Por Simón García
Vistos los resultados del 6 de diciembre y de la consulta de las tres preguntas, el cambio parece estar más lejos que más nunca. Paradójicamente, cada actor, sin mirarse a sí mismo, celebra la derrota de la parcela de enfrente.Se dan números, sujetos a dudas,
en vez de explicaciones al país y se elude la reflexión necesaria cuando se
descubre que los baqueanos no saben dónde están parados. Sin argumentos, las
descalificaciones se alinean como proyectiles y lo que cada oposición dice de
las otras, retrata a una misma canalla.
El examen de distribución
del poder y de la relación de fuerzas, muestra que el 6 y el 12, constituyen
una masacre de las fuerzas democráticas. Los hechos aportan, al menos, dos
apreciaciones:
1) Maduro se fortaleció y el
régimen se apoderó de un poder elector de otros poderes; instancia de control
del Ejecutivo y espacio para el debate público. La oposición pasa de contar con
los 2/3 de los integrantes de la Asamblea Nacional a una escasa presencia de
vitrina.
2) Los resultados ensanchan
las ruinas de la democracia, en favor de la transición del autoritarismo al
totalitarismo híbrido. Se erosionó la naturaleza representativa de la
democracia; se cedió el derecho al voto y se escenificó una hora loca de las
pugnas internas de la oposición.
Todas las oposiciones se
debilitaron y ahora penden de una suicida ratificación de la ruta de la pólvora
o de la incierta espera de una negociación con Maduro, propiciada por Biden y
Borrel. Esas oposiciones compiten, con dos conductas opuestas, para sentarse en
una mesa con menos opciones.
La primera conduce al
aislamiento y la marginalización. La segunda retorna a la política a cambio de
tragarse una cohabitación. Con todas las barajas del juego de tumbas en su
mano, el régimen prosigue su emboscada autoritaria contra las fuerzas de
cambio, las provoca y las atemoriza para estimular el exilio del simbólico
poder dual.
La demolición de los pilares
democráticos de la sociedad es también una construcción de hegemonía cultural
autoritaria basada en dinamitar el diálogo y el entendimiento, criminalizar la
disidencia, prohibir el pensamiento crítico, sustituir el debate por los hechos
cumplidos y la transparencia por el secreto. Esta cultura está colonizando el
pensamiento y la práctica opositora.
Para más del 60 % de la
población la democracia no es ya ni una ilusión y los políticos son una
comiquita.
No aplica el refrán de que
lo pasado pisado, porque lo que se está despellejando es el futuro de todos y
es inconcebible que lo acometamos, con furia tan destructiva y ciega.
Enfrentamos además una derrota con una sociedad cada vez más encerrada por la
pandemia y más empujada por la crisis tras la línea roja de luchar por la
sobrevivencia Se abre paso una lenta y persistente erosión de la esperanza y de
las convicciones sobre la posibilidad de recobrar la democracia.
Algunos dicen que la nuestra
es una batalla perdida, oscilando entre la apuesta por la pólvora y el salto
mágico de un conejo desde un sombrero ajeno.
Si fuera cierto, la mejor
opción para conservar el optimismo consistiría en afilar la inteligencia,
manejar emociones constructivas y convertirse, por estos días navideños, en una
persona bien desinformada.
Simón García es Analista
Político. Cofundador del MAS.
20-12-20
https://talcualdigital.com/arcabuces-y-sombreros-de-copa-por-simon-garcia/
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