Luis Ugalde, SJ 06 de febrero de 2021
Extraordinario.
No es una denuncia airada, ni un grito de rebelión, es algo más profundo esta
carta de católicos cubanos que se sienten llamados a romper el silencio con una
confesión pública dolorosa y esperanzada de una realidad inocultable. La
sanación requiere el reconocimiento de la realidad enferma. Sabemos que la
situación de Cuba no es nueva, pero sí su agravamiento y el coraje liberador de
esta proclama en un país que prohíbe hablar. Los venezolanos necesitamos leerla
y leernos en ella, pero faltan los medios para difundirla. Aun a riesgo de
mutilarla por falta de espacio, recojo algunos párrafos (sin nada mío y con...
para las omisiones), como una invitación a su lectura completa.
“Hermanos
cubanos: Como creyentes en Dios, sacerdotes, consagrados, laicos, como hombres
y mujeres de buena voluntad, como cubanos que amamos a nuestra patria y que
soñamos un futuro luminoso para ella, enviamos este mensaje, nacido del amor.
(...) “Nuestra conciencia no nos permite permanecer callados de frente a la
construcción del presente y del futuro de nuestra nación”. (...)
“Queremos
dar voz a nuestros pensamientos y sentimientos: alegrías y tristezas,
frustraciones e ilusiones... sabiendo que no son solo nuestros sino de una gran
parte de nuestro pueblo cubano en cada una de las orillas donde palpita el
corazón de Cuba, porque somos una única nación en la Isla y en la diáspora. “El
cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá afuera.”
“He
escuchado el lamento de mi pueblo (Éxodo 3,9). La Palabra de Dios es luz para
lo que vive nuestra patria hoy. En el libro del Éxodo, la Biblia nos relata la
historia de Moisés, el hombre al cual Dios se manifiesta con la intención de liberar
a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y al cual le dice: “He visto la
aflicción de mi pueblo (...). He oído el clamor que le arrancan sus opresores y
conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo (...). Ponte en camino que yo
te envío”. “Dios ve, escucha y siente con su corazón de Padre lo que vive su
pueblo, no le pasan desapercibidos sus tristezas, sus angustias y su clamor”.
Sin
embargo, la liberación no es obra solo de Dios, o de Moisés; es obra también de
un pueblo que se une en torno a la fe y al ansia de libertad.
“Soñar
a Cuba y continuar construyendo nuestra sociedad es posible, solamente, si
partimos de su realidad. La contemplamos con inmenso amor, como lo hace un hijo
con su madre; y también con mirada crítica, como lo hace un hijo adulto que ha
renunciado a permanecer como un eterno inmaduro.
“La
sociedad cubana es diversa y heterogénea. No existe ya aquella pretendida y a
la vez artificial uniformidad social. En Cuba coexisten diversos estratos
sociales y económicos. La
presencia
de clases sociales y el progresivo ahondamiento de sus diferencias es una
realidad palpable y especialmente dolorosa cuando los más pobres sufren los
embates de medidas económicas que los dejan desamparados”.
“Cuba
también es diversa desde el punto de vista político e ideológico. Hay un sector
afín a la ideología oficial que sustenta el Estado, y también hay numerosos
sectores en la sociedad civil con otras orientaciones ideológicas que, aunque
no son reconocidas oficialmente, están presentes, algunas de ellas con
organización, y ejercen un influjo real en la sociedad”. (...)
“Estamos
viviendo el colapso de un modelo económico, político y social. Aunque
previsible por fundamentarse en una filosofía que ignora la verdad sobre lo que
da sentido pleno al ser humano, el sistema económico, político y social que
define los destinos de Cuba desde 1959, ha sido incapaz de evolucionar. Han
sido muchas las propuestas para reactivarlo, una especie de cadena interminable
de promesas incumplidas de “ahora sí”. “La continua promesa incumplida ha
llevado a un cansancio y a un escepticismo que cae como una densa nube sobre el
cubano de a pie. Este, a menudo, siente que se hunde en el desaliento por vivir
en un país cuyo futuro feliz se aleja, como el horizonte, con cada paso.
Asistimos en este momento a medidas extremas. Las tiendas en MLC y el llamado
ordenamiento económico amargan aún más la cotidianidad de este pueblo. Su
trabajo no le permite el acceso a comprar dignamente lo que necesita. Vive
acosado por un grave desabastecimiento, por precios prácticamente
inalcanzables, y por tener que pagar en una moneda extranjera que con su
esfuerzo no puede ganar. Esta situación lacera el valor del trabajo y con él,
la mismísima dignidad humana. Depender de lo que otros manden del fruto de su
trabajo, nos coloca inevitablemente en una situación de mendicidad.”
“No
se puede desligar lo económico de lo político. (...) Cuba necesita cambios
políticos. Con esta intuición de los Obispos cubanos, hoy son muchos los que se
comprometen por un cambio pacífico y, lamentablemente, reciben la represión por
respuesta. La política necesita escuchar a la realidad y partir de ella, de lo
contrario se convierte en ideología. Es un absurdo con terribles consecuencias
sacrificar la realidad en el altar de una ideología. “La generalización de la
corrupción. La doble moral y la mentira se han convertido en elementos cada vez
más habituales de nuestra cotidianidad. La falta de libertad de pensamiento y
la censura estimulan la incoherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace.
Por otra parte, la casi imposibilidad de vivir sin incurrir en ilegalidades,
hace del “mercado negro” un aliado indispensable de la subsistencia y un ámbito
dominado por el robo, el soborno y hasta el chantaje. El ambiente de “sálvese
quien pueda”, donde todo vale, muestra una corrupción que permea prácticamente
todos los estratos sociales.
A
esto se suma la sensación de que continuamente estamos siendo espiados, de que
podemos “caer en desgracia”. Esta sensación, confirmada por la delación de la
que, como víctimas o testigos, todos tenemos experiencia”. (...)
“La
crisis de la familia: una herida en el alma de Cuba. El ambiente que vivimos
incide directamente en la familia cubana. Muchos hogares se desestructuran por
la separación que implican la emigración y las misiones”. (...)
“Crisis
del sistema educativo (...). La subordinación de los intereses educativos al
sistema político-ideológico provoca que el nivel académico haya bajado
drásticamente en los últimos decenios. Este sometimiento de la educación a la
política explica la mutilación del pensamiento crítico, la imposición de un
esquema único de reflexión en el que pocos creen”. (...)
“El
clamor de mi pueblo. Vivimos un momento crítico de nuestra historia nacional
(...). Los ensayos oficiales de respuesta revelan que la crisis implica a la
estructura misma del sistema, lo cual se ha manifestado de un modo evidente en
la negativa a sostener un diálogo abierto y transparente, promoviendo la
violencia verbal, psicológica y física, en lugar de buscar un debate realista e
inclusivo que exponga las diversas propuestas y conduzca a soluciones
evaluables”.
“Necesitamos
superar el autoritarismo, de manera que se evite “la tentación de apelar al
derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho [8] y todos los hijos de
esta tierra podamos sentarnos, en igualdad de condiciones, en la mesa de un
diálogo nacional, pues Cuba es de todos y para todos los cubanos. No es ético
adjetivar la Patria y conceder carta de ciudadanía a unos pocos privilegiados
miembros de un partido”. (...)
“Ponte
en camino que te envío (...) importante que lleguemos a sentirnos más fuertes,
que nos convenzamos de que podemos actuar y vivir sin dejarnos paralizar por el
miedo, de modo que logremos expresarnos libremente, buscar el bien y la
justicia conservando la paz, y ser críticos de nuestra realidad, porque, de
hecho, es un deber de todos aportar a la construcción de una Cuba nueva.”
“Para
los creyentes existe un compromiso político-económico-social que brota de la
fe, esta nos lanza al mundo a transformarlo, a humanizarlo según la imagen del
hombre pleno que hemos contemplado en Cristo”. (...)
“Con
el Papa Francisco estamos convencidos de la necesidad de conversar desde la
verdad clara y desnuda (...). Ya no hay lugar para diplomacias vacías, para
disimulos, para dobles discursos, para ocultamientos, para buenos modales que
esconden la realidad”. En Cuba la democracia no será una realidad mientras la
pluralidad y la diversidad de pensamientos no sean aceptadas y respetadas en el
proyecto de Nación”. (...)
