Florantonia Singer, Naiara Galarraga Gortázar, Juan Diego Quesada 27 de octubre de 2024
El
presidente de Venezuela viaja a Kazán en busca de legitimidad, pero vuelve sin
ingresar en el club de los países alternativos a Occidente y con una guerra
abierta con Brasil que complica aún más su rol en la comunidad internacional
Deslegitimado a ojos de la mayoría de la comunidad internacional por un fraude electoral que muchos sospechan que ha cometido, vetada su entrada a los BRICS por el deseo de Brasil, Nicolás Maduro se encuentra en un momento de soledad. Desde que recibiese el encargo del comandante Hugo Chávez de guiar, tras su muerte, el destino de la revolución bolivariana pocas veces se había encontrado en una situación tan precaria. El desenlace de las elecciones presidenciales de julio de este año, que el chavismo confiaba en ganar con cierta comodidad a la oposición, han supuesto un revés muy fuerte para un presidente que no ha logrado recibir, ni de lejos, el trato que se le dispensó a Chávez en la escena mundial. En algunos momentos se le vio desorientado en Kazán, donde se celebraba la cumbre del club de países que reclama un mundo menos eurocéntrico y más multipolar; saludó a Vladimir Putin y se disponía a caminar tras él, pero el presidente ruso le pidió que agarrase otro camino, no el que conducía a la plenaria de los BRICS. Por ahora, esa puerta le está vedada.
Nada
refleja mejor el aislamiento de Maduro que la posición de Luiz Inácio Lula da
Silva, el presidente brasileño, un referente histórico de la izquierda
latinoamericana, amigo de Chávez, al que se le presupone cierta sintonía con un
movimiento popular como el chavismo en un principio, antes de su giro
autoritario. Lula, que había confiado en que el oficialismo venezolano fuese
transparente en el proceso electoral, se siente engañado por Maduro y el núcleo
de poder que le rodea después de que se hayan negado a enseñar las actas del
árbitro electoral, los resultados detallados que mostrasen que Maduro se impuso
realmente. El empeño en ocultarlos no deja mucho lugar a la imaginación.
Maduro
nunca ha logrado la complicidad de Lula como lo hizo Chávez, un respaldo
fundamental en Latinoamérica, ya que Brasil es, junto a México, la gran
potencia regional. Para el brasileño, Venezuela siempre fue un país amigo.
Demasiado amigo incluso a ojos de los que en su patria critican al izquierdista
a por ser benevolente con los aliados ideológicos que no respetan las reglas de
la democracia. Pero las elecciones presidenciales de julio pasado, en las que
también hubo veto a candidaturas, suponen un punto de inflexión.
La
relación bilateral ha quedado gravísimamente dañada. A Lula se le ha acabado la
paciencia con Maduro y lo ha expresado con un golpe en la mesa en un escenario
internacional —la cumbre de los BRICS+— y ante un público de mandatarios de
medio planeta con Xi Jinping y Putin a la cabeza. Por eso, Lula vetó la entrada
de Caracas en los BRICS+ como país asociado mientras apoyaba la de Cuba. El
brasileño Celso Amorim, diplomático, antiguo canciller y asesor presidencial,
explicó que obedece a una quiebra de la confianza, nada que ver con la
democracia. Maduro incumplió la promesa que le hizo a Brasil y no ha mostrado
el más mínimo interés en emprender una negociación con la oposición.
En
cuestión de año y medio, la relación entre Lula y Maduro ha dado un giro de 180
grados. A los seis meses de regresar el poder, el brasileño recibió con todos
los honores en Brasilia al mandatario chavista en su primera visita oficial en
ocho años. Lula le organizó una cumbre con todos sus pares sudamericanos que
pretendía marcar el inicio del fin del ostracismo diplomático hacia Venezuela.
El brasileño sacó su cara más contemporizadora —sin mención a las violaciones
de derechos humanos causadas por el aparato chavista— mientras el chileno
Gabriel Boric y el uruguayo Luis Lacalle Pou expresaron abiertamente sus
críticas a Maduro y señalaron sin ambages su responsabilidad en la gravísima
crisis venezolana.
El
presidente venezolano se ha salido con la suya en un movimiento que evidencia
que la capacidad de influencia de Lula ante los países amigos ya no es la que
fue. Su liderazgo regional queda erosionado. Salvo sorpresa, Maduro tomará
posesión el 10 de enero como presidente, Brasil no lo reconocerá como tal y las
relaciones Brasilia-Caracas quedarán oficialmente congeladas. La Colombia de
Gustavo Petro, según fuentes consultadas, puede tomar el mismo camino. A eso se
añade que la relación con Nicaragua está en su peor momento en décadas tras un
pulso diplomático entre los Ortega y Lula que acabó con la expulsión de los
respectivos embajadores. Son tiempos de polarización planetaria y conflictos
cada vez más complejos. Y el Brasil de Lula afronta en este tercer mandato
graves problemas para mantener su tradicional diplomacia de relaciones
amigables incluso con sus propios vecinos.
