenso voluntariado sin barreras, que nos
moviliza y une. Sería criminal que el usurpador impusiera más meses sus
políticas económico-sociales que hunden la producción nacional, cierran las empresas
y matan de hambre y exilio a millones de venezolanos. Venezuela no puede salir
de esta inmensa tragedia sin cambiar cuanto antes de régimen y desarrollar la
producción económica y mejorar el poder adquisitivo salarial, sin una muy
fuerte ayuda internacional, con refinanciamiento de la deuda e inversión.
Es
imposible que todo esto ocurra con este usurpador empeñado en sustituir la
realidad trágica con mentiras e ilusiones de prosperidad al tiempo que sus
políticas refuerzan las ruinas. La tragedia nacional hay que frenarla ya,
aunque el nuevo gobierno democráticamente elegido no pueda llegar antes de un
año. Por eso es imprescindible que avance la transición que ya ha comenzado.
Impresiona ver y sentir que en una semana millones de venezolanos han pasado de
una aparente parálisis desesperada a una movilización de esperanzas. producción
económica y mejorar el poder adquisitivo salarial, sin una muy fuerte ayuda
internacional, con refinanciamiento de la deuda e inversión. Es imposible que
todo esto ocurra con este usurpador empeñado en sustituir la realidad trágica
con mentiras e ilusiones de prosperidad al tiempo que sus políticas refuerzan
las ruinas. La tragedia nacional hay que frenarla ya, aunque el nuevo gobierno
democráticamente elegido no pueda llegar antes de un año. Por eso es
imprescindible que avance la transición que ya ha comenzado. Impresiona ver y
sentir que en una semana millones de venezolanos han pasado de una aparente
parálisis desesperada a una movilización de esperanzas. Las Asambleas y
Cabildos Abiertos están brotando como hongos con una ciudadanía movilizada,
reflexiva y exigente. El 23 de enero es la fecha emblemática de la unión de
todos los demócratas civiles y de la Fuerza Armada para salir del dictador. El
primer gran cambio será encontrarnos ese día multitudinariamente en más de un
centenar de plazas y calles dentro y fuera del país. Vernos y sentirnos
movilizados y que el mundo nos vea así. Que la Fuerza Armada se identifique
sumándose y se redima diciéndole al usurpador y a los cubanos que se tienen que
ir para que Venezuela viva. Este 23 de enero no será el final, sino la prueba
de que la transición acumula fuerzas aceleradamente. Como dice el bíblico salmo
126 “Los que siembran con lágrimas cosechan con cantos de alegría” y ven que el
desierto reverdece. Después de estas primeras lluvias se abre la etapa de
muevas siembras y cosechas que exigen esmerada preparación de la tierra y sin
precipitaciones. Se multiplicarán los cabildos, se repolitizará la sociedad
civil con nueva conciencia ciudadana y renacerán los valores morales: todos
unidos para salir del túnel de la muerte, todos unidos en defensa de la vida.
No confundir la esperanza creativa activada con la ilusión mesianista de un
juramento solitario. Venezuela guiada por su AN y su Presidente Guaidó (que ha
demostrado valor y serenidad) entra en una nueva etapa, asumiendo con
responsabilidad y creatividad lo público arrebatándolo a quienes lo han
convertido en botín criminal. El cambio y la transición están en marcha, porque
en marcha está - no una juramentación sin soporte social ni fuerza-, sino el
pueblo soberano que camina hacia la reconciliación para restablecer la gran
unión nacional capaz de producir libertad y vida entre todos y para todos.
21-01-19
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