“Necesitamos
con urgencia:
Mejores
marcos legales. (...) El reconocimiento de la plena ciudadanía de los cubanos
residentes en el exterior. Significa que estos puedan participar también
activamente en la toma de decisiones de la sociedad cubana. Como acontece a
todos los ciudadanos de cualquier país democrático, todo cubano debe poder,
desde su residencia en el exterior, participar cívicamente en los destinos de
su nación”.
“Entender
lo que significa la reconciliación nacional. Como pueblo, tenemos heridas y
conflictos no resueltos. Queremos reconciliarnos para vivir bien y en paz, y
esto solo será posible reconociendo la existencia de los conflictos y buscando
la solución en medio de ellos.(...) [9] Pero la verdadera reconciliación no
escapa del conflicto sino que se logra en el conflicto, superándolo a través
del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente” [18].
“Entender
la relación entre amor y verdad. Un error común es pensar que la predicación
del amor excluye el decir la verdad en su realismo dramático (...) En la carta
encíclica “Fratelli Tutti” el Papa Francisco nos advierte que: “No se trata de
proponer un perdón renunciando a los propios derechos ante un poderoso
corrupto, ante un criminal o ante alguien que degrada nuestra dignidad. Estamos
llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir
que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable.
Al contrario, amarlo bien es buscar de distintas maneras que deje de oprimir,
es quitarle ese Poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano.”
“Optar
por la verdad. Necesitamos vivir la verdad en cada decisión de la vida
cotidiana. No colaborar con lo que no creo, no participar de la violencia, los
actos de repudio, la delación del hermano. ¿Por qué desfilar cuando no comparto
las razones del desfile? ¿Por qué asentir en una reunión cuando no estoy de
acuerdo? ¿Por qué callar cuando dentro de mí sé que no están diciendo la
verdad? ¿Por qué aplaudir si estoy en desacuerdo? ¿Por qué escuchar a mis miedos
y no a mi razón?”. (...) “Esta opción fundamental por vivir en la verdad y en
la libertad nos descubre nuestro real poder como ciudadanos. Somos un gigante
dormido que puede hacer que Cuba cambie. (...)Algunos esperan el cambio desde
arriba, otros aspiran que llegue una especie de líder mesiánico que arregle
todo; sin embargo ―ya lo hemos dicho― el cambio empieza por nosotros, por
nuestro interior.”
“Vacíos
de odio, renunciamos absolutamente a la violencia, a la agresión incluso
verbal, a la calumnia, a los métodos de los que hoy son víctimas los que
proponen un camino nuevo para Cuba. Son métodos caducos e indignos de esa nueva
Cuba que empezamos a construir. Una nueva Cuba debe ser humana y humanizadora
de sus ciudadanos. Nuestro camino no tiene nada que ver con el odio y la
violencia; y sí con una unidad que no excluye. El cambio bueno y necesario no
es posible si permanecemos divididos. Urge deponer intereses particulares y
pensar proyectos y destinos comunes.”
“Rompamos
las cadenas, las peores son las que llevamos en la mente y el corazón. Optemos
por la verdad, y actuemos como hombres y mujeres que ya son libres. Escuchemos
nuestra conciencia y empujemos con cada palabra y con cada acción en la
dirección correcta de la historia, en la dirección de la libertad de esa Cuba
nueva y feliz que ha comenzado a ser realidad en nosotros”. (...)
“Epílogo.
Hemos compartido esta reflexión en el respeto y la valoración de aquellos
hombres y mujeres de buena voluntad que en el ejercicio de su libertad han
decidido no profesar la fe y que también comparten nuestros deseos de
renovación”. (...)
“Sí,
es momento, como pueblo, de volver el rostro a Dios, y de volver a escuchar en
la zarza ardiente sus esperanzadoras palabras: “He visto la aflicción de mi
pueblo... He oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus
angustias. Voy a bajar para librarlo... Ponte en camino que yo te envío”.
Luis Ugalde, SJ
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