Nicolás
Maduro viajó a Kazán, invitado por Rusia, con una enorme comitiva. La primera
dama, Cilia Flores, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, la plana mayor de
ministros y altos cargos de PDVSA llenaron una larga mesa con Putin y su
gabinete y acompañaron la evidente soledad internacional del mandatario. Maduro
esperaba entrar al club de los BRICS, sin éxito, y ha tenido que ver como otros
11 países sí lograron el cometido.
De la
cita de dos días han corrido videos que en algunos análisis se interpretan como
desaires. En la entrada del centro de convenciones donde se realizó la cumbre,
llegó Maduro con Cilia Flores y su equipo y nadie los recibió, la plenaria
estaba en Marcha. En otro momento, Maduro le dio la mano a Putin, que siempre
se mueve con una cierta distancia. Estaban en la antesala de la reunión
bilateral que sostendrían minutos después. El mandatario venezolano le hizo
esperar unos segundos para que salude a su esposa, que llega retrasada y,
luego, cuando Putin iba a retomar su camino y Maduro quiso seguirlo, el ruso le
indica que debe entrar por una puerta distinta. Una frase del tipo “Usted por
allá y yo por acá” parece acompañar el gesto de manos.
Rusia
ha hecho lo que ha podido por su aliado en América Latina, a quien antes de los
BRICS lo había recibido por última vez en un ya lejano 2019, en medio del
incendio político y la crisis de legitimidad que Maduro atravesaba entonces. En
el apretón de manos de despedida desde Kazán, Maduro felicitó a Putin por el
éxito de la cumbre y este le dijo al venezolano que tuvo una “participación
perfecta”. Se hacen el gesto de que se llamarán por teléfono luego. Pero a
Putin le tocó explicar el veto que impuso Brasil a la incorporación de
Venezuela al grupo de países. “Nuestras valoraciones sobre lo que sucede en
Venezuela no coinciden con las de Brasil”, dice Putin durante una rueda de
prensa de balance en la que asegura mantener relaciones amistosas con el
gigante sudamericano. “Creemos que el presidente Maduro ganó limpiamente las
elecciones”, agrega. “Espero que Venezuela y Brasil resuelvan sus relaciones
bilaterales”.
Hasta
los BRICS no se había hecho tan evidente esta ruptura, que tiene meses en
cocción. Lula da Silva, junto con Petro y el expresidente mexicano Andrés López
Obrador, intentaron mediar sin éxito en la crisis poselectoral, para convencer
a Maduro de que mostrara las actas oficiales con las que se pueda validar su
triunfo, para así confrontarlas con las de la oposición, que rápidamente las
escaneó y publicó para denunciar el fraude electoral. Brasil ha dicho ahora que
Venezuela incumplió su promesa de mostrar esas actas y así se ha abierto una
zanja de desconfianza que tuvo su consecuencia en los BRICS.
Ante
esos intentos de negociar, que fueron intensos durante el mes de agosto y luego
se fueron desvaneciendo, el madurismo no había criticado al mandatario
brasileño. Incluso ha intervenido en su defensa cuando algunos voceros se han
excedido, como cuando el canciller venezolano tuvo que desautorizar en público al fiscal general Tarek William Saab que
había acusado a Lula de ser un agente de la CIA. En este nuevo momento tenso
con Brasil por el veto en los BRICS, el ministro de Exteriores de Venezuela,
Yván Gil, ha señalado a Itamaraty, la sede de la cancillería, y no a Lula por
el veto como en un intento de no derribar todos los puentes con el mandatario.
En cambio, Saab ha vuelto a intervenir para acusar al presidente brasileño
de haber mentido sobre su accidente doméstico para no asistir a cumbre
y fraguar el veto a Venezuela. Ha publicado un comunicado en la cuenta del
Ministerio Público acompañado de videos en los que el mandatario atendiendo
compromisos en su país como un intento de ponerlo en evidencia. Difícil creer
que Saab haya actuado a espaldas de Maduro.
El
mundo se le ha reducido al presidente venezolano tras las elecciones. Turquía,
un socio con el que ha estrechado el intercambio comercial, respaldó un diálogo
en Venezuela antes de dar una felicitación plena a Maduro por su victoria. Los
meses por venir son cruciales, luego de las elecciones en Estados Unidos y se
tenga claridad sobre cómo se moverá la palanca de presión de Washington sobre
Caracas a través de las sanciones. Conservando el respaldo de sus aliados de
siempre, Rusia, China y Cuba, Maduro se enfrenta a un nuevo período de
aislamiento internacional que, posiblemente se concrete con medidas
diplomáticas como el congelamiento o la reducción de relaciones a partir del
próximo 10 de enero, cuando asuma para su tercer periodo presidencial manchado
por los señalamientos de haber cometido un enorme fraude para mantenerse en el
poder. En Kazán, a orillas del Volga, su soledad quedó escenificada.
Tomado
de: https://elpais.com/america/2024-10-27/la-soledad-de-nicolas-maduro.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico